Cuando Picasso se recluyó en Royan durante la guerra y no paró de dibujar
El Museo Picasso de Málaga reúne los ocho cuadernos de pequeño formato que el artista rellenó casi compulsivamente durante los escasos 10 meses que estuvo en la ciudad balneario con Dora Maar y su amante Marie-Thérèse.
Cuando Hitler invadió Polonia en septiembre de 1939 y estalló la Segunda Guerra Mundial, Pablo Picasso huyó de París para alojarse en una pequeña localidad costera junto a su pareja de entonces –la fotógrafa Dora Maar– y su secretario Jaime Sabartés. Semanas antes ya habían viajado su amante Marié-Thérèse y Maya.
Era época de incertidumbre, de miedo, de carestía de materiales; por eso el artista no tenía ni siquiera un estudio donde trabajar. Al principio tuvo la feliz idea de establecerse en el comedor de la Villa Gerbier de Jonc, el edificio donde residía su amante con la hija de ambos; un espacio diminuto, donde el autor tenía que agacharse para poder entrar.
Conociendo la fama del malagueño, podemos imaginar los ataques de celos de Maar cada vez que Picasso le decía que se marchaba a trabajar…
Por supuesto, aquello no duró mucho tiempo. En poco más de dos meses encontró una pequeña pero coqueta habitación con vistas al mar en Les Voiliers donde pudo, por fin, colocar un caballete en el que pintó obras tan importantes como Mujer peinándose o Café en Royan (un paisaje con tintes cubistas tan colorido, que recuerda a Matisse).
Sin embargo, ambos lienzos fueron realizados durante el final de la estancia en Royan. ¿Qué pasó hasta ese momento? Que el artista tuvo que conformarse con lo poco que consiguió encontrar en la pequeña localidad de la costa atlántica francesa: unas libretas compradas en la librería Hachette, algunas de ellas con las páginas cuadriculadas y de pequeño formato, como las que se usaban para apuntar direcciones postales o a modo bloc de notas.
Pues bien, ese es el trabajo que recoge ahora el Museo Picasso de Málaga en la muestra Los cuadernos de Royan, que reúne por vez primera, –entre ejemplares físicos y digitalizados– las ocho libretas que gastó durante finales de 1939 y principios de 1940. En ellas, el artista dibujó con fruición y sin descanso, como prueba uno de los cuadernos presentes en la exposición: está fechado entre 4 y el 14 de marzo, apenas diez días la bastaron para terminarlo y coger otro.
El recorrido muestra la manera de trabajar del artista, de forma seriada e insistiendo sobre los mismos temas, que en aquella época se centraban en el bodegón y el retrato. Son dibujos hechos a lápiz, tinta o gouache donde estudia gestos, posturas y anatomías, ya sean humanas o animales.
A veces, incluso se atreve con la poesía, como se puede ver en algunas de las páginas digitalizadas de las libretas (porque solo se presentan físicamente cuatro, bien protegidas en vitrinas). En cualquier caso, todas las páginas de estos y los otros tres cuadernos de Royan se pueden ver en su conjunto gracias a las pantallas repartidas por las salas del museo.
Pero en el recorrido no solo encontramos dibujos, también hay pinturas que muestran el resultado final de esos estudios previos, o bien alguna reminiscencia de aquellas primeras concepciones artísticas de Picasso. Todo ello se completa con varias fotografías de Dora Maar y su propio conjunto de bocetos, de modo que se ilustra perfectamente cómo Picasso y la autora francesa se recluyeron en Royan para seguir dando rienda suelta a su pulsión creadora, a pesar del drama la guerra.
En semipenumbra, para no estropear los papeles, el visitante podrá conocer los dibujos que el artista hizo de las Tres cabezas de cordero cuyo lienzo final se conserva en el Reina Sofía, ahora prestado a Málaga para la ocasión; o las variantes previas de Mujer peinándose antes de decidirse por levantarle su brazo derecho.
Cuentan los comisarios Marilyn McCully y Michael Raeburn que esta exposición se adapta, de alguna manera, al formato de los cuadernos que presenta. Es decir, “no es una muestra muy extensa, pero ahonda en la faceta más íntima del autor que son sus bocetos, y en la forma seriada de trabajar que tenía”.
El director del Museo Picasso de Málaga, Miguel López-Remiro, insiste en esa dimensión personal de la muestra, ya que “los cuadernos nos transportan a una especie de geografía creativa en secuencia de páginas, en vez de a la monumentalidad que habitualmente vemos en el taller”. Según él, para el artista supuso un doble viaje: el evidente desplazamiento físico y el creativo, pues se vio obligado a montar un estudio móvil.
El 14 de junio de 1940 París era ocupada por las tropas alemanas. Casi un mes después Picasso regresaba definitivamente a la capital francesa, abandonando aquel taller medio improvisado que acabó bombardeado en 1945. Se daba así por concluida su etapa en la localidad costera.
Los cuadernos de Royan es una muestra organizada en colaboración con la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso (FABA), dueño de dos de los cuadernos expuestos, y podrá verse en el museo malagueño hasta el 30 de abril. Sol G. Moreno