La colección Barberini vuelve a reunirse en Roma
Más de medio centenar de obras maestras regresan al Palazzo Barberini para conmemorar el cuarto centenario de la elección de Urbano VIII como Papa. La imagen soberana repasa la trayectoria política y cultural del pontífice, al tiempo que hace posible que el Sacrificio de Isaac de Caravaggio, el Sansón de Valentin de Boulogne y la Fornarina de Rafael estén juntas de nuevo.
Urbano VIII fue una figura fundamental para la Italia del siglo XVII. Ascendió al papado en 1623 y ejerció uno de los pontificados más largos y prolíficos del Barroco (que acabaría en 1644). Ahora que se cumplen 400 años de aquel momento, las Gallerie Nazionale di Arte Antica han querido recordar su legado con una exposición y la colección Barberini vuelve a reunirse en Roma.
Maffeo Barberini infundió un sello inconfundible a su pontificado, impulsando grandes empresas como el baldaquino de San Pedro de Bernini o los frescos de Pietro da Cortona para el gran salón de su palacio. Su manera de ejercer el poder alcanzó todos los ámbitos, desde el filosófico, científico y cultural hasta el religioso y político.
Su nepotismo contribuyó de manera decisiva a engrandecer un apellido y un escudo –cuyo símbolo son las abejas– que aún hoy puede verse por los monumentos más importantes de Roma. Junto a sus sobrinos, los cardenales Francesco y Antonio y el príncipe Taddeo, formó una de las mejores colecciones de la época, con obras maestras de Bernini, Poussin, Caravaggio, Guercino o Rafael, entre otros.
Durante el Seicento, los Barberini fueron los amos de la corte italiana. Lamentablemente ese esplendor comenzó a diluirse a partir del siglo XVIII, cuando varios desacuerdos entre sus herederos provocaron la primera dispersión de tan preciados tesoros. Un declive que se potenciaría aún más en 1934, momento en el que un decreto real permitió a los príncipes la venta de sus obras en el extranjero.
Fue así como San Sebastián arrojado a la cloaca Máxima de Carracci –Paul Getty Museum– o La muerte de Germánico de Poussin –Minneapolis Institute– salieron de Italia rumbo a Estados Unidos. Ahora ambos cuadros regresan a Roma y al palacio donde en su día fueron expuestos, para reunirse junto a la Fornarina de Rafael o Las tres Magdalenas de Andrea Sacchi.
La imagen soberana. Urbano VIII y los Barberini está comisariada por Maurizia Cicconi, Flaminia Gennari Santori y Sebastian Schütze. Se compone de algo más de 80 obras, una docena procedentes de los fondos propios del Palacio y el resto prestadas por 40 colecciones o museos nacionales e internacionales (el Prado y el Thyssen incluidos). Todo un esfuerzo que “representa la culminación de una investigación de muchos años”, en palabras de Gennari Santori, co-comisaria y directora de Gallerie Nazionali Barberini Corsini.
El recorrido se divide en 12 secciones que no solo se reparten por las salas expositivas de la planta baja, sino también por la zona noble donde se encuentran la Sala de Pietro da Cortona, la del Trono o la Sala de Mármol.
La muestra comienza con el temprano interés de Maffeo por el arte (cuando aún era cardenal). Aquí encontramos grandes hitos como el mencionado Sacrificio de Isaac de Caravaggio prestado por los Uffizi.
Más allá, el Martirio de san Erasmo de Nicolas Poussin procedente de los Museos Vaticanos refleja mejor que ningún otro cuadro religioso el esfuerzo del Papa por reafirmar la universalidad de la Iglesia católica. Del pintor francés destaca también la Muerte de Germánico, cedido por el Minneapolis Institute y expuesto cerca del retrato de Marc’Antonio Pasqualini coronado por Apolo de Andrea Sacchi del Metropolitan.
La Sala Oval ofrece grandes reencuentros, como el busto de Urbano VIII (Palazzo Barberini) y el de Richelieu (Louvre), ambos de Bernini, junto a Francesco Bracciolini realizado por Giuliano Finelli y procedente del Victoria & Albert de Londres.
No podía faltar la presencia de Andrea Camassei, uno de los artistas que mejor supo interpretar las estrategias de mecenazgo de la familia. De él se exhiben La masacre de los nióbidas y La caza de Diana. Ambos restaurados para la ocasión.
A todas estas pinturas y esculturas se suman libros, grabados y tapices que en su día pertenecieron a los Barberini y que ahora se reúnen de nuevo por vez primera, tras su desmembramiento. Todo con la idea de recrear el fasto y la riqueza de una de las familias más poderosas de la Italia del Seicento.
La imagen soberana. Urbano VIII y los Barberini podrá visitarse en las Gallerie Nazionali di Arte Antica hasta el 30 de julio. Sol G. Moreno