«Hondalea», Cristina Iglesias y el faro de la Isla de Santa Clara
El ayuntamiento de San Sebastián ha dado a conocer el nombre de la nueva intervención que la escultora y grabadora donostiarra lleva a cabo en la Isla de Santa Clara. Tiene prevista su apertura para el año próximo.
Cuando entrevistamos a Cristina Iglesias (San Sebastián, 1956) con motivo de la exposición ENTRƎSPACIOS que le dedicó la Fundación Botín en 2018, la artista ya estaba inmersa en un nuevo proyecto: la transformación interior del Faro de Santa Clara de su ciudad natal. Ahora se ha dado a conocer el nombre escogido para él, «Hondalea», así como la fecha prevista para su inauguración, la primavera de 2021. Este trabajo ha ido cobrando forma tras un intenso periodo de investigación realizado en colaboración con el poeta y crítico literario vasco, Beñat Sarasola (San Sebastián, 1984).
La interrelación de Iglesias con la literatura a la hora de dar forma a sus creaciones no es ni mucho menos nueva. Cabe recordar cómo en su «Corredor suspendido» (2007) intercaló en las planchas textos tomados de «El mundo sumergido» de James G. Ballard. Del mismo modo, en «Estancias submarinas» se sirvió de un fragmento de la «Historia natural y moral de las Indias» del jesuita del siglo XVI, José Acosta.
En consonancia con lo anterior, para la artista, la palabra «Hondalea» posee una clara connotación marina, puesto que en euskera significa «abismo en el mar», «profundidad abisal», así como “fondo del mar”. Recoge así los conceptos de mar y profundidad, que son dos ideas fundamentales en esta obra. Aunque no es una palabra de uso extendido hoy día, el término tiene de nuevo una larga tradición literaria y se puede encontrar en escritos del poeta suletino Arnaud Oihenart (1592-1667).
El nombre escogido quiere sintetizar la idea que iglesias ha plasmado en su intervención: la profundidad interior de la Isla de Santa Clara frente a San Sebastián a través de la gruta que ha construido en el interior de la casa del faro. La isla es, además, lo contrario a un abismo; una antítesis que, en palabras de la escultora, funciona perfectamente con sus inquietudes. El azul es el otro gran protagonista de su intervención: el color azul grisáceo del mar cantábrico ha sido el elegido para acompañar a este nombre en la imagen corporativa del proyecto.
Mientras esperamos a la primavera de 2021, podemos conjeturar si, además de los textos de Beñat Sarasola, la obra remitirá a otras intervenciones suyas como «Tres aguas» (2014). No en vano, esta instalación se desarrolló en el interior de la Torre del Agua en la antigua Fábrica de Armas de Toledo.