El MoMA vende
El museo neoyorquino se asocia con Sotheby’s para subastar 29 obras de su colección en varias ventas hasta fin de año. Todas proceden de la donación en 1990 de William Paley, fundador de la cadena de televisión CBS. Entre las más destacadas se encuentran Guitarra en una mesa de Picasso, valorada en 20 millones de dólares, y Tres estudios para el retrato de Henrietta Moraes, un tríptico de Francis Bacon, con una estimación de más de 30 millones de libras. Se espera recaudar entre 70 y 100 millones de dólares.
El MoMA vende. Esta frase solo parece un oxímoron si olvidamos convenientemente cierto Fernand Léger y cierto Monet. En esta ocasión, serán 29 piezas las que saldrán de la colección de la institución neoyorquina con destino a varias subastas hasta fin de año en Sotheby’s.
Se espera que el conjunto recaude entre 70 y 100 millones de dólares que el museo utilizará para mejorar su alcance digital y para la adquisición de otras obras que puedan complementar mejor su colección –según el criterio de la actual dirección– y que podrían contener obras digitales respaldadas por NFT.
Todas las piezas a la venta pertenecen al legado de William Paley, fundador de la cadena de televisión CBS –una de las mayores de Estados Unidos y establecida en 1927 como cadena radio– y con una larga relación con el museo desde 1937 (tan solo ocho años después de su creación). Paley llegó a ocupar los cargos de presidente y presidente emérito en el MoMA, y a su muerte en 1990 se puso en efecto una ingeniosa fórmula para la donación de su colección.
Según lo establecido, el museo disfrutaba del depósito y la fundación del magnáte de la telecomunicación, con su mismo nombre, mantenía cierto control sobre el destino de la misma. Este punto era relevante ya que desde el primer momento se dispuso que el MoMA podría reconsiderar qué hacer con las pinturas en el futuro, como así ha sido.
Entre las piezas de las que se desprende, sobresalen Guitarra en una mesa de Picasso, valorada en 20 millones de dólares, y Tres estudios para el retrato de Henrietta Moraes, un tríptico de Francis Bacon, con una estimación de más de 30 millones de libras. Pero también hay obras de Renoir, Rodin…
No se han dado más detalles de lo que se hará con lo recaudado aparte del enfoque digital ya mencionado. De manera llamativa, el MoMA ha permanecido al márgen de la «locura» NFT –últimamente del «estancamiento» NFT– en los últimos tiempos.
Glenn Lowry, director de la institución, ha declarado al Washington Street Journal –quienes han dado la exclusiva– que son conscientes de que lo que ellos hacen desde Nueva York condiciona al resto del sector contemporáneo, por lo que han preferido esperar. Si sumamos esto al cierto pinchazo en los precios, esta cautela puede ser muy rentable para el MoMA.
Además, ha expresado su «entusiasmo» por la popularidad en redes sociales del museo y por los beneficios económicos que pueden derivarse. De ahí que suenen campanas de un ambicioso proyecto de streamming (que esperamos vaya más allá de un cuidado canal de YouTube o un especial de Netflix, dadas las cantidades proyectadas).
La crítica a la apertura a nuevos horizontes del MoMA –dejando a un lado lo polémico de la venta– solo tiene cabida si consideramos a los museos como meros legitimadores (y por lo tanto, dominados por su ideología). Si, en cambio, son repositorios de la historia de la creación artística, las instituciones volcadas en el contemporáneo no tienen más remedio que reflejar el cambio de corriente que se viene operando desde hace un par de años con especial intensidad.
Esta venta no solo no es diferente en la práctica de cualquier deaccessioning –término que designa la salida de piezas de los fondos de un museo para generar fondos con los que mejorar la colección–; sino que, gracias al régimen especial por el que la colección Paley estaba depositada, el MoMA puede huir de la controversia (al menos legalmente y sobre el papel).
Pero el nombre de la institución sumado a la cantidad que se espera recaudar y la importancia de las obras que dejarán de formar parte del conjunto hacen de esta transacción una de las más sonadas de los últimos años.
¿Quizá se debería medir con otra vara al museo de arte contemporáneo más influyente del mundo? Quizá podamos pensar que esta venta no es un desastre porque no se está comprometiendo el futuro de la institución (hacia la que se supone que debería seguir fluyendo el dinero). Las que serían obras clave dentro de otra colección, ¿pueden considerarse «relleno» en este caso?
Una pregunta –o crítica– más adecuada para un lugar que tiene colgadas de sus paredes las obras de vanguardia más representativas de cada periodo –hasta tal punto, que su visita provoca la misma familiaridad a quien va por primera vez que al que camina por Nueva York después de una vida de consumo casi exclusivo de cine estadounidense– es si esta subasta les permitirá mantener el nivel.
¿Qué adquisición de arte actual –físico o digital– sería similar a poseer Las señoritas de Avignon? Por otro lado, y tal y como ha declarado su director, el MoMA tiene la costumbre de crear el canon. Héctor San José.