Jacobo Castellano se reconcilia con la pintura gracias al Prado
El artista jienense, conocido por sus esculturas de madera, presenta en Alcalá 31 un centenar de piezas entre las que se incluyen además varias pinturas y dibujos, facetas prácticamente inéditas en su obra. El tiempo entre los dedos se inspira en sus visitas al Museo del Prado del último año y en grandes maestros como Zurbarán, Goya y Sánchez Cotán.
Ha costado, pero por fin puede verla inaugurada. El espacio entre los dedos estaba programada para hace unos meses, pero retrasos, imprevistos e historias varias han obligado a Jacobo Castellano a tener un poco de paciencia. Hasta ayer, cuando por fin pudo presentar sus trabajos recientes en Alcalá 31. Muchos de ellos son piezas de madera, terminadas en ese estilo rústico y a la vez poético al que nos tiene acostumbrados. Sin embargo, entre el centenar de obras repartidas por las dos plantas del edificio madrileño, se observan también pinturas y hasta dibujos. “Quería salir de mi timidez de la pintura”, confiesa el artista.
Después de abandonar por prescripción médica sus estudios de pintura al óleo por una intoxicación que casi le cuesta la vida, se ha reconciliado con ella. Esa es una historia que ya me contó cuando visité su estudio hace unos meses (ver número ARS61), pero que conviene recordar para entender cómo ha sido la trayectoria del autor.
Porque en realidad, él iba para pintor. Lo que ocurrió es que durante el segundo año de Bellas Artes se dio cuenta de que era alérgico al aguarrás, de modo que tuvo que reconvertirse en escultor y cambiar el lienzo por la madera, elemento que desde entonces se ha convertido en su mejor herramienta de trabajo.
Pero la espinita seguía estando ahí. Por eso en los últimos años ha vuelto a la segunda dimensión, a las barras al óleo –eso sí, sin disolventes– y al pincel. Una faceta inédita y reciente que se muestra ahora por primera vez en Alcalá 31, con unas telas colgadas sin marco ni bastidor y que recuerdan a José Guerrero.
Lo cierto es que El espacio entre los dedos no es solo una presentación de los trabajos más nuevos del autor. Existe un hilo conductor que es el Museo del Prado. Cuando la comisaria Tania Pardo le propuso este proyecto, Castellano ya había empezado a explorar con la pintura, por eso Pardo planteó tirarse de cabeza a esta nueva disciplina empezando por el principio: la pinacoteca de los grandes maestros.
Juntos han visitado el Prado durante los últimos nueve meses para reencontrarse con los bodegones de Sánchez Cotán y Zurbarán, incluido el préstamo excepcional de la Norton Simon Foundation, sin olvidar ese Pelele de Goya que ahora está reinterpretado en términos tridimensionales.
“Es un paseo por muchas referencias a la historia del arte”, explica Pardo en referencia a esta obra, pero también al ánfora que remite a los cacharros de Zurbarán o a los dibujos que aluden al Perro semihundido de Goya.
El recorrido de la muestra comienza –o termina, según la capacidad del visitante para notarlo– con un par de puertas de grandes dimensiones que se adaptan a los dos huecos de acceso a la sala. Son un guiño a la vivienda donde vive Jacobo, la Casa de las Flores, al tiempo que “un homenaje a su arquitecto: Secundino Zuazo”. Tampoco faltan sus minúsculos aviones, esos que hay que buscar por las paredes, como una firma escondida, ni sus Constelaciones, trozos de madera a los que añade pan de oro bajo el lienzo rasgado.
Aunque el grueso de la exposición siguen siendo sus esculturas construidas en madera maciza, sin pulir ni lijar. Castellano trabaja con este material respetando sus capacidades, su estética y su memoria. Rompe y reconstruye. Ensambla y últimamente también cose (de ahí las grapas que ha colocado sobre una de sus piezas, como haría un cirujano con una sutura).
En el fondo todo su trabajo gira en torno a los juegos de manos: el suyo a la hora de trabajar y el del pasatiempo infantil que ha dado título a la muestra, donde cada pieza guarda una historia, un relato. Desde la madera con esa oquedad llena de aceite hasta la telaraña aún pegada a la tabla que viene directa del estudio.
El espacio entre los dedos podrá verse hasta el 12 de enero de 2025. Sol G. Moreno