Juan de Córdoba, más que un agente al servicio de Velázquez

Juan de Córdoba, más que un agente al servicio de Velázquez

Diego Velázquez. Juan de Córdoba (detalle). Hacia 1650. Óleo sobre lienzo. 67 x 50 cm. Museos Capitolinos, Roma.

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando acaba de inaugurar la exposición Velázquez en Italia. Entre Luigi Amidani y Juan de Córdoba, que podrá visitarse hasta el 4 de septiembre. Comisariada por José María Luzón, la muestra ahonda en la relación entre el sevillano durante su segundo viaje a Italia y su agente en Roma, que no solo fue clave para acceder a las colecciones romanas destinadas a embellecer el Alcázar de Madrid. Sus excelentes relaciones en la corte papal permiten ahora sacar nuevas conclusiones sobre la intrincada vida del círculo de Córdoba entre la Ciudad Eterna y España.

Siempre ha despertado un gran interés el retrato velazqueño conservado en los Museos Capitolinos de Roma. Las incógnitas sobre la identidad del personaje representado –se había considerado desde un autorretrato hasta la efigie de un eclesiástico– y cuándo había sido pintado, quedaron por fin resueltas en 2019. Fue entonces cuando Francesca Curti, en un artículo publicado en The Burlington Magazine, demostró que se trataba de Juan de Córdoba y que por tanto su fecha de realización debía situarse durante la segunda estancia romana del sevillano entre 1649 y 1651. Se despejaban finalmente las dudas sobre su identificación con aquel que el propio Córdoba regaló a su amigo Camilo dal Corno y que, tras la muerte de este, pasó a la colección del cardenal Carlo Francesco Pío.

Con todas las cuestiones resueltas, a partir de mañana podrá verse en la Academia de San Fernando como plato fuerte de la exposición Velázquez en Italia. Entre Luigi Amidani y Juan de Córdoba, que acaba de presentarse ante los medios y que podrá visitarse hasta el 4 de septiembre. A partir de ella –y siguiendo en la senda de la otra gran muestra que organizó la corporación en 2007 sobre las esculturas contratadas por Velázquez en Roma para la decoración del Alcázar de Madrid–, el visitante podrá sumergirse en los dos viajes del pintor a Italia a través de algunos de los fondos propios de la Academia. También gracias a ellos tendrán la oportunidad de contemplar uno de los escasísimos dibujos autógrafos del artista, el Estudio para el retrato del cardenal Borja (hacia 1643-1645), que estudia con detalle Ascensión Ciruelos en el catálogo.

Diego Velázquez. Juan de Córdoba. Hacia 1650. Óleo sobre lienzo. 67 x 50 cm. Museos Capitolinos, Roma.

El primer viaje a Italia se enmarca a través de la Última Cena, que formó parte de las colecciones reales españolas hasta principios del siglo XIX. Pintada en 1629 en Venecia frente al original de Tintoretto de la Scuola de San Rocco, la obra ejemplifica como pocas el aprendizaje de los pintores a través de las copias de los grandes maestros. En Roma, Velázquez conoció a Luigi Amidani (1591-después de 1629), del que se muestra un conjunto de diez martirios de santos sobre tabla, también propiedad de la Academia, que han sido atribuidos con seguridad a este por el profesor Massimo Pulini. Las últimas investigaciones de Pulini han permitido además barajar la hipótesis del traslado de Amidani a España en 1629.

Diego Velázquez. Última Cena. 1629. Óleo sobre lienzo. 63 x 56,5 cm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
Luigi Amidani. Martirio de San Pedro. Óleo sobre tabla. 43 x 35 cm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
Diego Velázquez. Estudio para el retrato del cardenal Borja (detalle). 1643-1645. Lápiz negro. 188 x 116 mm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

El sevillano volvió a la Ciudad Eterna dos décadas después con un cometido importante: la adquisición de pinturas y esculturas para la decoración del Alcázar de Madrid, que en ese momento (1649) estaba siendo objeto de una profunda remodelación arquitectónica y decorativa. Buen ejemplo de ello son algunos de los vaciados que aún se conservan en la Academia, donde llegaron en 1744 –año de su fundación– y que ahora se exponen, tras el incendio que había destruido el edificio una década antes. Es aquí donde entró en juego Juan de Córdoba, que sirvió de nexo al pintor del rey para acceder no solo a las grandes colecciones romanas, sino a algunos de los grandes protagonistas de la corte papal, a los que también retrató: desde Inocencio X, pasando por Olimpia Maidalchini, Camillo Astalli, Camillo Massino hasta Ferdinando Brandani.

El retrato de este último –Brandani era prefecto de las Componendas de la Dataria Apostólica–, conservado en el Museo del Prado, así como el del propio Córdoba, se analizan en el catálogo de la muestra a la luz de nuevas investigaciones de archivo que descubren las tramas de influencias y favores políticos –y vitales– de estos personajes y las conexiones entre ellos más allá de lo meramente artístico; porque la relación entre Velázquez y Córdoba no cesó tras la marcha del pintor de Roma en 1650 y parece que los vínculos entre uno y otro no solo sirvieron para atender al hijo de Velázquez, sino también para que este último ayudase a su agente en sus problemas económicos con la catedral de Córdoba.

Este y otros asuntos se desarrollan en los diversos estudios que están presentes en el catálogo de la exposición, que ha sido comisariada por José María Luzón y que podrá visitarse desde mañana hasta el 4 de septiembre.