Nacionalismo y ‘Art Nouveau’ de Mucha en Barcelona

Nacionalismo y ‘Art Nouveau’ de Mucha en Barcelona

El Palacio Martorell, que se estrenó a principios de año como sala de exposiciones, presenta un recorrido por la trayectoria del artista checo conocido por sus carteles publicitarios. Un total de 80 obras que hablan de armonía, belleza y decorativismo de fin de siècle, pero también de patriotismo y guerra.

Alphonse Mucha. Cartel para Gismonda. 1894. Litografía en color.

Bohemio, cosmopolita y patriota, Alphonse Mucha (1860-1939) fue uno de los máximos exponentes del Art Nouveau. Elevó los carteles publicitarios a la categoría de arte con sus composiciones de mujeres seductoras, tan atractivas e inéditas entonces, que el público las arrancaba de las calles para llevárselas a su casa. La Dame aux Camélias, Lorenzaccio, La Samaritaine… son el principal reclamo de la muestra que puede verse en el Palacio Martorell hasta el 15 de octubre. El edificio, que en enero abrió sus puertas como sala de exposiciones en el barrio gótico de Barcelona, presenta la segunda apuesta de la temporada, tras el éxito de Sorolla.

El recorrido comienza con Gismonda, el primer cartel que Mucha diseñó casi por casualidad para Sarah Bernhardt (su musa, su descubridora y su mayor fan). La actriz más conocida del momento llamó en Nochebuena a la imprenta donde trabajaba el autor para pedir que cambiasen in extremis el diseño del cartel y el joven checo, que entonces solo se encargaba de revisar los bocetos, improvisó una composición que fascinó a la estrella de cine, transformada súbitamente en una diosa bizantina sobre un pedestal. Naturalmente, Bernhardt quedó encantada y quiso firmar un acuerdo para trabajar en exclusiva con Mucha.

Esa poderosa figura de cabellos rubios y tocado floral se ha mantenido desde 1894 en la retina de los espectadores como la auténtica viuda del duque de Atenas, como si el personaje hubiese sido inventado realmente por el pintor y no por el dramaturgo Victorien Sardou. Tal ha sido la fama y difusión de esa pionera litografía.

Ahora preside de forma solemne una de las salas neoclásicas del palacio barcelonés, iluminado con una luz tamizada que acentúa aún más la escenografía de este tipo de obras.

El artista en su estudio.

“La misión del artista es estimular en las personas el amor a la belleza y la armonía”, decía Mucha. De ahí su obsesión por crear figuras hermosas de largos cabellos; mujeres dulces, cándidas, pensativas, provocadoras o enigmáticas, pero siempre con formas sinuosas y elementos puramente ornamentales para seducir al espectador (ya fuese de teatro o de mensajes publicitarios de galletas, perfumes o papel de fumar). Todas ellas se reparten por el recorrido de la muestra, que reúne 80 piezas entre pinturas, dibujos, bocetos preparatorios y fotografías. La comisaria Tomoko Sato ha seleccionado los mejores trabajos donde se respira ese encanto, sensualidad y elegancia típicos del artista. Este creó su particular maniera, ‘estilo Mucha’, cuando aún no existía el término para definirlo: Art Nouveau.

Una de las obras de la exposición junto a la barandilla del piso superior del palacio.
Modelo posando en el estudio de Mucha de la Rue du Val de Grâce, París. Hacia 1900. Impresión moderna a partir de un negativo original en placa de cristal.
Alphonse Mucha. Cartel para ‘Russia Restituenda’. 1922. Acuarela sobe papel.

Pero también hubo dolor, muerte y guerra; algo que el autor supo mostrar en su arte, sin omitir ningún detalle. Primero con los procesos de independencia del Imperio Austrohúngaro y después con los albores de la Segunda Guerra Mundial.

Tras una vida de éxitos profesionales rodeado de belleza, esteticismo y poesía visual, decidió regresar a su hogar en 1910, para cumplir el sueño de trabajar por la libertad política de su país.

Fiel a sus raíces, desarrolló una serie de 20 lienzos que componen su Epopeya eslava –ahora visible en una proyección–; toda una oda a su Chequia natal que se completa con Canción de Bohemia, realizada justo el año que el país obtuvo la independencia (1918).

Las formas de estas obras siguen siendo bellas, pero los rostros parece que esconden un mensaje más profundo y poderoso, como si quisieran condensar orgullo y pesar al mismo tiempo. O quizá vaticinan un triunfo efímero que apenas duró dos décadas (en 1939 llegó la ocupación nazi).

Entrada a la exposición de Mucha en el Palacio Martorell de Barcelona.

La época feliz y de exaltación patriótica había pasado. Poco después el artista sería perseguido, encarcelado y torturado por la Gestapo. Le dejarían libre, pero aquejado de una neumonía, moriría unos meses después. Con la invasión nazi, su arte fue desterrado y cayó en el olvido durante décadas. Ahora Mucha es recuperado en Barcelona gracias a esta muestra organizada por la Fundación que lleva su nombre y el Palacio Martorell. Sol G. Moreno