Paret, un extraño del arte español
El Museo del Prado organiza una retrospectiva en torno al autor madrileño, uno de los más ilustrados, originales e ingeniosos del siglo XVIII. Más de 80 obras entre pinturas, dibujos y piedras duras componen la muestra, que incluye retratos, alegorías, composiciones científicas, paisajes norteños y escenas religiosas, castizas o galantes (algunas de ellas restauradas para la ocasión). Todo para ahondar en la producción de un outsider de nuestra pintura dieciochesca.
¿Fue Paret realmente un autor tan ajeno a nuestro arte como se cree, ese llamado “watteau español” que remite al rococó francés? A menudo sucede que los historiadores necesitamos etiquetar a los artistas por estilos, periodos o grupos; y, en el siglo XVIII, con una personalidad tan potente como Goya, resulta imposible abstraerse de sus pinturas negras, sus retratos a medio camino entre la caricatura y la pose oficial o sus grabados sobre las pasiones humanas.
Pero la historia del arte es un puzle caprichoso donde las piezas no siempre encajan en el lugar que nos gustaría y es ahí donde los museos deben permanecer alerta, para restaurar figuras que no siempre han encontrado la fortuna crítica que merecían. En ese contexto, Luis Paret y Alcázar (1746-1799) parece el candidato perfecto para llevar a cabo una reparación histórica.
Fue un artista nacido y formado en Madrid que tuvo que exiliarse a Puerto Rico y Bilbao por un asunto de faldas relacionado con el infante don Luis (hermano menor de Carlos III, monarca que desterró al artista). Los años que pasó fuera de la corte, le alejaron también de los círculos de poder y, por tanto, de los manuales de historia, un lugar que solo ahora comienza a recuperar.
Ya en 1991, la exposición que le dedicó el Museo Bellas Artes de Bilbao dio un primer paso en esa dirección. Le siguieron posteriores retrospectivas organizadas en su ciudad natal –gracias a una selección de dibujos en la Biblioteca Nacional en 2018– y de nuevo en Bilbao (con una mirada más enfocada en la huella que la ciudad norteña tuvo sobre su obra, en 2021).
Ahora es el Museo del Prado quien salda esa deuda pendiente. Y lo hace con convicción, pues la institución ha aprovechado esta completa muestra para restaurar parte de sus pinturas y de paso estudiar a fondo su manera de trabajar.
Paret reúne prácticamente toda la producción pictórica conocida del autor, así como una treintena de dibujos, varias piedras duras y una miniatura. Se trata de un ambicioso repaso por la producción del artista, cuya perfección técnica y capacidad inventiva quedan patentes en las salas A y B del edificio Jerónimos.
El recorrido, planteado por la comisaria Gudrun Maurer como un paseo cronológico a la vez que temático, nos guía por escenas galantes y teatrales, bailes de máscaras, retratos familiares e interiores campesinos, composiciones religiosas y arquitecturas madrileñas. Ofrece, además, momentos inéditos como la feliz reunión de sus cuatro autorretratos en una misma pared, ocho de las nueve vistas de puertos del País Vasco que realizó durante la década que residió en Bilbao, o los dos impresionantes lienzos de Viana –restaurados para la ocasión– que han dejado vacíos los marcos de la capilla de San Juan del Ramo en la parroquia de Santa María para mostrarse junto a uno de sus dibujos preparatorios.
Entre las obras presentes, algunas viejas conocidas de ARS Magazine, como Mater dolorosa o El triunfo del amor sobre la guerra, la incorporación más reciente de Paret a los fondos del Museo Bellas Artes de Bilbao. También los dibujos de animales exóticos que realizó a partir del Gabinete de Historia Natural del infante don Luis, quien le nombró su pintor en 1774; o Jura de don Fernando como Príncipe de Austrias.
Seguramente el visitante prefiera dejarse sorprender por el ingenio, la exquisitez cromática y la extraordinaria calidad de este autor que aunó el clasicismo con el rococó, pero hay un par de pinturas que no debería pasar por alto. Una de ellas es La Puerta del sol, obra procedente de La Habana que está recién salida del taller de restauración del Prado y donde pueden verse algunos de los monumentos históricos, hoy desaparecidos, que rodeaban la plaza madrileña.
La segunda es La circunspección de Diógenes, tabla que el autor envió en 1780 a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y que supone una orgía de pinceladas, detalles y matices en los que perderse.
«La idea era poner en valor la calidad de un artista que cultivó todos los géneros pictóricos en apenas 33 años, desde 1766 hasta 1799, cuando sucedió su prematura muerte», explica la comisaria, quien añade que también se ha desarrollado un análisis técnico de su obra y una completa revisión del corpus de Paret.
Por su parte, Miguel Falomir cuenta cómo paseando por la exposición le vienen a la cabeza sustantivos como «sofisticación», «elegancia» o «cosmopolitismo», conceptos que habitualmente no suelen relacionarse con la pintura española. «Fue un autor totalmente distinto, como una especie de isla aparte». Un extraño, por tanto, pero no un outsider, porque fue el perfecto cronista social de la segunda mitad del siglo XVIII y la reforma borbónica. Sol G. Moreno
*Paret cuenta con el patrocinio de la Fundación AXA –la primera entidad benefactora del museo desde hace más de dos décadas– y podrá verse hasta el 21 de agosto en el Museo del Prado.