EL FIN DE SIGLO PARISINO EN BILBAO

EL FIN DE SIGLO PARISINO EN BILBAO

EL FIN DE SIGLO PARISINO EN BILBAO

El Museo Guggenheim llena sus salas de vanguardia francesa de la última década del XIX con una muestra en torno a Signac, Redon, Toulouse-Lautrec y sus contemporáneos. Una exposición que aborda la escena artística parisina de esta época turbulenta en la que convivieron el NeoImpresionismo, el Simbolismo y los Nabis, 
entre muchos otros movimientos.

CAMILLE PISSARRO. La fábrica de ladrillos Delafolie, en Éragny. 1886–88. Óleo sobre lienzo. 58 x 72 cm. Colección particular.

El fin de siglo XIX en la capital francesa fue un periodo marcado por la inestabilidad política y las transformaciones culturales, junto con una crisis económica que se prolongaba. Todo ello desembocó en una agitación social colectiva. A raíz de este tiempo problemático surgieron nuevas ideologías políticas, sociales y culturales extremistas y radicalmente contrapuestas. El fruto cultural fue una generación de artistas neoimpresionistas, simbolistas y Nabis. A pesar de que abundaron las estéticas y teorías filosóficas divergentes y contradictorias, todos seguían una característica base: captar, de una manera espontánea, un momento fugaz de la vida contemporánea.

ACHILLE LAUGÉ. Árbol en flor. 1893. Óleo sobre lienzo. 59,4 x 49,2 cm. Colección particular. © Achille Laugé, VEGAP, Bilbao, 2017.

La primera sala habla de la continuación (con variantes) del estilo francés por excelencia: el Impresionismo. Con el gran representante del movimiento, Georges Seurat, se acuñó el término de “NeoImpresionismo”. A este pionero le relevó Paul Signac, al que se unieron muchos otros como Camille Pissarro. Además de artistas, fueron teóricos del estilo. Su obsesión era la percepción del color basada en fórmulas científicas para conseguir efectos ópticos. Hacían lo que todos conocemos como puntillismo: pinceladas cortas yuxtapuestas que juntas emiten un cromatismo intenso y único en el que la sensación lumínica juega un papel importante. Se incluye el efecto de la luz en el agua, propagada a través del campo, o simplemente en la atmósfera. Lo político y social no era lo que más les importaba, sino la búsqueda formal de lo armonioso.

PAUL SIGNAC. Saint-Tropez, Fontaine des Lices. 1895. Óleo sobre lienzo. 65 x 81 cm. Colección particular.

El siguiente movimiento es el Simbolismo, que básicamente se resume en la representación antinaturalista. Maurice Denis recurría a temas religiosos y alegorías empleando líneas sinuosas y zonas planas, cubriendo por completo las superficies dibujadas. Otra figura importante fue Odilon Redon, en cuyas turbadoras representaciones encontramos cabezas flotantes e incorpóreas, malévolas arañas… escenas desvinculadas de la realidad con significados enigmáticos. Estos autores eran reacios al materialismo y a la ciencia, se amparaban en lo fantástico y espiritual con imágenes evocadoras y un lenguaje decorativo inspirado en el Art Nouveau. La subjetividad y la abstracción son unas constantes en los autores simbolistas de la época.

ODILON REDON. Pegaso. Ca. 1895–1900. Pastel sobre papel. 67,4 x 48,7 cm. Colección particular.

Por último cabe destacar al grupo de los Nabis, fuertemente influenciados por la estampa japonesa. Se caracterizan por los planos de colores uniformes, repaso del sintetismo, delineaciones agresivas y bidimensionalidad ante todo, como la de aquellos bocetos asiáticos que tanto les entusiasmaban. Sustituyeron el caballete por soportes en papel para póster, ilustraciones de periódicos y grabados. La gran ventaja de esta vertiente fue que, al no usar el lienzo tradicional, sus creaciones quedaban al margen de las normas academicistas que gobernaban la pintura. Era un arte mucho más libre. No hace falta mencionar a Toulouse Lautrec como uno de los más sobresalientes en el arte del cartel, ni a Bonnard y Vuillard en cuanto al uso de la litografía en color.

Hasta el 17 de septiembre 2017. Ana Robledano Soldevilla

HENRI DE TOULOUSE-LAUTREC. Jane Avril. 1899. Litografía en color. 55,5 x 37,9 cm. Colección particular.