‘Océanos’, un libro interdisciplinar editado por Phaidon
Desde tiempos inmemoriales los océanos han fascinado a cientos de generaciones, desde el mundo antiguo hasta la actualidad. Ahora la editorial Phaidon acaba de publicar Océanos: Una exploración del mundo marino, que reúne más de 300 ilustraciones del mundo acuático, que han sido seleccionadas por un grupo de investigadores, biólogos, artistas y fotógrafos, comisarios de museos y especialistas de diferentes instituciones científicas, con un prólogo de la cofundadora y directora general de ARTPORT_making waves (Alemania), Anne-Marie Melster, junto a otros expertos europeos y norteamericanos.
Aunque seguimos hablando del planeta Tierra, lo cierto es que más del 70% de la superficie está ocupada por agua y de ese alto porcentaje, más del 96% se encuentra en los océanos. Podríamos decir que sólo existe un Gran Océano con varias cuencas oceánicas y mares interconectados: el Ártico, el Pacífico, el Índico, el Austral o Antártico, así como el mar Mediterráneo o el Caribe, entre otros.
Como escribe Anne-Marie Melster: «el océano, desde la superficie hasta lo más profundo, ha sido considerado un símbolo de inmensidad, belleza, soledad, aislamiento, peligro, felicidad, y anhelo tanto en la literatura como en la música, el arte y la filosofía».
El libro, profusamente ilustrado en sus 352 páginas, ha contado también con la colaboración de organizaciones como Wildlife Conservation Society y la Scripps Instutution of Oceanography, y junto a la autora del prólogo, ha contado con el fotógrafo inglés Doug Allan; con Noah Chesmin, director adjunto del New York Seascape Program (EE.UU); con David Doubilet, fotógrafo submarino estadounidense; con el Dr. Carsten Lüter, comisario del Instituto de Investigación de la Evolución y la Biodiversidad de Leibniz (Alemania); y con la Dra. Tammy Horton, investigadora del National Oceanography Centre (Reino Unido).
La estructura del libro, claramente visual, está definida por una serie de yuxtaposiciones y diálogos entre las obras reproducidas, donde no faltan reproducciones de criaturas marinas, pinturas, esculturas, fotografías marinas y submarinas, telas, joyas, mapas y cartografías o ilustraciones y carteles de películas que forman parte del imaginario colectivo, subrayando cómo el agua y el mundo marino ha despertado la creatividad de artistas y científicos a lo largo del tiempo.
En el recorrido, no exactamente cronológico, se examinan tanto el pasado como el presente para una mejor comprensión del lector. Desde lo mitológico a los manuscritos iluminados, con aportaciones valiosas de cosmógrafos como Sebastian Münster que recogió en su Cosmographia (1544), más tarde la aportación de la naturalista e ilustradora suiza Maria Sibylla Merian que hizo un viaje a Suramérica en 1699, y un siglo después iría Alexander von Humboldt. Y ya en el siglo XX la decisiva aportación a la fotografía y cinematografía submarina de Jacques Cousteau (décadas de los 50, 60 y 70), cuyas imágenes impactaron a varias generaciones.
Todo ese corpus atesorado a lo largo del tiempo sobre la vida marina y submarina ocupa hoy gran parte de la agenda política, medioambiental, artística y cultural en casi todo el planeta, en esa cada vez más interconectada línea entre la ciencia y el arte como se ha demostrado en la Bienal de Venecia de 2022.
En esos diálogos merece destacarse la visión del océano de Andreas Gursky con esa otra más realista de Delacroix con el mar visto desde las alturas de Dieppe; un collar de Salvador Dalí, Mar revuelto (1954) frente a esa sugerente foto de Scott Harrison, La recompensa (2018); el detalle de un dibujo de Leonardo del Códice Hammer con esos trazos que representan olas revueltas con una foto de Mitchell Gilmore; El nacimiento de Venus de Botticelli junto a una sirena de Joan Jonas; la visión del Pacífico de Kusama con el acantilado de Étretat de Monet; la fotografía de Frank Hurley con el Endurance atrapado en el hielo (1914) junto a una imagen actual de pingüinos captada por Esther Horvath; ese relieve de Yves Klein con la orilla del mar de Lichtenstein; y los mares sensoriales en esa tela de Iris van Herpen con un collage de Romare Bearden.
Y en ese friso visual también cabe mencionar el cartel de la película Tiburón (1975); óleos de Courbet y Van Gogh; la instalación Debajo de Snohetta en la costa noruega; la visión poética y dinámica de Hokusai en La gran ola de Kanagawa (1830-1832) junto a la quietud que desprende la fotografía de Hiroshi Sugimoto tomada en el Atlántico Norte; una cerámica chimú y la simplicidad de una ilustración de Jean Julien; un cartel de viaje a los transatlánticos de los años 20 del siglo pasado o una foto de Gustave Le Gray de 1856 con ese velero en el agua; las formas de peces de Paul Klee o la visión de la Polinesia y el mar de Henri Matisse, que revela la variedad de la vida; la controvertida instalación de Damien Hirst en esa vitrina de tres módulos que contiene la forma de un tiburón; o lo efímero en Islas circundantes en la bahía Vizcaína, Gran Miami, Florida, proyecto que pusieron en marcha a comienzos de la década de los años 80, Christo y Jeanne-Claude, que solo duró dos semanas.