PECADOS Y CASTIGOS DEL BOSCO
* El Museo Nacional del Prado presenta la mayor exposición de obras autógrafas del maestro de ‘s-Hertogenbosch con 21 pinturas (se le atribuyen solo 25 en total) y ocho dibujos. * El singular montaje permite un recorrido por secciones temáticas, cada una de ellas presidida por un tríptico que no cuelga de la pared, sino que se puede ver en 360 grados
Una sola mirada al Jardín de las Delicias basta para sucumbir al poder del Bosco. Hombres árbol, orejas gigantes asesinas, humanos besuqueados por jabalíes con toca, animalejos fantásticos, partituras musicales tatuadas en nalgas humanas… y el búho, siempre el búho. Todo cuanto alcanza la mirada resulta increíble, fascinante, embriagador. La capacidad del pintor para crear seres monstruosos y máquinas infernales no tuvo límites, como tampoco lo tiene el interés del espectador por descubrir nuevos personajes con los que satisfacer su curiosidad morbosa. En el lago del Paraíso, por ejemplo, un tipo se ahoga con las piernas levantadas mientras se toca los genitales; al fondo, hay otro que retuerce su cuerpo subido a un caballo y ofrece su trasero al pájaro que tiene a la izquierda.
La orgía de cuerpos desnudos y excesos de la carne es tal que resulta difícil no caer en la tentación de adentrarse en ese universo, tan enigmático como atrayente. Aunque luego, tras el primer impacto visual, vengan las lecturas moralizantes. Porque el Bosco adoctrina a golpe de pincelada. Denuncia los excesos y debilidades de una sociedad postmedieval en plena crisis espiritual –apenas un año después de su muerte, Lutero publicaría sus Tesis–, al mostrar un Paraíso abocado a su extinción. El futuro, por tanto, solo puede ser el Infierno, si atendemos a la consecución lógica de las tablas que componen su tríptico más famoso, obra sublime que desde hoy lidera la caterva de monstruos, seres fantásticos y diablillos que pueblan la planta baja del Museo del Prado.
No cabe duda de que Jheronimus van Aken, El Bosco (h. 1450-1516) es el pintor de los demonios, pero también fue un reformador de las técnicas flamencas. Revolucionó la iconografía de principios del siglo XVI y manejó el pincel con la seguridad de quien emplea el carboncillo. Esa maestría –calidad técnica y capacidad inventiva– es precisamente la que reivindica Pilar Silva Maroto para al artista en el 500 aniversario de su muerte, “porque es algo más que un creador de demonios”.
Meses después de que el Noordbrabants Museum acogiese las ‘geniales visiones’ del maestro, el Prado toma el testigo y le rinde su particular homenaje con El Bosco. La exposición del V Centenario. Se trata de una ocasión inédita para ver 21 de las 25 obras consideradas de su mano, entre las que se encuentra la última adscripción al pintor del museo de Kansas, el tríptico de Las Tentaciones de san Antonio de Lisboa y La Coronación de espinas de la National Gallery. Tampoco faltan, por supuesto, los trípticos ni las tablas que atesora el propio museo madrileño, cuya autoría fue puesta en duda por el Bosch Research and Conservation Project (BRCP) hace meses. Un debate que ha agriado el aniversario del artista, pero que contribuye a un mejor estudio del maestro y de su obra.
MÁS DUDAS QUE CERTEZAS. UN ARTISTA SIN HUELLAS DOCUMENTALES
Lo cierto es que del Bosco se desconoce prácticamente todo. En su vida hay más dudas que certezas. Apenas salió de su ciudad natal:‘s-Hertogenbosch. Allí nació, trabajó y murió. Cuarta generación de una familia de pintores, Jheronimus van Aken fue miembro de la cofradía de Nuestra Señora, a la que también perteneció su padre. Residió durante medio siglo en la plaza del Mercado, primero junto a sus padres, después con su esposa: Aleid van de Meervenne. En este centro neurálgico de la ciudad, donde se concentraban comerciantes, burgueses, ladrones y pícaros, debió de inspirarse para inventar gran parte de sus composiciones. Apenas firmó nueve cuadros –con el nombre latinizado y aludiendo a su ciudad natal–, todo un logro, si tenemos en cuenta que, en aquella época, ningún artista gozaba de ese privilegio salvo, quizá, Van Eyck. Murió en 1516, posiblemente en verano a causa de un brote de cólera, se aventuran a afirmar sus biógrafos.
Esa falta de datos y fechas concretas ha impedido organizar el recorrido de la exposición de forma cronológica, de ahí que se haya optado por una división temática. La comisaria propone un itinerario circular que empieza y acaba con el mismo asunto: la vida de Cristo. Porque en el fondo siempre se trató de eso: adoctrinar con el pincel. Mostrar los pecados mundanos, pero también los castigos divinos. Muerte y redención. Un eterno retorno que tiene como punto de partida la infancia de Jesús –con el tríptico recién restaurado de la Adoración de los Magos– y culmina con la Pasión, apartado en el que destaca el imponente Camino del Calvario escurialense. Entre medias, las tentaciones, perversiones y vicios humanos. El jardín del goce y el deleite (que merece un capítulo aparte, con su radiografía y reflectografía). Los infiernos llameantes.
Todo un homenaje al pintor de los excesos y el pecado que los Reyes de España han inaugurado esta mañana en el Museo del Prado, en compañía de la princesa Beatriz de Holanda y de varios miembros del Gobierno estatal, regional y local, además del presidente del BBVA, Francisco González (entidad patrocinadora). Por fin los 20 años de estudios técnicos, restauraciones y análisis llevados a cabo en la pinacoteca ven su fruto. “Es el Bosco en su mejor versión”, afirman sus organizadores, quienes también aprovecharon para defender la autoría de todas sus obras bosquianas. Un Bosco dibujante y pintor cargado de enigmas que podrán desentrañarse hasta el 11 de septiembre. Sol G. Moreno
* Como medida excepcional, el Museo del Prado ha previsto una prolongación del horario de apertura para esta exposición (dos horas más los viernes y sábados).