María Blanchard, sin mitos ni falsas leyendas
La creadora santanderina se adueña temporalmente del Museo Picasso de Málaga gracias a una retrospectiva compuesta por 85 pinturas al óleo y pastel con las que demuestra su calidad artística. “La mejor autora cubista por su diversidad de registros y temas representados”, según el comisario José Lebrero, reivindica su lugar como pionera del arte de vanguardia en España.
Se han escrito tantas cosas sobre la persona de María Blanchard, que parece como si la vida de la artista fuese una novela. Que si tenía la columna vertebral desviada por la caída de su madre cuando estaba embarazada, que si pintaba maternidades por su anhelo de ser madre, que si murió poco más que en la indigencia…
Es como si su aspecto físico y la idea romántica –poco exacta– que tenemos sobre ella hubiesen opacado su condición de artista; como si no hubiese sido suficientemente ignorada en el pasado. Sí, era bajita, cheposa y jorobada, algo que debió de marcar su vida, pero eso poco tiene que ver con su pasión por la pintura y la carrera que desarrolló durante aproximadamente 20 años a principios del siglo XX.
El mismo Federico García Lorca, cuando descubrió una de sus pinturas y quiso apuntar su nombre en un cuaderno, solo recibió un dato superfluo: “Es jorobada”. Nada sobre su forma de crear, su habilidad técnica o su contribución a la vanguardia española. No extraña, por tanto, que el poeta le dedicase estas palabras en un homenaje organizado tras su muerte, ocurrida en 1932: “La lucha de María Blanchard fue dura, áspera, pinchosa, como una rama de encina. Y sin embargo, no fue nunca una resentida, sino todo lo contrario, dulce y piadosa”.
La muestra que acaba de inaugurarse en el Museo Picasso de Málaga no quiere entrar en ninguno de estos temas personales sobre la artista, de la que se sabe más bien poco, aunque existen muchas suposiciones. Prefiere centrarse en su trabajo, ese que desempeñó en los años parisinos en los que Picasso y Juan Gris daban forma al cubismo (como ella misma).
Ni modelo, ni musa ni amante. Simplemente artista. Así la quiere presentar José Lebrero, comisario de la exposición patrocinada por Fundación Unicaja. Un proyecto iniciado hace años cuya cara visible es este recorrido cronológico por el museo malagueño, que también implica una investigación aún en curso que incluye un nuevo catálogo y un documental que ayudan a contextualizar a la autora. Porque la realidad es que todavía hay muchos aspectos y matices por descubrir.
Baste dar un par de datos biográficos para situarla: nació en Santander en 1881 –el mismo año que Picasso–, viajó por primera vez a París en 1909 descubriendo la libertad absoluta, fue profesora de dibujo en Salamanca y expuso en Madrid en la muestra Pintores íntegros (1915), donde obtuvo muy malas críticas.
En cuanto pudo se marchó de nuevo a la capital francesa, donde conoció a Picasso, Juan Gris, Diego Rivera y Jacques Lipchitz, entre otros. Murió joven, con 51 años, y durante un tiempo fue prácticamente desconocida en su tierra natal.
La primera individual celebrada en España fue en la galería Biosca de 1976, después le siguió la retrospectiva en el Museo Reina Sofía de 2012. De modo que esta es la tercera vez que una institución cultural fija su mirada exclusivamente en ella.
María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo recoge hasta el 29 de septiembre una selección de 85 obras entre óleos y pasteles que recorren gran parte de su trabajo, desde sus retratos costumbristas iniciales hasta sus últimas escenas de niños.
Entre los préstamos presentes en el museo dirigido por Miguel López-Remiro, la flamante Boloñesa adquirida en 2021 por el Prado con fondos del legado de Carmen Sánchez García, o Mujer en una ventana abierta de la Courtauld Gallery, que por primera vez ve la luz en España. Estaba en los almacenes y era un pastel prácticamente desconocido por los conservadores londinenses, pero ahora se ha recuperado y restaurado para la ocasión.
De igual forma, cabe mencionar una de las dos versiones de Mujer con abanico. “Hemos tenido la suerte de que una colección particular nos la haya prestado”, explica Lebrero, ya que la pintura del Reina Sofía no ha podido viajar (sí lo han hecho otras obras de este museo).
“María Blanchard fue la mejor artista cubista en la historia del movimiento y sin duda la mejor autora española de la primera mitad del siglo XX”, insiste el comisario. “No he visto otra figura que tenga tantos registros ni tanta variedad de temas».
La muestra se organiza en torno a tres apartados: uno centrado en sus primeras obras cántabras y madrileñas de pequeño formato; otro que está lleno de coloridas composiciones cubistas, mostrando su interés pionero por la descomposición de la imagen en formas geométricas; y un espacio final para las pinturas realizadas tras la Guerra Mundial, cuando en 1920 regresa a la figuración y trata temas como la maternidad, la infancia o la sociedad trabajadora.
Un detalle de Blanchard descubierto recientemente tiene que ver con Pablo Picasso, la figura omnipresente del museo malagueño. Lo cuenta Vicente Huidobro en una carta a su madre escrita el 1 de mayo de 1932, donde relata cómo fue la despedida a la artista. “Vengo llegando del entierro, un entierro tristísimo donde estaba todo lo mejor de París. Lipchitz lloraba como un niño y Picasso me decía ‘cómo va disminuyendo nuestro grupo’”. Menos mal que ahora la crítica ha ampliado su mirada para que ese ‘grupo’ vuelva a estar completo de nuevo, aunque sea en los museos. Sol G. Moreno