Los retratos atemporales de Yiadom-Boakye en el Guggenheim
Lynette Yiadom-Boakye, artista británica de raíces ganhesas, expone en el Guggenheim de Bilbao 70 de sus obras, entre las que hay lienzos y dibujos al carboncillo, todos ellos retratos cargados de naturalidad y poesía.
«Pinto sobre lo que no puedo escribir, y escribo aquello que no puedo pintar». Así define Lynette Yiadom-Boakye la relación entre las dos disciplinas que practica, la pintura y la literatura. Sin embargo, al ver su trabajo resulta difícil separarlas, distinguir dónde comienza una y termina la otra, pues sus textos son muy visuales y sus lienzos son muy poéticos.
En todos ellos podemos ver personajes de carácter atemporal: ni el entorno que los rodea ni sus vestimentas nos ayudan a situarlos en un momento o lugar preciso, algo que Yiadom-Boakye busca deliberadamente para jugar con la ambigüedad.
En ocasiones incluso resulta difícil saber si sus figuras son hombres o mujeres. Tal y como la artista y la comisaria –Lekha Hileman Waitoller– explican, esto responde a una búsqueda de fluidez, pero también de cierto aire de intriga y misterio.
Sus cuadros invitan al espectador a preguntarse qué está sucediendo en ellos, y de hecho en ocasiones incluyen elementos extraños que invitan a la fabulación. Un ejemplo de ello son los búhos u otros pájaros, zorros y otros animales que, a pesar de ser salvajes, aparecen retratados como mascotas. Además, también los títulos de las obras enfatizan su narratividad; parecen versos extraídos de un poema, igual que ocurre con el título de la exposición: Ningún ocaso tan intenso. Yiadom-Boakye incide en numerosas ocasiones sobre este aspecto, afirmando que el nombre de una pieza no tiene que justificarla o explicarla, sino que sirve de acompañamiento y se convierte en un elemento más para su interpretación para ayudar a construir la historia que gira a su alrededor.
Al principio, la artista londinense pintaba retratos de modelos reales, pero ahora trabaja con personajes imaginarios porque esto le permite ser más espontánea y no verse tan limitada por la técnica y la voluntad de acercarse lo máximo posible a la realidad.
Todas sus figuras son negras, «porque reflejan su entorno, la realidad que envuelve su propia vida», como ella misma explica. En la forma de retratarlos destaca, también, un halo de intimidad y de cotidianidad.
Esta muestra, que convierte a Lynette Yiadom-Boakye en la artista más joven –junto a Cristina Iglesias– en exponer en el Guggenheim, nace de otra que iba a realizarse en el 2020 junto con la Tate Britain, y que se vio frustrada por la crisis de la COVID-19.
En aquel caso se había planeado una retrospectiva más amplia, mientras que Ningún ocaso tan intenso ha terminado siendo una muestra de obras de los últimos tres años, muchas inéditas hasta el momento. En especial, destacan sus recientes dibujos al carboncillo, técnica que Yiadom-Boakye ha recuperado porque le permite trabajar con mayor frescura, y porque el resultado nuestra una cierta impronta de intimidad.
La artista explica que, aunque al principio se vio decepcionada por ver su exposición del 2020 frustrada, al final lo ha acabado considerando una oportunidad. Durante el confinamiento, al no tener claro qué iba a ocurrir en el futuro, sintió que podía crear sin expectativas ni pretensiones, sin pensar demasiado en cuál sería el destino de sus obras, lo que convirtió esta etapa en una especialmente productiva.
Esta muestra podrá contemplarse hasta el 10 de septiembre, y cuenta con una serie de actividades complementarias relacionadas con las fuentes de inspiración de las que la artista se vale para pintar.
Una de ellas es la música, por lo que se ha colocado en una de las paredes de la miestra un código QR que da acceso a una lista de reproducción de Spotify con canciones que Yiadom-Boakye disfruta y utiliza para crear.
Otra es, evidentemente la literatura. Sobre ella, se expondrán en una sala contigua a la exposición una serie de textos afines, entre los que destacan autores como Toni Morrison o Ted Hughes. Por último destaca su pasión por el cine –ella misma explica entre risas que ha visto todas y cada una de las películas de Almodóvar–, por lo que se harán tardes de cine en las que se proyectarán largometrajes escogidos por la artista. En ellas, además de los filmes del director español, se mostrarán otros de autores como Pasolini o Chabrol. Sofía Guardiola