Esther Ferrer: “No estoy segura de que se hubieran fijado en mí si no hubiera recibido un premio”
La artista plástica y performer siempre ha tenido una idea muy metafísica del arte. Durante décadas perteneció al grupo musical ZAJ, mientras desarrollaba paralelamente una sólida carrera artística individual. Su trayectoria ha sido reconocida con numerosos galardones, entre ellos el Premio Nacional de Artes Plásticas, el Velázquez y el MAV (Mujeres de las Artes Visuales). Un reconocimiento que asegura ha servido para dejar de ser transparente y materializar su cuerpo, instrumento fundamental en toda su obra y centro de la muestra que le dedica Centro del Carmen hasta el 13 de octubre.
- ¿Cómo supo de la existencia de esta disciplina?
*Fue en los años sesenta, cuando vivía en San Sebastián. Entonces pasábamos la frontera continuamente; si las cosas iban bien y no había cola, en menos de media hora estábamos en el otro lado: Hendaya, Bayona e incluso a veces Burdeos. Allí comprábamos el periódico, libros o revistas que leíamos en un bar y luego dejábamos, porque al regresar a España te registraban.
- ¿Y cómo se introdujo en el mundo de la performance?
*Formaba parte de la Asociación Artística de Gipuzkoa con José Antonio Sistiaga. Fue él quien tuvo la idea de hacer una acción que consistía en comer chuletas ante el público… Años más tarde, cuando ya estaba estudiando Periodismo y Filosofía en Pamplona, Sistiaga me contó que había unos músicos (ZAJ) que necesitaban a una chica para una performance que iban a hacer en el Museo de San Telmo. Me dijo textualmente: “La única capaz de hacer eso eres tú, hacen cosas muy raras”.
- ¿Qué entiende usted por performance?
*La verdad es que siempre la he interpretado a mi manera. Es algo que pasa en un momento determinado, en un sitio determinado y que nace de una proposición mía. Lo que pase después, para bien o para mal, es más importante que lo que había pensado hacer. Porque la libertad que yo me otorgo es la misma que tiene el público, que también puede hacer lo que quiera.
- ¿Considera que ha habido un relevo generacional de esta disciplina?
*Como en todas las artes. Ahora hay muchísimas artistas que se dedican a esto, pero en los años 60 había pocas, sobre todo en España. Prácticamente nos conocíamos todas.
- ¿Continúa siendo el mismo concepto desde que usted comenzó?
*No, ha evolucionado muchísimo. Al principio estaba la famosa sentencia de que «la performance no interpreta, sino que presenta». En cambio, ahora hay una tendencia hacia la teatralización.
- ¿Y ese cambio a qué se debe?
*Una de las razones es que las instituciones se interesan por esta disciplina e imponen unos criterios de seguridad —entre muchos otros— que pueden impedir hacer ciertas acciones. Confieso que siento nostalgia de la época en la que los artistas organizaban los festivales, cuando solo te pedían la ficha técnica y todo era libertad o acciones imprevisibles.
- ¿Por qué razón el cuerpo ocupa un lugar tan importante en su obra?
*En esta disciplina la presencia es un elemento fundamental. Pero no solamente la mía, sino la de los otros; desde gente que llega por azar hasta personas que vienen simplemente a ver lo que haces. Hay muchas maneras de estar presente, incluso la presencia puede ser también ausencia, pero si hablo de la presencia real, creo que en un porcentaje enorme de mis obras yo estoy hablando.
- ¿De dónde nace la idea de confrontar su cuerpo con un concepto tan abstracto como el tiempo en esta exposición?
*Me viene desde pequeña. Mis padres iban mucho al teatro y cada uno tenía una percepción distinta. Mi madre comentaba que la obra se le había hecho cortísima, mientras que mi padre decía que le había parecido muy larga. Y yo pensaba: ¿Cómo se puede percibir el tiempo de forma tan diferente? Así que empecé a explorar sobre el tema plástica y visualmente. Me di cuenta que el cuerpo era un soporte maravilloso para hablar del paso del tiempo.
- Ha sucedido muchas veces que para que una autora sea legitimada tienen que ser mayor o directamente haber muerto. ¿Cree que existe el edadismo en el arte?
*En mi caso, he sido transparente durante muchísimos años. Existía, pero no me veían. Lo que ha hecho que dejara de serlo han sido los premios, es tan tonto como eso. No estoy segura de que se hubieran fijado en mí si no hubiera recibido un premio. Es una realidad que a muchas artistas se las ha reconocido después de que murieran, pero no solamente en el arte, también en la ciencia y otras disciplinas. Afortunadamente, el movimiento feminista está cambiando las cosas de muchas maneras, una de ellas es sacando del olvido a muchas mujeres del pasado; dándoles el valor que corresponde a las que trabajan en el presente.
- Después de una carrera tan extensa, ¿qué siente que le queda por explorar?
*¡Todo! Sobre todo algo que nunca sabré y que los lectores tampoco sabrán seguramente: ¿Por qué estamos aquí? Saber qué sentido tiene todo esto, incluso lo que yo hago. En este mundo tan desagradable, duro y, sobre todo ahora, tan extraño, el arte es lo que me equilibra. He aprendido mucho haciéndolo, porque no sé hacer casi nada. Por ejemplo, nadie me enseñó a hacer performances, tuve que aprender, y ese proceso de aprendizaje es lo que más me interesa. Nerea Méndez Pérez