EL LENGUAJE DE LO COTIDIANO
Chema Madoz exhibe en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid un centenar de fotografías bajo el título Las reglas del juego
El lenguaje de los objetos es infinito. Chema Madoz así lo demuestra con cada disparo de su cámara analógica. Transforma el objeto, lo manipula y lo altera a su antojo, hasta conseguir unas imágenes llenas de dobles sentidos y poesía visual. Después, presenta sus fotografías sin título, dejando vía libre al espectador para que interprete cada propuesta óptica, en un juego de significados y realidades múltiples.
Las reglas del juego es, precisamente, el título de su última exposición, que ahora puede verse en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid. Porque, en el fondo, su obra no es más que una gran boutade que reclama una nueva mirada hacia la realidad; esa que muestra nubes que simulan copas de árboles o telarañas tejidas con letras. Las 120 imágenes en blanco y negro que se exhiben ahora proponen, en palabras del comisario Borja Casani, “un paseo por el entendimiento” de la producción madura del artista, concretamente de sus últimos cinco años. Por eso muchas de las fotografías son inéditas.
Naturalidad, precisión y elegancia. Estas son las tres características que, según Casani, definen la obra de Madoz. Naturalidad por el uso de elementos cotidianos, precisión porque no deja nunca nada al azar, y elegancia, la que se aprecia en todas sus composiciones. Poco importa si se trata de una calavera con una radial dentada sobre el cráneo, una tortuga con caparazón en forma de cerebro o un globo ocular envuelto como si fuese un caramelo. El gusto y la belleza siempre están ahí.
Quizá porque el artista madrileño no retrata objetos sino ideas. Parten del papel en forma de bocetos y apuntes dibujados, se convierten en realidad al ser ‘construidas’ en su taller y, finalmente, encuentran su sentido frente al objetivo de la cámara. Cuando el fotógrafo acciona el disparador por primera vez, nunca es la obra definitiva. Siempre hay que repetir la toma, calcular perspectivas, estudiar las sombras… Porque todo está cuidadosamente medido.
Esa forma de trabajar la imagen y manipular el objeto antes de situarlo frente al objetivo es el sello de identidad del Premio Nacional de Fotografía y Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid. Una constante que se ha repetido en su obra desde los años 90, momento en que comenzó a experimentar con el concepto de los objetos y su lenguaje. Aunque se ha mantenido fiel a ciertos elementos recurrentes como el agua, el recorrido de la muestra desvela nuevas incorporaciones temáticas. Por ejemplo, se concede mayor atención a la naturaleza –la presencia animal es llamativa–, a la literatura –que ahora se traduce en caligrafías o textos manuscritos– y a la música, una constante en su trabajo.
Así, podemos descubrir la melodía del deporte gracias a las notas musicales que introduce sobre unas gomas elásticas de gimnasia, el ritmo armónico de flores que no huelen pero desde las que se puede escuchar el mar –porque los capullos son en realidad caracolas- o los relojes de pulsera que miden el tiempo en minutos y centímetros (ya que la correa es una regla). No faltan las alusiones críticas a la situación política y social del momento, como esa mano-hucha extendida que pide incesante o la figurita de avestruz que, cobarde, esconde su cabeza sobre un huevo de verdad.
Las interpretaciones pueden ser tantas como las miradas del espectador. Solo hace falta estar dispuesto a dejarse seducir por el lenguaje de los objetos y, por supuesto, seguir las reglas del juego. Chema Madoz. 2008-2014 se enmarca dentro del programa oficial de PhotoEspaña y estará abierta hasta el 2 de agosto. Sol G. Moreno