Las mujeres de la posguerra protagonizan las últimas adquisiciones del MNAC
El museo catalán ha añadido a su colección permanente 24 obras de arte contemporáneo, de las cuales 16 son de artistas poco conocidas o fuera del relato tradicional, para renovar las salas dedicadas al periodo de posguerra y segunda vanguardia. Entre las compras recientes, se encuentran piezas de Josefa Tolrà, Rosa Agenjo, Claude Collet, Daniel Argimon, Juan Genovés, Parvine Curie o Amèlia Riera.
Finaliza la guerra y España se encierra sobre sí misma. La censura se ejerce sobre todo aquello que no se ajusta a los temas promovidos por el Régimen. En este contexto, ¿es posible una modernidad? El Museo Nacional d’Art de Catalunya asegura que sí y lo demuestra en las dos últimas salas (81 y 81 bis) de la sección Arte y Guerra Civil, que ahora acogen una veintena de obras nuevas (en su mayoría firmadas por mujeres).
A partir de finales de la década de 1940, bajo el opresivo yugo franquista y el grupo Dau al Set en el centro, empieza a incubarse una poética heredada del surrealismo, marcada por el existencialismo trágico. En paralelo, conviven una abstracción de inspiración cosmopolita y un informalismo ensimismado en la exploración de la materia.
Ejemplo de ello es el cuadro Kruscov de Daniel Argimon, que desde la semana pasada se exhibe al público entre las adquisiciones recientes. Mezcla entramados lineales, manchas, salpicaduras y dripping en una gama cromática de tonos marrones y negros. El único elemento figurativo es la fotografía de la parte posterior de la cabeza del personaje que da título al cuadro. La tela se relaciona con otras obras de carácter político e ideológico que Argimon produce en la misma época, como la serie de collages sobre papel dedicados a Cuba y Fidel Castro.
Por otro lado, hay quien combate el ambiente angustiante con humor. Es el caso de Marika Vila, quien inicia un cambio en el lenguaje narrativo para trasgredir las formas, espacios y contenidos tradicionales, especialmente los asignados a las mujeres, a través del cómic femenino. La pinacoteca expone ocho láminas pertenecientes a su Dosier Amparo Torrega, creado en colaboración con Felipe Hernández, donde narran la vida de una mujer republicana bajo el franquismo.
Otra figura que formó parte de una generación de artistas visionarias fue Josefa Tolrà, quien concebía su obra en estado de trance. También conocida como “La Pepeta de Cabrils”, vivió la posguerra española a las órdenes de unos “seres de luz” que la guiaban como dibujante y que la convirtieron en una médium. En sus viajes místicos veía lugares en los que nunca había estado y que luego plasmaba en papeles y libretas.
Sus años más prolíficos fueron la década de los años cuarenta y cincuenta, época a la que pertenece Paisaje Polo Norte (dibujo fuerza fluídica), también presente en la muestra. Aunque sus dibujos eran manifestaciones artísticas inclasificables y excéntricas, fue ese carácter excepcional el que suscitó el interés en personalidades de la cultura como Tàpies o Brossa.
Otra de las obras recientemente adquiridas por el MNAC que ya se pueden ver en las salas finales de la colección es el cuadro de Rosa Agenjo, que destaca por su singularidad. Se trata de La vida és un diàbolo, titulada así por la figura del niño pequeño que juega con ese instrumento; simboliza la cualidad pendular y de inestabilidad de la vida.
En el lienzo aparecen, además, una figura femenina con el rostro atravesado por un pájaro, objetos tan dispares como una bota de cordones negra y un maletín de ejecutiva para apuntar su empoderamiento, y una cara sonriente que recuerda a otra pintura suya: La máscara del sexo.
Junto a esta creadora se exhiben obras de Aurora Altisent, Claude Collet, Rosa Maria Barrera, Colita, Laura Pérez Vernetti o Silvia Gubern. Todas se recogen en una única estancia dedicada a la introspección y la revuelta, poniendo en común las propuestas artísticas de mujeres que reflejan su posición ante la sociedad y respecto a su propia identidad.
Serie del pan, núm. 3 de Esther Boix es un buen ejemplo de esta actitud reivindicativa, tanto en el terreno político como en el feminista. Junto a la serie Dianas y Un día se te merendarán, es una de las composiciones más violentas e impactantes de su producción. La autora quería reflejar el sentimiento solitario e indefenso de aquellas personas que eran explotadas y privadas de sus derechos fundamentales.
El recorrido culmina con Cruzado óptico triple mágico de Amèlia Riera, un maniquí intervenido cuyo título deriva de una conocida marca de sujetadores de la época. De esta forma, pone de manifiesto el cuerpo amputado y cosificado de la mujer, violentado por los surrealistas.
Estas nuevas adquisiciones que ahora da a conocer la pinacoteca catalana no solo amplían su colección, sino que acercan al público las nuevas formas de resistencia durante la posguerra española, demostrando así que un lenguaje disruptivo y una modernidad transgresora son posibles. Nerea Méndez Pérez