Jacobus de Vrel, un precursor de Vermeer al descubierto
La Fundación Custodia de París inició en 2018 junto a la Alte Pinakothek de Múnich y la Mauritshuis de La Haya una investigación en torno a este pintor holandés que muchos situaban en la escuela de Delft. Seis años después los datos sobre su biografía siguen siendo un misterio, pero la dendrocronología ha revelado un detalle importante: sus tablas se pintaron hacia 1635-1650, es decir, antes de la llegada de Vermeer. Ahora una exposición repasa su trayectoria.
Todo en la figura de Jacobus de Vrel es un misterio. ¿Dónde nació? ¿En qué ciudad desarrolló su carrera pictórica? ¿Con quién se formó? Son preguntas que los especialistas esperaban haber contestado tras seis años de estudio y análisis de su obra. Sin embargo, la vida de este artista sigue siendo un enigma, ya que solo se ha podido saber que las tablas sobre las que realizó sus composiciones datan de 1635-1650.
Este detalle que parece un simple ajuste de fechas –hasta el momento se le consideraba activo en Holanda entre 1654 y 1662– revela un dato significativo: no fue seguidor de Vermeer, sino más bien su precursor. Se da así un paso más en el conocimiento de este enigmático pintor, cuyas obras se confundieron durante años con las del autor de La joven de la perla.
Ya en el siglo XVIII algunas de sus pinturas como Escena callejera con una panadería se vendieron bajo el nombre de Vermeer. De hecho, esa es la autoría con la que esta tabla accedió a los fondos de la Kunsthalle de Hamburgo en 1888, donde todavía se conserva.
Precisamente esta obra es una de las protagonistas de Jacobus de Vrel. Un enigmático precursor de Vermeer, la muestra que recala ahora en la Fundación Custodia tras su paso por La Haya.
Se trata de la primera monográfica organizada hasta la fecha del artista y consta de un total de 23 obras del autor –una decena más de las que se pudieron ver en Mauritshuis–, así como varios dibujos y grabados de creadores coetáneos como Jan van der Heyden o los hermanos Berckheyde.
El recorrido guía al espectador por varias escenas costumbristas con gente que acude a panaderías, barberías o iglesias, como la que ha prestado el Rijksmuseum, que por cierto fue el punto de partida de la reconstitución de la producción de Vrel. También permite comparar la mencionada escena de Hamburgo con una composición muy similar de colección particular (en esta segunda versión la torre se ha sustituido por un nido de cigüeñas, lo que nos hace pensar que el autor pintó la misma escena en dos momentos diferentes).
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De hecho, tanto el urbanismo como los edificios representados en ambos casos han llevado a los historiadores de arquitectura Boudewijn Bakker y Dirk Jan de Vries a pensar que podría tratarse de Zwolle, la ciudad donde nació Gerard ter Borch.
Su obra poética, silenciosa e intimista enseguida fue relacionada con la de Vermeer, maestro de interiores y de escenas privadas de mujeres leyendo cartas o tocando instrumentos (otra de las facetas de Vrel).
Aunque en su caso siempre existe un elemento inquietante: habitaciones a menudo vacías, una silla en equilibrio a punto de caerse, un cristal bajo el que se asoma un rostro infantil, una mujer de espaldas que se asuma a la ventana sin dejarnos ver qué hace…
¿Pero quién fue Jacobus de Vrel, Vrell, Vrelle o Veerlle? Poco se sabe sobre un autor que se tomó su firma como un juego y de la existen hasta tres variantes: «JV’», «J. Frel» o «Jacobüs Vreel», a menudo escritas en minúsculos papeles que dejaba en el suelo. Solo dató uno de sus cuadros: Mujer en una ventana (1654) del Kunthistoriches Museum de Viena y esto sirvió para situarle, erróneamente, en la órbita del artista más conocido de la zona a mediados del siglo XVII en Holanda.
La primera vez que Vrel aparece documentado es en un inventario de 1659 del Archiduque Leopoldo Guillermo cuando era gobernador de los Países Bajos. A su regreso a Viena envió toda su colección a la ciudad con un detallado archivo de las obras. Es ahí donde aparecen dos pinturas “originales de Jacob Frell” y otro óleo sobre tabla de “Jakob Fröll”.
Las tres pasaron a formar parte del Kunsthistoriches de Viena, pero el paisaje se perdió de vista porque se atribuyó al alemán Johannes Lingelbach. Solo ahora se le ha devuelto la autoría, convirtiéndose en el único paisaje del artista conservado hasta la fecha.
Su presencia en una colección tan importante hace pensar que Vrel fue realmente conocido en su época. Sin embargo, los investigadores siguen tratando de desvelar quién fue y dónde nació. De momento solo se conocen medio centenar de obras suyas: un dibujo y 49 pinturas.
La mitad de su producción, incluido el dibujo, se podrá ver en París hasta el 17 de septiembre. Una oportunidad única para acercaros a este enigmático precursor de Vermeer. Sol G. Moreno