El Museo de Amberes reabre sus puertas tras una década de renovaciones

El Museo de Amberes reabre sus puertas tras una década de renovaciones

El estudio holandés KAAN Architecten ha llevado a cabo una profunda rehabilitación de la pinacoteca, cuyo principal objetivo era aumentar la cantidad de espacio expositivo disponible. El resultado es una mezcla de tradición y modernidad que permite al visitante, por fin, volver a ver una de las colecciones más importantes del centro de Europa, en la que destacan los primitivos flamencos y el vanguardista James Ensor.

El Museo de Bellas Artes de Amberes —KMSKA por sus siglas en neerlandés— reabrió el pasado 24 de septiembre, tras una renovación que comenzó a idearse hace 11 años, cuando el estudio KAAN Architecten ganó el concurso convocado por el gobierno belga. Tras más de una década de trabajos, por fin pueden visitarse de nuevo las majestuosas composiciones de Rubens y el resto de pinturas que integran sus fondos.

El origen de la pinacoteca se remonta a 1382, cuando fue fundada por la Cofradía de San Lucas, más tarde llamada Cámara de los Pintores (en 1530). Poco a poco sus colecciones fueron aumentando, y ya desde una época muy temprana se incorporaron obras de grandes artistas como Durero o Rubens, quien por cierto donó su Virgen del Papagayo.

El edificio que aloja estos tesoros es un palacio neoclásico diseñado por Winders y Van Dijk, concebido con la idea de que la luz natural entrara en abundancia a través de las galerías y patios interiores. Esto dificultaba la disposición de las obras dentro de las salas, precisamente uno de los problemas que la actual renovación ha solventado. Otro cambio que puede percibirse tras la reapertura es el retorno a la distribución original concebida para el jardín anexo, que en 1920 se cubrió para poder contar con más espacio expositivo.

Una de las condiciones que el estudio de arquitectura holandés debía cumplir en su intervención era la de no dejar que los cambios se vieran en el exterior edificio, a pesar de que han afectado a casi la totalidad del museo. Y lo han conseguido, porque las modificaciones únicamente se aprecian desde el interior y a vista de pájaro.

Detalle de la fachada del edificio neoclásico. Fotografía: Karin Borghouts.
Las estancias originales del KMSKA también se han rehabilitado para adaptarse al siglo XXI. Fotografía: Wouter Bollaerts.

Lo más notable de los trabajos realizados es la armonía imperante entre la parte antigua y la contemporánea; se aprecia una cierta continuidad entre los ambientes neoclásicos del palacio y las salas blancas y luminosas del nuevo diseño, todo ello en consonancia con las colecciones (los primitivos flamencos han regresado a sus habitaciones, mientras que autores contemporáneos como Magritte o Ensor se ubican ahora en las nuevas salas). Este último, de hecho, aparece muy bien representado en la reciente organización del museo, pues hay seis espacios dedicados a su obra.

La parte remodelada del edificio, destinada al arte actual, se ha concebido en pleno corazón del antiguo palacio, y ha añadido 2.240 metros de exposición. Además, para subrayar el compromiso de la entidad con el arte de nuestros días, se han organizado nuevas actividades como residencias artísticas de cinco años de autores contemporáneos, que se inspirarán en los fondos del museo para crear sus propias obras.

Para que estos espacios inéditos y los antiguos ambientes del museo puedan convivir se ha jugado con la verticalidad, pues el palacio ya contaba con una altura de 23 metros. Se han creado así largas escaleras que favorecen nuevos recorridos e itinerarios.

Interior de una de las nuevas salas del museo, donde se muestran las obras contemporáneas. Fotografía: Karin Borghouts.

Otra de las labores principales realizada por KAAN Architecten ha consistido en sacar a la luz detalles originales del edificio que se habían perdido en intervenciones posteriores, como los colores de las paredes y otros elementos decorativos, entre los que destacan las columnas corintias de algunas salas.

También se han creado dos gabinetes destinados a la exposición de piezas especialmente delicadas. En uno de ellos se muestra obra en papel, con las debidas condiciones específicas de luz. La idea es que se expongan durante breves periodos de tiempo y que vayan rotando las piezas. De este modo, se busca presentar aspectos menos conocidos de las colecciones de la pinacoteca. En esta línea, también se ha decidido colocar un panel de cristal tras el que se pueden ver algunos trabajos de restauración, conservación y rehabilitación de obras. Sofía Guardiola