El Estado sale de compras en Ansorena
Junto a las cinco obras adjudicadas, por valor de 158.500 euros, sobresalieron los 140.000 euros ofrecidos por un paisaje de Rusiñol, los 60.000 euros por el San Jerónimo de Ribera y otros 60.000 por una pareja de paisajes de Châtelet
Nada hacía prever una vuelta al cole del Estado en este nuevo curso con una lista de compras tan abundante. Claro que no conocemos las peticiones de los museos e instituciones que dependen del Estado, ni otros entresijos.
El primer día de la cita en Ansorena, el martes 3 de octubre, sorprendió en primer lugar la compra por los 120.000 euros pedidos, del gran lienzo con el Bautismo de Cristo (O/L, 208 x 140 cm; lote 98), firmado por el mexicano José de Ibarra, probablemente el pintor más destacado del Virreinato de Nueva España. En una línea similar, se hizo también con el lienzo de Nuestra Señora de la Altagracia (O/L, 30 x 23,5 cm; 71), del novohispano José de Páez, discípulo de Miguel Cabrera; esta vez fue por 7.000 euros, la salida también. Quiero pensar que, muy probablemente, ambos estén pensados para el museo de América. La tercera compra ese día, por 9.000 euros, fue una tabla con el Retrato de caballero (O/T, 32 x 25,5 cm; 93) del murciano Rafael Tegeo, que había partido desde los 6.000, y que pienso que irá probablemente al Museo del Romanticismo.
Frente a estas compras, las del segundo día nos sorprendieron más. Se trataba, en primer lugar, de un buen pero sencillo paisaje de Cecilio Plá, La laguna (O/L, 47 x 67 cm; 520), por los 4.500 euros de la salida, lo que indica que hubo un único interesado o ninguno; la segunda compra la entendemos menos porque el Estado tiene varios lienzos muy similares al Puerto de Cudillero (O/L, 85,5 x 104 cm; 522), de Enrique Martínez-Cubells, y por los 18.000 euros en que se lo adjudicó, cuando ningún coleccionista pujó por él. Quizá vaya al museo de Bellas Artes de Oviedo.
Si retrocedemos ligeramente de ese momento retardatario al mundo finisecular sobresale la gran venta de la cita, esta vez ya el miércoles día 4, y de la que hablamos en nuestro artículo de previos (ver). Se trata del buen y amplio lienzo de Santiago Rusiñol con el Claustro de la catedral de Tarragona, 1894 (O/L, 101 x 142 cm; 528), pintado con apenas 23 años, pero donde se puede percibir ya ese juego de luces con magnanimidad que será característico suyo. No en vano, tan contento debió quedar con la obra que lo llevó ese mismo año a su muestra en la Sala Parés de Barcelona y poco después, en 1898, al Salón de la Societe Nationale des Beux-Arts en París (número 1083), como presentación de su calidad; sus nueve referencias bibliográficas hablan de su calidad y singularidad así que no sorprendió su ligera subida, de 130.000 a 140.000 euros. En ese entorno catalán, de Joaquín Mir, su pequeño apunte Entorn d’una masía, c. 1914/5 (O/L, 40,5 x 66 cm; 524), subió también de 20.000 a 24.000 euros.
El otro protagonista de ese período era Joaquín Sorolla, que cumplió con la lógica, no con las expectativas. Me explico. De su mano salía a pujas un pequeño cartón con tema marino titulado Mar azul (O/cartón, 14 x 18 cm; 526), por apenas 12.000 euros; Sorolla, el mar y un precio tan atractivo era una combinación perfecta así que su cartoncito voló de 12.000 a 30.000 euros, lógico. Pero, y aquí vamos con las expectativas, recibió una cornada de realidad con su otro lote: una pareja de buenos e interesantes trabajos con los jardines del Real Alcázar de Sevilla como tema: Patio de las Danzas y Subida al Jardín Alto (pareja de O/L, 94,5 x 63 cm; 527). Firmados ambos, fechado el segundo en 1910, y una buena provenance, los 900.000 euros que se pedían se demostraron, a la postre, una cifra inalcanzable para el mercado nacional e internacional.
Avanzamos con otra subida lógica. Esta vez es con Aureliano de Beruete, un pintor moderno que poco a poco va subiendo en vuelos entre los coleccionistas que quieren avanzar en la concepción del paisajista. Su lienzo con Madrid nevado, 1904 de apenas 32,5 x 38 cm (170), que debió ser como nuestra nevada con Filomena, pasó de los muy escasos 5.000 euros de inicio a unos 20.000 euros mucho más respetables.
También se esperaba que sucediera algo parecido con la gran Vista del puerto de Málaga, 1896 (O/L, 90,5 x 150 cm; 172), del malagueño Guillermo Gómez Gil; así sucedió, pasando de 5.000 a 11.000 euros, cifra en que se adjudicó. En cambio, debo reconocer que me sorprendió para bien la ligera subida de 15.000 a 16.000 euros del lienzo preciosista de Antonio Reyna, Canal de Venecia (O/L, 29 x 50 cm; 177). Anterior, del ferrolano Jenaro Pérez Villaamil, su buen papel con la Calle de la Fuente de Unta, Betanzos, 1849 (29,5 x 39 cm; 179), a base de aguada parda, acuarela y albayalde sobre papel agarbanzado, pasó de 4.000 a 5.000 euros; es buena noticia y demuestra un criterio de calidad, más allá del nombre del autor. Una pena, por cierto, que no hubiera interesados en ofrecer los 30.000 euros pedidos por los dos pasteles de Antonio Carnicero, Retrato de caballero y Retrato de dama (58 x 46 cm; 91), procedentes de la colección de la duquesa de las Torres, de Madrid.
Retrocediendo al siglo XVIII nos encontramos con otra venta importante. Se trata de la pareja de paisajes del parisino Claude Louis Châtelet: Paisaje alpino con lago y personajes y Paisaje alpino con cascada, pastores, mujeres y dibujante, 1784 (O/L, 88,5 x 116 cm c/u; 90), ofrecidos por 60.000 euros y adjudicados a un coleccionista al teléfono por esa misma cifra, que se lleva dos buenos paisajes, típicamente dieciochescos.
El XVII, además de lo comprado por el Estado, trajo un fiasco y una sorpresa. El fiasco, al menos por mi parte, por el Bodegón con caza, frutas y castañas, 1619 (O/L, 68,5 x 88,5 cm; 97) del madrileño Juan van der Hamen (1596-1631); el corazón pedía la compra de este primer bodegón documentado de su mano, bastante temprano, y trabajo para la Corte, para la Galería de Mediodía del Palacio del Pardo de Madrid, ideada por Juan Gómez de Mora, mientras la cabeza decía que era muy complicado que alguien ofreciera los 240.000 euros pedidos (con el 22% de premium la cifra volaba ya a 292.800 euros), sabiendo además que no podía salir del país por ser BIC, como probablemente el gran público no sabía.
La sorpresa, la adjudicación por los 60.000 euros pedidos del pequeño San Jerónimo en oración (O/L, 45,1 x 34,6 cm; 96) que para Nicola Spinosa se debe a José de Ribera, aunque varias personas consultadas tengamos dudas, creo que razonables, sobre ello. En cualquier caso, venta importante.
Terminamos esta vez con el siglo XX, donde hubo otra sombra. Esta vez fue con Juan Genovés, un autor del que parece que se vende todo a cualquier precio, dado su repunte mercantil tras su reinvención decorativa de su etapa final. Pero no, las cuestiones relacionadas con este arte no son nunca matemáticas claras sino una especie de trigonometría con factores diversos. Y Las flechas, 1969 (acrílico y óleo/L, 170 x 130 cm; 767), con etiqueta de la galería Marlborough de Roma, por el que pedían esta vez 70.000 euros, un 30% menos de los 100.000 pedidos en marzo, quedó también vacante, sin interesados. No es lo mismo esta etapa primigenia del valenciano, sobria, vital y verdaderamente contestataria, que sus cuadros decorativos de sus últimos años…
A rey depuesto, ganaron la partida los del siglo XXI: Rafa Macarrón y José María Yturralde. Del primero, su Sin título, 2008 (Tm/L, 769), de nada menos que 97 x 130 cm, fue una oportunidad ofrecida al mercado, que varios coleccionistas trataron de aprovechar, por lo que terminó pasando de 36.000 a 46.000 euros. Y sigue siendo una buena inversión, a corto plazo… Del segundo, Yturralde, su Postludio (verde), 2005 (A/L, 198 x 198 cm; 768), subió también de 15.000 a 26.000 euros, tras la insistencia de un coleccionista al teléfono que subió la oferta por escrito previa, que terminó en 24.000 euros.
Por último, los clásicos de la segunda mitad de siglo: de Antoni Tàpies, su Sin título, 1970 (pintura, lápiz y collage/cartón, 24 x 33 cm; 759), subió ligeramente, de 15.000 a 17.000 euros. De Manuel Hernández Mompó, su casi ya abstracto Gallo, 1959 (O/L, 46 x 61,6 cm; 763), subió de 12.000 a 13.000 euros. Y de Eduardo Úrculo, un trabajo temprano como su España carpetovetónica, 1960 (O/L, 130 x 200 cm; 543), pintado con 22 años con una figuración doliente pero que muestra signos de cambio, pasó de 12.000 a 16.000 euros.
Lo dicho. Compras del Estado, luces lógicas y algunas sombras, no por calidad, sino por el necesario ajuste de precio que cada día demanda más el mercado, nacional e internacional. Daniel Díaz @Invertirenarte