‘Luis Paret en Bilbao’, una publicación necesaria
Recientemente el Museo de Bellas Artes de Bilbao y la Fundación Gondra Barandiarán presentaron la programación conjunta que desarrollarán en 2022. Entre esos proyectos destacan las becas de Formación, un Curso de Verano, en el que colabora la Universidad de Deusto, y que tendrá como eje La materia del arte; y sobre todo la publicación digital Boletín 12. Luis Paret en Bilbao, fruto de unas jornadas que tuvieron lugar el pasado verano y que reunió a algunos de los mejores especialistas en su obra y cómo este pintor madrileño ahondó durante su estancia vizcaína en consolidar la Ilustración en el País Vasco.
La historiadora del arte Manuela Mena, en su texto Luis Paret. Dichas y desdichas de la Fortuna, repasa el período de formación, la vida artística y personal de Luis Paret (Madrid, 1746-1799) con sus influencias, la protección que tuvo del infante don Luis y los continuos vaivenes que este padrinazgo le supuso, primero con su estancia obligada en Puerto Rico y más tarde en Bilbao. Asimismo, menciona su habilidad para el autorretrato, el primero antes de llegar a Bilbao, datado entre 1775-1778, propiedad del Museo del Prado; y el segundo ya instalado en la capital vizcaína, hacia 1780, vestido de marino y que hoy forma parte de la Colección Abelló. Ambas composiciones están muy alejadas del concepto tradicional. Y continúa mencionando cómo tras su regreso a Madrid hacia 1789 empezó a recibir encargos de Carlos IV y en 1792 ocupó un puesto estable en la Academia de San Fernando.
Por su parte, Javier Novo, coordinador de Conservación e Investigación del Museo de Bellas Artes de Bilbao, esboza la prolija actividad pictórica de Luis Paret entre 1779 y al menos 1787, en ese marco de la Ilustración impulsada en esos años. Bilbao fue la ciudad que eligió, frente a Sevilla y Valencia, para establecerse con su mujer y formar una familia con el nacimiento de sus dos hijas. En esos largos 8 o 9 años, Paret pintó escenas religiosas o paisajes elegantes como sus vistas de El Arenal, Bermeo, Portugalete o el modo de captar la vida en el puerto de Olabeaga o en las barcazas de Pasajes. Como Novo afirma «estas representaciones tienen especial relevancia desde el punto de vista histórico, ya que en ellas Paret recoge una visión fidedigna de las localidades portuarias vascas».
En Luis Paret y el genio del ‘dibuxo’, el historiador Alejandro Martínez argumenta sus excelentes dotes como dibujante, ya mencionada por Ceán Bermúdez, su buena formación académica y la influencia que tuvo en su carrera su principal mentor, Charles François-Pierre de la Traverse, entre 1759 y 1760, unido a la gran erudición de Paret y el dominio de los espacios arquitectónicos.
José Luis Merino aborda la técnica e inspiración del pintor madrileño, que supo utilizar soportes variados como madera, cobre y sobre todo el lienzo, así como formatos diferentes en los que gestionaba con habilidad la materia pictórica. Durante esos años en los que residió y trabajó en Bilbao, Luis Paret. entró en contacto con clientes e hizo amigos en la Villa de Bilbao como cuenta Aingeru Zabala, desde el arquitecto Ventura Rodríguez, José Domingo de Gortázar, el corregidor José Joaquín de Larreategui y José María Barrenechea, entre otros, que le hicieron merecer un reconocimiento en la sociedad civil y eclesiástica.
Javier González de Durana menciona la exposición que tuvo lugar en 1991, primera monográfica dedicada a Luis Paret, en la que se hicieron nuevas atribuciones y se revocó la autoría de obras atribuidas a él, que resultaron ser de Carnicero y Maella. González de Durana sugiere que esa gran muestra propició adquisiciones, donaciones y la aparición de libros con numerosos grabados basados en dibujos de Paret. Julen Zorrozua indaga en la importancia que tuvieron las artes figurativas en Vizcaya en los años que Paret vivió allí y cómo se fue evolucionando desde el estilo barroco imperante hacia el neoclásico, algo a lo que contribuyó Paret con sus proyectos arquitectónicos y ornamentales.
A finales del siglo XVIII las artes decorativas reflejaban el nivel social y el gusto de muchas familias. Raquel Cilla investiga esta faceta en la época de Paret, así como el gusto por lo exótico de culturas orientales o americanas, visible en las sillas, espejos y en diferentes enseres y tejidos, e incluso en elementos que configuraban el mundo religioso: custodias, capas fluviales, casullas y cálices. Otro aspecto abordado por María Jesús Cava es cómo en las obras de Paret y coetáneos se fijaban modus vivendi de la vida cotidiana: el consumo de chocolate, los alimentos dispuestos en bodegones, la organización del trabajo y el modo de disfrutar la fiesta o incluso los rituales amatorios. Por último, Amelia Leira, pone su foco en la moda que imperaba en España en esos años, influidos por el gusto francés y más tarde por el inglés; los tipos de tela, entre los que menciona la seda, para la clase adinerada, la lana o el algodón. Un par de cuadros de Paret: Las parejas reales o La tienda del anticuario ilustran en cierto modo la vestimenta española del último tercio del siglo XVIII.