Las posibilidades del mercado contemporáneo
La semana pasada reflexionamos sobre la dirección por la que optaría el mercado del arte antiguo en nuestra vuelta a la normalidad. Para ello contamos con las declaraciones de dos galeristas especializados en ese periodo (Artur Ramón y José Antonio de Urbina). Esta semana, con la intención de ampliar el enfoque, prestamos atención al arte del siglo XX y XXI. ¿Cómo cambiará el mercado contemporáneo? ¿Sufrirán una aceleración las tendencias que ya empezaban a dibujarse en el horizonte (online) o las estrategias serán nuevas? Mercedes Ros de la galería Marlborough en Barcelona y Jordi Pascual, director del espacio del mismo nombre, nos ayudan a vislumbrar el futuro inmediato y el más incierto.
Se considera que la mitad más afortunada del mercado es la que se especializa en arte contemporáneo. Media batalla ya está ganada cuando un público mayoritario desea lo que le estás ofreciendo. Las altísimas cifras alcanzadas por los artistas de los últimos 150 años avalan este amor generalizado. Lo innecesario de un cortejo preliminar y la facilidad con la que un espectador puede caer rendido ante una obra contemporánea han permitido al sector experimentar, ser atrevido y rompedor. Solo había terreno que ganar, sin ninguna sombra de duda.
Sabiamente, el éxito no ha supuesto un adormecimiento en su actividad. Las ansias de expandirse espolearon a todos los agentes que se lanzaron a territorios antes inexplorados. La plena consciencia de representar un bien codiciado ha sido el mejor regalo. Si bien, este crecimiento ha sido, como en otros sectores, enfocado a extender sus redes de influencia por la mayor parte del globo. El posible cambio de paradigma ante el que nos encontramos a causa del COVID-19 puede, sin embargo, modificar este plan.
Muchos expertos dan como irreversibles las conexiones de nuestro mundo globalizado, pero durante los últimos meses hemos asistido a cómo la primera potencia mundial, EE.UU., seguía un camino proteccionista en sus políticas comerciales. Esta misma semana, el presidente Trump anunciaba por twitter su intención de suspender temporalmente la inmigración legal con la intención de “proteger los empleos de los grandes ciudadanos americanos”. Una frontera inaudita en un mundo tan interconectado como el nuestro. Cabe pensar que estos experimentos no tendrán mayor recorrido. Pero también es posible que se “descubran” formas alternativas de realidad que se incorporen a nuestro día a día.
Al plantearle esta cuestión a Mercedes Ros no elude esta reflexión: “El posible cambio hacia un mercado más local realmente lo espero, porque la globalización nos está demostrando que aun tiene muchos defectos y uno de ellos es la deslocalización. Se ha apostado demasiado fuerte por los centros y las grandes ferias como si lo bueno solo fuera eso y ello conlleva un filtro enorme que deja fuera a mucha gente. Por suerte ya hay declaraciones de coleccionistas privados e instituciones que van a apostar por las galerías y los artistas nacionales. Me parece una buena iniciativa que denota una sensibilidad especial, porque debemos volver la mirada hacia nuestro particular kilómetro cero artístico.”
Jordi Pascual también expresa su deseo por un escenario en el que los artistas españoles, consagrados o noveles, obtengan más reconocimiento por parte de un mercado local revitalizado. Pero afirma que aún es pronto para saber cómo se desarrollarán los acontecimientos.
La relación inversamente proporcional entre globalización y diversidad se da en todos los ámbitos, y cabe la posibilidad de que una situación más compleja a nivel global pueda desencadenar en una reactivación de sectores nacionales adormecidos. Una mirada introspectiva, que no tenga que derivar en un chovinismo contraproducente, podría ser un punto de esperanza ante un cambio de las reglas del juego.
La reducción al mínimo común denominador de las experiencias online no convence a todos los agentes, y al igual que con el arte antiguo, en el contemporáneo se coincide con que la experiencia física es vital a la hora de adquirir una obra, al menos una original: “Nuestra clientela quiere ver las obras originales al natural; otra cosa es la obra gráfica. Hay cosas que son insustituibles, y la visión de la obra y lo que nos transmite cuando la tenemos delante no hay pantalla que lo supere”, comenta Ros.
La posición de Jordi Pascual es similar, su estrategia se basa en lo presencial y, de momento, está a la espera de ver cómo se desenvuelven los acontecimientos: “Estamos notando la misma afluencia online. No ha variado”. Aunque sí señala que las empresas que ya contaban con esta estrategia como parte integrante de su proceso de venta –las casas de subastas, por ejemplo– mantendrán un ritmo de negocio igual o incluso mayor que antes: “La subasta virtual de Sotheby’s Contemporary Curated ha adjudicado casi todos los lotes, aún en estas circunstancias”. Entre las piezas que encontraron comprador, se encuentra Antipodal reunion de George Condo por 1 millón de libras.
En cuanto al tema más candente, el de las ferias, su viabilidad en un mundo sin aglomeraciones –al menos temporales– y su supervivencia, quizá la nueva normalidad se acerque más a la experiencia de la galería Marlborough: “A diferencia de otras galerías, las ferias no suponen el grueso de nuestra facturación anual pero sí que son importantes para mostrar la obra de nuestros artistas y conocer a nuevos coleccionistas. Este año íbamos a hacer dos ferias nuevas en países en los que no habíamos estado exponiendo y esta pérdida, aunque hipotética, la considero importante”.
Por su parte, Pascual espera que la recuperación y un efecto rebote de la economía sea patente a finales de año. Las ferias son parte muy importante de su modelo de negocio: “Veníamos de unos resultados muy buenos recientemente. Un alto porcentaje de las ventas procede de ellas. Son un gran escaparate, y las transacciones se cierran allí. La cancelación y retraso de algunas ferias supone un problema temporal, pero una vez que esta situación haya pasado, esperemos que a finales de año, veremos una recuperación”. Su confianza se basa en la naturaleza de esta crisis: “no es lo mismo que ocurrió en 1992 o en 2008, no hay un problema de liquidez”.