GAUDÍ: NI ARTISTA HURAÑO NI GENIO INCOMPRENDIDO
El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) en colaboración con el Museé d’Orsay muestra una visión del artista que se aleja de la imagen de hombre esquivo y solitario que tradicionalmente le ha caracterizado.
Con más de 600 piezas, entre las que se incluyen objetos arquitectónicos, documentos, mobiliario, planos y fotografías, esta exposición del Museo Nacional de Arte de Cataluña se propone, en palabras de su comisario –Juan José Lahuerta– «liberar al arquitecto de los tópicos y de las visiones reduccionistas».
Buscando acabar con estas convicciones, la muestra le sitúa en el contexto artístico internacional de su época. Para ello, se incluyen en el recorrido piezas de autores de su tiempo como August Rodin o Viollet-le-Duc. Además, también se trata de situar a Antonio Gaudí (1852 Reus-1926 Barcelona) en el entramado político y social de la Barcelona del momento.
En esta línea, la exposición incide en facetas del artista que suelen pasarse por alto, como su etapa formativa en la por entonces recién inaugurada Escuela de Arquitectura de Barcelona. Mientras se formaba allí, participaría en las discusiones intelectuales de su tiempo y dispondría del material bibliográfico de la entidad para enriquecer su bagaje cultural y artístico.
Además, la escuela buscaba formar profesionales dispuestos a dar respuesta a las necesidades, tanto materiales como simbólicas, de una ciudad que se expandía, gracias a una burguesía cada vez más creciente. Idea que Gaudí desarrollaría después con total maestría, por ejemplo, en las casas que concibe para el ensanche barcelonés, como la Casa Milá o la Casa Batlló.
De este modo, afirma Lahuerta, se desmonta «El mito de un Gaudí que aprendió todo lo que supo gracias a una especie de ciencia infusa, mirando con ojos de niño la naturaleza, heredando las cualidades morales y materiales del trabajo artesano, a través de las generaciones de caldereros que se habían ido sucediendo en su familia». Así, mediante esta desmitificación de la figura del arquitecto lo humanizamos y, por tanto, deja de ser para nosotros un personaje plano, adquiriendo a nuestros ojos mayor complejidad.
Un claro ejemplo de la implicación de Gaudí con su espacio y su tiempo es la Sagrada Familia, que fue concebida por quienes la encargaron –la Asociación de Devotos de San José– como un templo expiatorio. Concretamente, los pecados que quieren purgarse son las transformaciones sociales de las últimas décadas, empezando por la pérdida del poder del Papa sobre los antiguos Estados Pontificios y terminando por el nacimiento de la Comuna de París.
Para plasmar la preocupación y el miedo que estos cambios producían a la sociedad devota y conservadora de la época, el autor incluyó en su santuario obras como una de las esculturas que puede contemplarse ahora en la muestra del MNAC, y que reproduce al diablo entregando una bomba Orsini a un obrero.
Esta creación cobra además un sentido mayor en Barcelona, puesto que a finales del siglo XIX y principios del XX se vio envuelta en un clima de violencia social, recibiendo por ello el sobrenombre de “la ciudad de las bombas”.
Esta muestra que gira en torno a desmontar los tópicos de Gaudí, también trata aspectos característicos de su vida y obra, siendo un ejemplo de ello su relación con Eusebio Güell. También se presentan piezas inéditas –como los yesos con los que se modelaron las esculturas de la Sagrada Familia– y otras que habían caído en el olvido (–como un mueble recibidor diseñado para la Casa Milá, que fue desmontado en la década de los 60 y cuyas piezas se dispersaron).
La exposición puede contemplarse hasta el 6 de marzo en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, posteriormente viajará al Museé d’Orsay entre el 12 de abril y el 17 de julio. Sofía Guardiola