Obras maestras napolitanas en el Louvre

El Louvre muestra la mejor selección de arte renacentista italiano del mundo

El Museo de Capodimonte cede 70 de sus piezas más selectas al centro parisino, gracias a un acuerdo de colaboración al que han llegado ambas instituciones. Lo mejor de las dos colecciones se entremezcla en una exposición sin precedentes que permite la inédita reunión de las principales obras maestras italianas de los siglos XV al XVII, firmadas por Masaccio, Leonardo, Tiziano o Reni entre otros.    

De Madrid a París sin pasar por Nápoles, su casa natal (parcialmente cerrada por obras). Hipómenes y Atalanta de Guido Reni se muestra ahora en el Louvre tras medirse con su homóloga del Museo del Prado. Es una de las 70 obras maestras procedentes del Museo de Capodimonte que ahora se muestran temporalmente en el Louvre, junto a otras tantas pinturas y dibujos italianos del museo parisino.

Nápoles en París: el Louvre alberga el Museo de Capodimonte permite una reunión inédita de lo mejor del arte italiano desde el Quattrocento hasta el Seicento. Un recorrido que permite descubrir momentos excepcionales como la comparación de dos piedades de Annibale Carraci: la napolitana de 1590-1600 y la parisina, acompañada de santos y con mayores dimensiones, fechada hacia 1600-1625.

También hace posible que el espectador contemple, juntas, tres pinturas de Parmigianino venidas de Nápoles –entre ellas el retrato de Antea– y las composiciones parisinas de Correggio en la Grande Galerie, lugar donde se concentran los mejores encuentros.

Esta espaciosa galería ofrece el contrapunto perfecto a la sala de la Gioconda, siempre atestada de turistas ansiosos por tomarse un selfie. Por eso, si las hordas de visitantes de la Mona Lisa le han impedido apreciar el rostro de la joven como se merece, siempre puede reconciliarse con Leonardo gracias a su Virgen de las rocas en la sala contigua, donde además puede disfrutar –por tiempo limitado– de La Flagelación de Cristo de Caravaggio, Judith y Olofernes de Artemisia Gentileschi o Dánae de Tiziano.

Uno de los aciertos de la exposición es que no se ha concebido de manera aislada, sino que se complementa e integra perfectamente en los fondos de la propia colección del Louvre, ausente de Parmigianino y donde la escuela napolitana está escasamente representada.

Caravaggio. La muerte de la Virgen. Hacia 1601–1606. Musée du Louvre © RMN-Grand Palais (Musée du Louvre) / Mathieu Rabeau.

LA GRANDE GALERIE OFRECE EL CONTRAPUNTO PERFECTO A LA SALA DE LA ‘GIOCONDA’, SIEMPRE ATESTADA DE TURISTAS ANSIOSOS POR TOMARSE UN SELFIE.

Comparativa de las dos piedades de Annibale Carraci: la parisina (izq) y la napolitana.

Sébastien Allard y Sylvain Bellenger han sido los encargados de concebir este exquisito repaso por el arte italiano de los siglos XV al XVII que no solo se ubica en la Grande Galerie. Otros espacios como la Salle de la Chapelle o Sale del’Horloge también dan la bienvenida a los tesoros de Capodimonte. La primera estancia recrea el origen y desarrollo de la colección napolitana, indisolublemente ligada a las familias Farnesio, Borbón y Bonaparte.

Concebido para albergar las posesiones de los Farnesio, el museo italiano fue construido a medidos del siglo XVIII por Carlos de Borbón (futuro Carlos III de España). Este recibió de su madre Isabel gran parte de los tesoros que la familia había reunido en el Palacio Farnesio de Roma, su Villa en Caprarola o el Palacio della Pilotta en Parma.

Fue así como las obras maestras confluyeron en Nápoles, ciudad que se convirtió entonces en capital de la Ilustración y parada obligada del Grand Tour europeo.

La segunda estancia, llamada del reloj, presenta una selección de dibujos tanto napolitanos como parisinos. Entre ellos, destacan un par de bocetos para cartones de Miguel Ángel –Grupo de soldados– y Rafael –Moisés ante la zarza ardiente– con destino al Vaticano que ahora se conservan en Capodimonte.

La rareza de estos trabajos casa bien con las caricaturas parisinas de Rafael y Giulio Romano junto a las cuales se exhiben.

Nápoles en París consigue, por tanto, una reunión sin precedentes que reúne las mejores obras renacentistas italianas del mundo, gracias a dos de las mejores colecciones nacionales.

El Louvre y el Museo de Capodimonte aúnan fuerzas para presentar la propuesta de la temporada, que puede visitarse en París hasta el 8 de enero de 2024. Sol G. Moreno

Rafael. Retrato de Baldassare Castiglione. 1514–1515. Musée du Louvre © RMN-Grand Palais (Musée du Louvre) / Michel Urtado.
Artemisia Gentileschi. Judith y Olofernes. 1612-1613. Museo e Real Bosco di Capodimonte, Nápoles.
Correggio. Venus y Cupido con un sátiro. 1524–1527. Musée du Louvre © RMN-Grand Palais (Musée du Louvre) / Franck Raux.
Massacio. La crucifixión. 1426. Museo e Real Bosco di Capodimonte, Nápoles. © Luciano Romano.