EL VIAJE INICIÁTICO DE CHIRINO EN TORNO A LA ESPIRAL
El escultor inaugura en Canarias la Fundación Arte y Pensamiento que lleva su nombre con 25 piezas que ilustran su trabajo en la forja del hierro y la fundición en bronce.
El viento y la espiral, ese viaje iniciático que Martín Chirino emprendió hace ya más de 60 años, culmina con la inauguración de su propia fundación. Como un Ulises del hierro, el escultor ha recorrido diversos países y ha vivido decenas de experiencias antes de regresar a su Ítaca particular: Las Palmas de Gran Canaria, donde ha depositado 25 piezas de su colección particular que condensan lo mejor de su legado. Una herencia seleccionada cuidadosamente por el artista que, según confiesa, “muestra el discurso de mi vida, que empieza y acaba con una espiral”.
Desde que el autor descubrió de niño los remolinos que dejaba el mar al arañar la orilla, no ha dejado de construir bucles, rizos, tirabuzones y formas sinuosas que nos hablan de la precariedad y viveza de “una tierra llena de limitaciones”, la tierra canaria. Por eso la Fundación Arte y Pensamiento Martín Chirino se ubica en el Castillo de la Luz del istmo de La Isleta, barrio que le vio nacer; porque para entender su obra, es necesario conocer primero sus orígenes. La inmensidad del Atlántico, los vientos alisios o la herencia aborigen, por ejemplo, son algunos aspectos de la isla que han influido en la producción del artista.
La veintena de piezas que se exhibe de forma permanente en la fundación muestra la visión más personal de Chirino, que ha sido incapaz de desprenderse de cada una de estas obras una vez terminadas en el taller, ya sea por su significado, su historia o su valor sentimental. Es un selecto conjunto de hierros, algún bronce y varios collages donde no faltan los homenajes al Guernica, El Quijote o a poetas como Marinetti y Nicolás Estévanez. De este último, toma prestado un verso de su poema Canarias -“mi patria es una roca”- para dar nombre a una pareja de esculturas, una con arena blanca y negra la otra.
Tampoco falta el recuerdo al viento. Siempre el viento. Ya sea compacto, ligero o elevándose sobre una caja de bronce. Pues sin duda ha sido un elemento esencial en la trayectoria del escultor. “Aún recuerdo el momento en que el hierro entre mis manos gira y vuelve a girar sobre sí mismo para dar origen a la espiral, que ya estaba en mi mente como alegoría del viento”, reflexiona el autor.
Un elemento cuya presencia se deja sentir a lo largo de todo el recorrido; que se cuela en los rincones abiertos de la fortaleza, que aparece y desaparece entre sus salas laberínticas y que creemos escuchar en aquellos espacios que están más silenciosos. Porque, en el fondo, el edificio que alberga la colección privada del autor no es más que la metáfora de esa espiral alegórica del viento.
Todas las obras ocupan las tres plantas del edificio menos una, que se ubica en el jardín. Atlántica IV (1987-198) da la bienvenida al visitante antes de acceder al Castillo de la Luz, fortaleza del siglo XV que ha sido rehabilitada por los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano. Se trata de la fortaleza más antigua de Canarias y primer bastión erigido por el conquistador Juan Rejón en 1478. Un episodio histórico de Gran Canaria que ahora se funde con la historia presente de Chirino -nonagenario, pero lleno de energía- y con el futuro de una fundación que aspira a convertirse en lugar de debate, estudio y defensa del patrimonio canario.
La Fundación Arte y Pensamiento Martín Chirino, que dirige Jesús Castaño, será de acceso gratuito hasta junio. Sol G. Moreno