Mey Rahola, una fotógrafa rescatada del olvido
El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) dedica a la artista una muestra individual en la que se aprecian las innovaciones técnicas y el carácter humanista que introdujo en sus imágenes.
Mey Rahola (León, 1897-Vaucresson, 1959) tuvo, a lo largo de su vida, dos pasiones: la fotografía y la vela. Se identificaba con el ideal de la mujer moderna e independiente, activa, deportista y con inquietudes intelectuales que comenzaba a despuntar durante la Segunda República, aunque la sociedad siguiese siendo fuertemente patriarcal.
Obtuvo el reconocimiento de la Agrupació Fotogràfica de Catalunya –uno de los grupos más relevantes en la época–, que expuso trabajos de la autora en varios de sus salones internacionales, y que le otorgó la medalla de plata en el concurso anual de 1936.
Durante esta primera etapa de su carrera, sus imágenes se inspiran en magazines ilustrados como D’Ací i d’Allà y Claror, que mezclaban un estilo cosmopolita y moderno con contenido cultural enfocado al público burgués.
Enseguida proyectó su trabajo como algo más que una afición. De estos años destacan sus fotografías de mujeres practicando distintos deportes en la playa, mezclando frescura y naturalidad con una estética muy cuidada. Asimismo introducía novedades técnicas, como el uso de diagonales o las perspectivas extremas en picado y contrapicado.
Sin embargo, su prometedora carrera se vio truncada por la Guerra Civil. Entonces tomó instantáneas de crítica social en las que hablaba del hambre y las penalidades que pasaba el pueblo durante el conflicto. También colaboró ocasionalmente con la propaganda republicana, como atestigua la serie de niños y adolescentes al aire libre, posando en actitud sonriente, expuestas ahora en el MNAC, que buscaban transmitir los ideales de salud, lozanía y dinamismo que la república buscaba para su propaganda.
También colaboró con cinco de sus imágenes en una exposición solidaria que tuvo lugar en Argentina en 1937, y que fue amparada por el Comisariado de Propaganda de la Generalitat. En ella, se mostraba una visión idílica de la Cataluña republicana previa a la guerra.
Sin embargo, debido a su afiliación política y, sobre todo, a la de su marido –el jurista y político republicano Josep Xirau Palau– con la victoria franquista Rahola tuvo que exiliarse en Lyon.
Allí trabajó como fotógrafa profesional para mantener a su familia durante la Segunda Guerra Mundial, transformando la cocina y el comedor de su casa en laboratorio y estudio. Simultaneamente, fue registrando el crecimiento de sus hijos, tomándoles una serie de instantáneas –todas iguales–, que iba enviando a su familia en España. Hoy se han convertido en un testimonio del paso de la niñez a la adolescencia y de la vida en Francia de los exiliados.
Esto le permitió, una vez hubo terminado el conflicto, aunar la experiencia profesional con la libertad recién recuperada. En esta etapa tomó imágenes donde las novedades vanguardistas con las que había explorado antes de la guerra se mezclaban con retratos sumamente humanos.
Fue entonces cuando se trasladó a Vaucresson, localidad cercana a París. Como su significación política era menor que la de su marido, pudo viajar regularmente a Barcelona para ver a su familia. Durante estos periplos realizó escenas de calle, naturales y espontáneas, imbuidas del humanismo fotográfico francés que chocaba frontalmente con los círculos de fotógrafos oficiales del régimen (cuyas imágenes eran rígidas e impostadas).
Rahola hizo fotografías hasta su muerte, el 17 de agosto de 1959. Dejó un archivo personal firmado y ordenado, que sin embargo cayó en el olvido, en parte, por haber permanecido disperso dentro de la familia. Ahora, el MNAC pone en valor su obra con esta exposición, así como con la compra de 14 de sus fotografías, a través del Pla Nacional de Fotografía. Sofía Guardiola