El regreso de Óscar Domínguez

El regreso de Óscar Domínguez

Tras la antológica que le dedicó el Reina Sofía en 1996 –hace ahora casi 30 años–, podría parecer que no hay mucho más que decir del artista, pero Isidro Hernández ha conseguido reunir más de un centenar de obras, la mayoría procedentes de la Colección Óscar Domínguez TEA Tenerife Espacio de las Artes, con importantes aportaciones de colecciones particulares y un discurso singular, quizá por celebrarse en el Museo Picasso de Málaga (donde la vecindad del genio español lo impregna todo).  TEXTO: Fernando Rayón

Óscar Domínguez. Personajes surrealistas. 1937. Colección particular. © Fotogasull. © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025.

El Museo Picasso Málaga presentó ayer la exposición sobre la obra de Óscar Domínguez (Tenerife, 1906 – París, 1957) que, junto a Miró y Dalí, forma parte de los pintores españoles que colaboraron con el movimiento surrealista internacional. Su trabajo se nutre de una iconografía ligada a su juventud en Tenerife, donde inicia un proceso que le acompañará toda su vida. Organizada con la colaboración de la Colección Óscar Domínguez TEA Tenerife Espacio de las Artes, muestra más de un centenar de obras hasta el 13 de octubre.

Óscar Domínguez. Los platillos volantes. 1939. TEA Tenerife Espacio de las Artes. Cabildo Insular de Tenerife. Colección Óscar Domínguez. © TEA Tenerife Espacio de las Artes, Santa Cruz de Tenerife. © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025.

Sus creaciones constituyen una de las más altas manifestaciones de la imaginación. En palabras del comisario de la muestra, Isidro Hernández Gutiérrez, “su pintura busca dotar de sentido al ejercicio de la libertad creadora, entendiendo arte y vida como un único impulso en el que el azar, el deseo, el humor negro y lo irracional se dan la mano”. La habilidad del autor para crear imágenes impactantes le otorgó un reconocimiento importante dentro del movimiento surrealista y su lugar como uno de los artistas más originales y provocadores de su tiempo.

Nacido en el seno de una familia propietaria de plantaciones de plátanos en la isla de Tenerife, se traslada en 1927 a París para llevar los negocios familiares, ciudad en la que ya residirá hasta su muerte. El joven de 21 años no tarda en sumergirse en el ambiente artístico de la ciudad en los años treinta. Fue en este entorno donde conectó con el grupo de surrealistas, entre ellos André Breton y Salvador Dalí, quienes influirían considerablemente en su desarrollo.

Tras la ocupación nazi de Francia, Óscar Domínguez no logró exiliarse como otros de sus contemporáneos y en 1941 optó por regresar a su estudio en París, convirtiéndose en una figura activa dentro de las redes clandestinas de resistencia intelectual contra el nazismo.

A pesar del clima opresivo, su estudio se mantuvo como un lugar de encuentro para creadores comprometidos, en concreto con los jóvenes poetas de La manin à plume que desarrolla una intensa actividad editorial y de venta de obras de arte –entre ellas algunas falsificaciones de Picasso–, con el propósito de mantener viva la llama del surrealismo y de financiar a la resistencia.

Fue en este contexto donde se estrechó su relación con Pablo Picasso, a quien denomina “el hombre más sensacional de la época”, y con el que compartía no solo el idioma, sino también una visión del arte como herramienta de transformación. Domínguez aprendió de la libertad formal y simbólica de Picasso, mientras que este valoraba la empatía y la energía volcánica y onírica del canario. Su amistad estuvo siempre marcada por el respeto mutuo y la complicidad creativa en medio de la oscuridad de la guerra. De hecho, la influencia de Pablo Picasso en la obra de Domínguez es evidente, ya que le inspiró a explorar la deconstrucción de las formas tradicionales y a experimentar con la perspectiva.

En la década de 1950, la vida de Domínguez estuvo marcada por una profunda inestabilidad física, consecuencia de una enfermedad degenerativa que además de afectar a su cuerpo y su carácter, le generó una creciente melancolía que acabaría con su suicidio. A pesar de ello, su producción artística no se detuvo; al contrario, adquirió una dimensión más corpórea, introspectiva y simbolista. Su estilo se volvió más sombrío, donde persistían las formas metamórficas y los ecos de sus paisajes interiores. Continuó explorando superficies cargadas de sentido y motivos míticos, aunque con un tono más austero y casi elegíaco. Domínguez falleció el 31 de diciembre de 1957 en París.

La infancia y adolescencia del artista, transcurridas entre los perfiles agrestes de Tenerife, tejieron el tapiz íntimo de su mundo interior. Las playas de negra arena, los dragos milenarios y los mares de nubes que abrazan las cumbres canarias conformaron un imaginario que permanece presente, de forma persistente y simbólica, en su obra y que lo diferencia de otros surrealismos.

Estos elementos no son solo paisajes, son materia viva que muta en su pintura en imágenes oníricas, donde las formas lávicas –herencia directa de su entorno volcánico– se funden con cuerpos mutilados y masas de color que se desbordan, como si el subconsciente brotara en erupciones de pincel.

El aspecto lunar de algunos de sus escenarios no es fortuito: es el eco visual de una isla marcada por lo telúrico, lo aislado, lo cósmico. El drago de Canarias se eleva, en sus cuadros, como tótem y símbolo; y los mares de nubes adquieren una cualidad metafísica que invita a una contemplación suspendida entre lo real y lo fantástico.

Óscar Domínguez. La Venus del Ebro. 1943. Colección particular, Madrid. © Colección particular, Madrid. © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025.

Una de sus aportaciones más singulares al surrealismo fue la creación y desarrollo de la «decalcomanía», una técnica pictórica sin uso de prensa que consiste en aplicar pintura sobre una superficie y luego presionarla contra otra para generar formas impredecibles. Este método, que abre la puerta al azar objetivo, da lugar a texturas abstractas, orgánicas y sugerentes, cargadas de tensión visual.

En manos de Domínguez, la decalcomanía se convirtió en mucho más que un recurso técnico: fue una vía hacia lo inconsciente, una herramienta poética que le permitió capturar lo irracional. Y la muestra del Picasso incluye piezas importantes que así lo cuentan.

Asimismo, trabajó en paisajes cósmicos en sus denominadas superficies litocrónicas, una manera única de capturar las horas en la materia pictórica. En estas composiciones, cuyo nombre evoca la piedra (lithos) y el tiempo (chronos), parece querer representar a través de texturas y técnicas experimentales la sedimentación del tiempo, revelando su atracción por lo ancestral.

El recorrido incluye todas las formas de Domínguez en el surrealismo, incluidas una sala final dedicada a sus contemporáneos. Lo mejor de la exposición es su poesía narrativa, muy apropiada para contar la vida y obra del pintor. Se nota la mano del comisario y quizá también la cercanía de Picasso que, sin pretender dialogar con el pintor, demuestra influencias, contagios y afecto entre los dos maestros.

Óscar Domínguez. Le dimanche o rut marin. 1935. TEA Tenerife Espacio de las Artes. Cabildo insular de Tenerife. Colección Óscar Domínguez. © TEA Tenerife Espacio de las Artes, Santa Cruz de Tenerife. © Óscar Domínguez, VEGAP, Málaga, 2025.