Juan Muñoz y su universo dibujado sobre negro
El Centro Botín de Santander celebra su quinto aniversario con una completa retrospectiva en torno a la faceta dibujística del escultor, para quien esta tarea fue «solitaria y muy hermosa». Más de 200 obras completan el recorrido íntimo por los personajes enigmáticos, inquietantes y anónimos que definieron su carrera y que a menudo emergieron de fondos oscuros.
Hay algo en la obra de Juan Muñoz que produce desasosiego. Sus personajes aparentemente risueños pero solitarios, su ausencia de piernas, sus ojos en ocasiones inertes y con las cuencas vacías, sus figuras de espaldas e indefensas… Todo parece girar en torno a la condición humana, pero con ese punto oscuro que le acerca a Ezra Pound o Joseph Conrad, dos figuras que ahora emergen con fuerza gracias a los dibujos del escultor madrileño que se exponen en el Centro Botín. Ambos, poeta y escritor, son protagonistas indirectos de dos de las 12 salas que se reparten por la institución santanderina, que ha organizado la primera y más completa retrospectiva centrada exclusivamente en esa faceta del artista. De esta forma, la institución mantiene viva su apuesta por el dibujo contemporáneo, al inaugurar Juan Muñoz: dibujos 1982-2000 justo el fin de semana en el que ha celebrado su quinto aniversario.
Si las figuras tridimensionales del madrileño muestran al espectador un particular universo de personajes enigmáticos y anónimos, sus dibujos le invitan a abrir una puerta para descubrir las vidas e historias de esos seres. Pero no nos equivoquemos; no se trata de bocetos previos o preparatorios de la pieza escultórica, sino de relatos nuevos y de propuestas alternativas.
El artista, nacido en Madrid en 1953 y fallecido prematuramente en Ibiza 48 años después, exploró sin descanso rostros, movimientos, posturas, actitudes y gestos. Dibujó toda su vida y lo consideró como una forma independiente de creación. Otra más, junto a la escultura, la música o la literatura, artes que también practicó. «Dibujar es un placer, una tarea solitaria y muy hermosa. Nunca quise dibujar las piezas que estaba realizando porque pensaba que serían como ilustraciones, así que intenté hacer dibujos que fuesen entidades separadas».
Precisamente con esa concepción autónoma e independiente en la cabeza, Dieter Schwarz ha ideado un completo recorrido por la trayectoria del artista como dibujante. Un total de 204 obras completan el recorrido, organizado de forma temático-cronológica mediante una decena de salas que el comisario ha concebido «como 12 pequeñas exposiciones».
En ellas se aprecia la riqueza de técnicas y variedad de registros del autor, desde sus interiores de muebles de los años noventa hasta los papeles finales, esas imágenes distorsionadas en las que coquetea con la idea de su propia muerte. Aquí es donde aparece Ezra Pound, gracias a una fotografía suya que Muñoz utilizó como punto de partida para un peculiar autorretrato novelado que tituló Breve descripción de mi muerte (1999).
Pero aquella no fue la única ocasión en la que utilizó una fotografía en blanco y negro para desarrollar sus creaciones. Un año después recurrió a la famosa imagen de Federico Patellani en la que aparecen Luchino Visconti y Maria Callas en un camerino de la Scala de Milán. La serie resultante, Mujer y hombre con espejo, ofrece diversas variaciones sobre la misma escena, que reflexiona sobre el equilibrio de poder entre el director y la solista, el artista y su modelo.
Algunos de estos dibujos colgaban del dormitorio del artista y su mujer Cristina Iglesias –también escultora–, como ella misma confesó a ARS Magazine durante la presentación de la muestra.
«Hay una historia muy personal que me conecta con los dibujos de Visconti y Maria Callas porque estaban en mi habitación, pero hay muchos otras obras suyas que me encantan. Juan trabajó mucho la intensidad de la mirada y ese humor que trasciende que le une tanto a Goya».
Quién sabe si fue esa ‘ironía goyesca‘ o solo razones estéticas lo que le llevaron a Muñoz a preferir el negro como fondo para la mayor parte de sus dibujos, dejando que los trazos blancos emergiesen del fondo como en el negativo de una fotografía, como figuras que pugnan por salir de la oscuridad.
Aunque el autor realizó muchas de estas obras sobre papel, desde muy pronto comenzó a explorar otros materiales como por ejemplo el carboncillo sobre cemento –Late Portrait (1985)– o la tela de gabardina teñida de negro con tiza blanca (Raincoat Drawings, 1988-1995). Sobre este mismo soporte de algodón realizó una serie de ilustraciones inspiradas en Una avanzada del progreso del escritor de origen polaco Joseph Conrad; la idea era publicar un libro de artista pero el proyecto finalmente nunca vio la luz.
Ahora estos y otros dibujos se muestran por primera vez juntos en el Centro Botín, gracias al préstamo excepcional de casi medio centenar de coleccionistas e instituciones, así como a la colaboración del Juan Muñoz Estate, que ha cedido varias obras para la ocasión.
Lucía Iglesias Muñoz, quiso agradecer a la institución santanderina esta muestra, que recuerda cómo su padre fue «un artista multidisciplinar que desde el inicio de su carrera exploró con honestidad el dibujo y la escultura, pero también la escritura, la obra musical y el teatro. Tuvo la valentía de hacerlo sobre la condición humana y entrelazarlo con varias técnicas».
La exposición, que podrá verse hasta el 16 de octubre, da la bienvenida al visitante con unos ojos inquietantes que se mueven y nos siguen a medida que los rodeamos. «Son como un espejo donde mirarnos», comenta Schwarz. El espejo sobre la condición humana en el que buceó Juan Muñoz. Sol G. Moreno
Si los dibujos consiguen transmitir una emoción, es porque pueden dar la sensación de que ha ocurrido o va a ocurrir algo», Juan Muñoz