El arte conceptual y provocador de Yoko Ono se apodera del Serralves
La artista japonesa, de 87 años, presenta casi 300 piezas en la fundación de Oporto y sus jardines que ilustran cómo ha sido su trayectoria desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad. ‘El jardín del aprendizaje de la libertad’ es la primera y más completa retrospectiva de la autora en el país luso.
Todo el ideario artístico, filosófico y por supuesto pacifista de Yoko Ono (Tokio, 1933) se condensa en esta muestra, que reúne todo tipo de obras y formatos: en papel, bocetos, instalaciones, grabaciones de vídeo, obras sonoras, performances, etc. A esto se suma material de archivo que raramente se había expuesto antes, completando así un vasto recorrido por la trayectoria de esta pionera del arte conceptual.
Estaba previsto que fuese la propia artista quien presentase su legado en Oporto, junto al director de la Fundación Serralves y co-comisario de la muestra, Philippe Vergne –junto a Jon Hendricks–, pero la pandemia, el cierre de fronteras y los retrasos en la inauguración lo impidieron.
En cualquier caso, Ono se hace presente en cada una de las 297 obras que se reparten por la planta baja del museo y por los jardines aledaños concebidos por Álvaro Siza. De modo que ya desde fuera, sus piezas provocan al espectador y le invitan a reflexionar, como la impactante Ex It, donde varios árboles crecen de ataúdes, en clara metáfora de la vida y la muerte.
“Es la primera vez que se organiza una gran exposición de Yoko Ono en Portugal y espero que el público luso se interese, porque se trata de una muestra que aborda cuestiones muy serias, problemáticas que comenzaron en el siglo XX y que aún hoy continúan, como por ejemplo el racismo”, explica Vergne.
Sobre este asunto y sobre la inmigración reflexiona precisamente Add Color (Refugee Boat), pieza interactiva creada en 1960. Ahora esa barca se exhibe de nuevo en Oporto y, una vez más, la artista invita a todo aquel que lo desee a plasmar sus pensamientos sobre el asunto –ya sean positivos o negativos– en las paredes donde se ubica el bote.
La idea es conseguir un mar de color que acompañe a esa solitaria embarcación de madera, gracias a las memorias y experiencias anónimas escritas a rotulador o bolígrafo.
También la violencia de género está presente en la muestra a través de Arising, proyecto con el que Yoko Ono desea fomentar la participación ciudadana e incita a las víctimas de violencia de género a que verbalicen su testimonio personal.
‘TO SEE THE SKY’ ES UNA INSTALACIÓN DONDE LA ARTISTA PROPONE SUBIR UNA ESCALERA DE CARACOL, CUYOS ESCALONES SIMULAN EL COLOR DEL CIELO.
Lo cierto es que desde sus primeras creaciones en Nueva York a mediados del siglo pasado, Ono asumió la idea –el concepto– como su principal herramienta de trabajo, por eso ha recurrido a todo tipo de materiales para desarrollar su obra; incluso su propio cuerpo.
Ya en la década de 1960 la autora japonesa y La Monte Young organizaban provocadoras performances en el loft de Chambers Street como Cut Piece (1964-1965) y donde músicos, poetas, bailarines y artistas visuales produjeron un profundo impacto en la escena neoyorquina (de hecho, estos eventos llevaron a George Maciunas, Jonh Cage y la propia Yoko a crear el movimiento Fluxus).
Si el concepto es esencial en el trabajo de la artista japonesa, igual de importante resulta el público, pues a fin de cuentas es quien debe ver, experimentar y participar de la obra. De ahí que el recorrido por la muestra esté plagado de piezas que exigen de la colaboración del visitante.
Además de las dos obras antes mencionadas, cabe destacar alguna más: en Wish Tree puede incluir sus propios deseos, mientras que en To See the Sky la artista nos propone subir una escalera de caracol cuyos escalones simulan el color del cielo. Incluye también Teléfono en el laberinto, instalación que estuvo presente en la retrospectiva organizada por el Guggenheim Bilbao hace seis años.
El jardín del aprendizaje de la libertad, patrocinada por BPI y Fundación La Caixa, cubre más de seis décadas de producción de la autora y ofrece un montaje creado específicamente para los espacios del museo de Oporto.
No faltan ninguna de sus piezas emblemáticas, como Apple, la manzana que Jonh Lennon mordisqueó en la propia galería londinense donde se ofertaba –causando la ira de la japonesa–, antes de adquirirla por 200 libras; o el libro Pomelo, donde la artista agrupa todas sus definiciones conceptuales y escribe las instrucciones para que el público también puede hacer sus obras en su propia casa.
La personalidad compleja, rebelde y provocadora de Yoko Ono y su trabajo podrán visitarse hasta el 11 de octubre en la Fundación Serralves. Sol G. Moreno