EL MEJOR RETRATO DE LA INFANCIA DE ENTRESIGLOS

EL MEJOR RETRATO DE LA INFANCIA DE ENTRESIGLOS

EL MEJOR RETRATO DE LA INFANCIA DE ENTRESIGLOS

Un total de 40 pinturas componen La edad dichosa, organizada por el Museo Sorolla. Es la primera ocasión en la que se reúnen los cuadros del artista valenciano en torno a la niñez, uno de sus temas predilectos.

Joaquín Sorolla (1863 Valencia-1923 Cercedilla, Madrid) quedó huérfano a la temprana edad de dos años, quizá por eso fue siempre un hombre muy familiar. Su mujer, Clotilde, y sus tres hijos –María Clotilde, Joaquín y Elena– fueron durante toda su carrera las figuras con las que más disfrutó pintando; por eso no extraña que sean ellos quienes acaparen el primer módulo de La edad dichosa, una exposición en torno a la infancia que muestra no solo la faceta dulce y agradable de la vida familiar, sino también sus aspectos menos amables.

El recorrido da comienzo con una cuna y un canastillo comprados por el joven matrimonio. En esta sala destaca la conocida pintura de Madre, en la que Sorolla consigue plasmar, con una gama cromática muy reducida y su pincelada suelta habitual, la ternura de una madre primeriza que se queda dormida de puro agotamiento junto a su primera hija, recién nacida.

A lo largo de la muestra se exhiben también los retratos de infantes aristócratas y burgueses que el pintor valenciano realizó por encargo. Se trata de pinturas en las que plasma el carácter y personalidad de cada niño con gran maestría, aunque sin renunciar a las directrices del comitente.

En ese deambular por los diferentes personajes inmortalizados por Sorolla se aprecia también un cambio en la forma de ver y tratar a la infancia, que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Desde la Ilustración, textos como De la educación de Rousseau ya hablaban de la idea de que los pequeños debían ser niños que gozasen y disfrutasen de su tiempo libre, al tiempo que recibiesen una educación desde temprana edad (en lugar de trabajar). Sin embargo, no será hasta las primeras décadas del XIX cuando estos conceptos empiecen a extenderse en la sociedad.

La primera faceta, la del disfrute y el juego, es retratada de forma magistral por Sorolla, que presenta a niños que se revuelcan por la arena de la playa y corretean por la orilla (suponen, además, la excusa perfecta para mostrar cómo se refleja la luz del sol del Mediterráneo sobre la piel mojada). El autor tampoco olvida la segunda faceta alusiva a la educación, por eso también muestra a algunos personajes atendiendo a sus lecciones. Todo ello contrasta perfectamente con el último módulo de la exposición, en el que se habla de otra infancia del periodo de entresiglos: la de la clase trabajadora.

J. Sorolla. La hora del baño. 1904. Colección Esther Koplowitz.
J. Sorolla. Madre. 1895-1900. Museo Sorolla.
J. Sorolla. Cabeza de niña sobre el lecho. 1883. Colección particular.

En este último apartado puede contemplarse una infancia menos alegre y alejada del juego, bien por culpa del trabajo o bien por la enfermedad. Pese a ello, Sorolla vuelve a utilizar el mar como escenario en estas pinturas, tal y como ocurre en ¡Triste herencia!, del que se muestra un estudio.

La enfermedad parece asomarse a Cabeza de niña en el lecho, procedente de una colección privada y ahora expuesta por primera vez al público. Representa a una infante de muy corta edad a punto de morir, con la piel cetrina y una expresión que parece más de agotamiento que de dolor. Con cuadros como este, el artista refleja el lado perverso de la maternidad: la pérdida de un hijo, en fuerte contraste con las escenas iniciales donde prima la ternura.

Esta exposición cuenta con más de 40 obras, de las cuales más de la mitad pertenecen a colecciones e instituciones privadas. Podrán contemplarse en el Museo Sorolla hasta el 19 de junio. Sofía Guardiola

J. Sorolla. Basil Mundy. 1908. Colección particular.