EL RETRATO DE FELIPE III DE VELÁZQUEZ EN EL CORAZÓN DEL PRADO

El retrato de Felipe III de Velázquez, en el Corazón del Prado

Hoy se ha presentado en la antesala de la Galería Central del Museo del Prado una significada exposición de sólo cinco obras: tres de Velázquez, entre ellas el Retrato de Felipe III, donado por Willian B. Jordan a American Friends of The Prado Museum, que a su vez la ha depositado en la primera pinacoteca española, junto a un retrato de Felipe IV, otro del infante Don Carlos, ambos de Velázquez, y un retrato de Felipe III con armadura, pintado por Pedro Antonio Vidal hacia 1617, y enfrente un magnífic0 óleo de Tiziano, Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando, recientemente restaurado por Elisa Mora y que ha contado con el patrocinio de la Fundación Iberdrola, miembro benefactor del Programa de Restauración del Prado.

Miguel Falomir, director del Museo del Prado; Ramón Castresana, director de Fundación Iberdrola España; Amelia Valcárcel, vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado; William B. Jordan, donante y descubridor de la obra; Christina Simmons, miembro del Board of Directors of American Friends of the Prado Museum, y Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1700) del Museo Nacional del Prado. Foto © Museo Nacional del Prado
Miguel Falomir, director del Museo del Prado; Ramón Castresana, director de Fundación Iberdrola España; Amelia Valcárcel, vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado; William B. Jordan, donante y descubridor de la obra; Christina Simmons, miembro del Board of Directors of American Friends of the Prado Museum, y Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1700) del Museo Nacional del Prado. Foto © Museo Nacional del Prado

En el acto han estado presentes Miguel Falomir y Amelia Valcárcel, director del Museo y vicepresidenta del Real Patronato del Museo, respectivamente; William B. Jordan, descubridor y donante del retrato de Felipe III; Cristina Simmons, miembro del Board of Directors of American Friends of The Prado Museum; Ramón Castresana, director de Fundación Iberdrola España; y Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1700), quien ha destacado que en este espacio expositivo se ha querido destacar no solo el contexto narraitvo gracias a las didácticas cartelas sino también el contexto histórico-artístico de los tres artistas representados. La muestra  permanecerá abierta durante tres meses en la sala 24 del edificio Villanueva.

La incorporación en depósito del retrato de Felipe III, pintado por Velázquez hacia 1627, ayudará a completar el discurso narrativo del genial pintor sevillano como retratista real y también va a contribuir a profundizar en un óleo capital en la evolución velazqueña como fue La expulsión de los moriscos, realizada el mismo año, y el hecho de exhibirla flanqueado por ese óleo sobrio de Pedro Antonio Vidal, captando al rey Felipe III diez años antes de que lo hiciera Velázquez, siguiendo la estela de las composiciones cortesanas de Pantoja de la Cruz, y a su izquierda por  Felipe IV con armadura y El infante don Carlos, ambos pintados por Velázquez en 1628,  entronca con sus seis primeros años en la Corte.

Y enfrente de esas cuatro joyas cuelga una obra emblemática de Tiziano, Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando, que conmemoraba dos hechos acaecidos en 1571, de gran trascendencia histórica y personal para el monarca español: la victoria de Lepanto y el nacimiento de su heredero, que tuvo lugar a primeros de diciembre de ese año. Para Felipe II esta obra se podía emparejar con otra composición de Tiziano realizada para su padre, Carlos V en la batalla de Mühlberg.  Ambas llegaron a estar colgadas juntas en el Salón Nuevo del Alcázar, e incluso cincuenta años más tarde se solicitó su ampliación, realizada por Vicente Carducho, para que se equipararan en tamaño y de ahí los añadidos que ahora pueden observarse tras su restauración en todo el perímetro de la obra.   Cuando concluya la exposición el lienzo se exhibirá ocultando la ampliación que realizó Carducho, ya que varían los pigmentos azules usados por ambos, y en algunas otras características como en el calzo del turco.

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Velázquez. Felipe III. American Friends of the Prado Museum, donado por William B. Jordan

El retrato de Felipe III y su descubrimiento por parte de William B. Jordan se ha ido asentando, con la ayuda de los mejores especialistas en Velázquez, sobre tres bases: el análisis estilístico, las consideraciones técnicas y sobre todo por su relación con La expulsión de los moriscos. En esta composición hay afinidades con otros retratos que hizo el autor de Las Meninas entre 1627 y 1629: el modo de sombrear para modelar el encuentro entre el cabello y la piel; la organización expresiva del rostro del monarca con esa sutileza al iluminar los ojos y la nariz; el modelado de la boca y su entorno, con esos labios insinuados y el mentón ligeramente hundido; y el modo de mirar hacia arriba del rey, algo que comparte con Felipe II en la obra de Tiziano anteriormente citada. Otro aspecto relevante es la imprimación oscura que le ayudaba a encajar los perfiles de la figura, algo que también hizo en El infante Don Carlos, un año más tarde, porque ese tono levemente rojizo le confería un cierto dinamismo.

Aunque Velázquez no llegó a conocer a Felipe III, fallecido en 1621, supo acudir a retratos ajenos para hacerse una idea de sus rasgos y poder captar la imagen del monarca, y lo hizo de un modo abocetado que luego le serviría como parte de su evolución creativa. La obra La expulsión de los moriscos se exhibía en el Salón Nuevo del Alcázar de Madrid, pero desapareció con motivo del incendio de 1734, y probablemente fuera una alegoría de España con el monarca de pie mirando arriba y apuntando hacia los moriscos, que estaban siendo expulsados de España. Precisamente el miércoles 7 de junio, Willian B. Jordan pronunciará una conferencia en el Auditorio del Museo del Prado, con el título La expulsión de los moriscos: una obra maestra perdida de Velázquez, en la que el historiador del arte ahondará en el período agitado que vivió Velázquez en sus primeros seis años en Madrid, la política artística desarrollada en la Corte y sobre el proceso creativo del artista sevillano. Julián H. Miranda