La vida cotidiana a través de las momias egipcias
CaixaForum Madrid abrió el pasado jueves la exposición Momias de Egipto: Redescubriendo seis vidas, fruto de la colaboración entre la Fundación ‘la Caixa’ y el Museo Británico. Comisariada por Marie Vandenbeusch, conservadora del departamento del Antiguo Egipto y Sudán del British, y Daniel Antoine, conservador jefe del mismo departamento, la muestra explora la identidad de seis ciudadanos del antiguo Egipto, gracias a los conocimientos y aportaciones que la tecnología permite en la actualidad. Permanecerá abierta hasta el 26 de octubre.
El acuerdo de colaboración entre la Fundación «la Caixa» y el Museo Británico firmado en 2015 y que se renovó en 2019 ha permitido la organización de siete exposiciones, desde la Europa Medieval, el mundo griego, el mundo del lujo o la dedicada al Rey Faráon, entre otras. Ahora, gracias a los conocimientos acumulados por los egiptólogos y apoyados en técnicas de tomografía computarizada los investigadores han conseguido desvelar datos sobre el perfil personal de seis individuos que habitaron el Antiguo Egipto: un funcionario, dos sacerdotes, una mujer casada, un niño y un joven grecorromano.
Entre otros descubrimientos se ha podido saber la edad, las creencias, las enfermedades y el tipo de alimentación, que son aspectos relevantes de la vida cotidiana y que ahondan en los procesos de momificación, la visión de la muerte y el concepto del más allá de los antiguos ciudadanos de una cultura tan fascinante como la egipcia.
Cada una de las seis momias posee una historia singular, que permite ser compartida para los aficionados a las grandes civilizaciones. En torno a esos cuerpos embalsamados se articula la exposición para saber cómo eran las prácticas curativas, la música, la peluquería y el uso de los cosméticos, la religión y el rol que en esa sociedad tenían las mujeres, los jóvenes y los niños. Por eso se han incluido máscaras, sarcófagos, vasos, esculturas, joyas y otros enseres domésticos para expresar las creencias en su vida cotidiana. Y junto a esos objetos también encontramos imágenes en 3D y digitales de las capas ocultas de los envoltorios.
El recorrido, centrado en cada una de las momias, comienza con un ámbito introductorio y finaliza con otro de conclusión sobre la creencia de que en el Antiguo Egipto era necesaria la preservación del cuerpo para que el difunto siguiera viviendo en el más allá; es decir, seguir el camino de Osiris, dios de la otra vida y el primero en ser momificado. Las primeras momias egipcias se cree que datan del año 4.000 a.C., con el objetivo de preservar el cuerpo después de la muerte.
La primera de ellas es la de Ameniryirt, funcionario de Tebas, que supervisaba los dominios de Amernidis, hija del rey Kashta, por lo que pertenecía la élite local y por su poder podía ser momificado. Envuelto en lino de 12 cm de grosor, su mortaja exterior estaba teñida de rosa oscuro o rojo. Se ha podido saber que medía alrededor de 1,64 m y que tenía entre 35 y 49 años al morir, que probablemente tenía un cáncer y sufría de ateroesclerosis.
El caso de Nesperennub, sacerdote de Tebas (actual Lúxor) en el templo de Karnak, y de origen familiar de alto rango, nos habla de una buena conservación. Debajo de los envoltorios había muchos amuletos y objetos rituales a los que se atribuían poderes mágicos para proteger al difunto y que le ayudarían a alcanzar la inmortalidad. La caja de cartonaje de este sacerdote contenía representaciones de Osiris, Isis y el hijo de ambos, Horus, lo que revela la importancia de este sacerdote en la sociedad egipcia.
Otro sacerdote como Penamunnebnesuttawy, datado hacia el año 700 a.C., quizás también de Tebas, y que vivió en el norte de Egipto aunque murió más al sur. La investigación arroja el cuidado que hubo en su momificación y que el embalsamador no extrajo su cerebro. La tomografía computarizada revela una mala salud dental y sus arterias nos dicen que padecía aterosclerosis, tal vez por tener una dieta rica en grasas animales o por herencia genética. En las clases altas egipcias, y muchos sacerdotes pertenecían a ellas, la dieta era rica y variada, bebían vino, y tomaban pescado, aves, frutas, verduras junto a dátiles, higos, entre otros alimentos.
El caso del papel de la mujer casada está representado por Takhenemet, originaria de Tebas, también datada hacia el año 700 a.C., enterrada en tres sarcófagos encajados uno dentro de otro. Hija de Padikhonsu, portero de un templo dedicado a Amón, quizá el templo de Karnak, murió entre los 35 y los 49 años. Fue enterrada con un sistro, instrumento musical parecido a un sonajero, que nos confirma la importancia que tenía la música en la sociedad egipcia, junto a joyas, abalorios y cosméticos, lo que subraya la preocupación de las mujeres por su aspecto personal.
La quinta y la sexta momia son las de un niño pequeño de Hawara, datada hacia el año 40-55 d.C y un joven del Egipto grecorromano, de finales de la dinastía ptolemaica o principios del período romano (c 100 a.C – 100 d.C) probablemente encontrada en la misma necrópolis que la anterior. La primera es un caso poco habitual en los procesos de momificación porque no solían embalsamar a los niños. Se sabe que tenía alrededor de cuatro años cuando murió y por ello fue envuelto con muchas capas de vendaje con un retrato pintado con delicadeza, lo que nos dice que procedía de una familia importante. La momia del joven y los estudios posteriores explican que este cuerpo tenía 17 o 18 años cuando murió y no se ha podido saber el nombre del difunto. Son dos casos de embalsamiento tardío cuando griegos y romanos llegaron a Egipto y mantuvieron las costumbres funerarias con ligeros cambios pero con un fin similar, ayudar al difunto a renacer en el más allá y seguir los pasos de Osiris.