Cómo mirar un cuadro
Antonio Muñoz Molina dirige la Cátedra del Prado 2019 bajo el título Rondas del Prado: en el jardín de las imágenes. Patrocinada por la Fundación Cultural del Notariado, recoge la idea de la crítica ambulante de los visitantes de un museo. Propone una secuencia de rondas o aproximaciones al Museo del Prado que tendrán como hilo conductor tanto la historicidad de las imágenes en sí mismas, como su modo de ser percibidas. Porque las obras no están hechas para mirarlas, sino para leerlas.
Es deseo del museo que, en el año de su bicentenario, la Cátedra sea especialmente más notoria y llegue a un público más amplio. Por eso se aborda un tema tan básico sobre el arte y los museos que es a la vez lógico y filosófico. Estamos acostumbrados a pasear por grandes museos como el Prado, contemplando las obras en secuencia, una detrás de otra, con una mirada más o menos rápida, donde lo que prima es la apreciación estética y formal. Antonio Muñoz Molina, el nuevo director de la Cátedra, reflexiona sobre la naturaleza más originaria de los cuadros y la manera en la que el visitante debe contemplar para descubrirla. A veces no nos damos cuenta de que miramos obras que provienen de lugares distintos y responden a experiencias diferentes. A menudo únicamente valoramos aspectos como el color, la forma o la composición, con una crítica basada en la subjetividad del gusto de cada uno, es decir: «me gusta, o no me gusta el cuadro» como si fuese un alimento. Para apreciar bien una pintura hay que tener una mirada arqueológica. Se debe reflexionar sobre el motivo del tema, el lugar de destino de la obra, para quién se pintó (porque nunca se pensaron para ser contempladas por todo el mundo). No se creaban para una mirada desinteresada, sino para una funcionalidad, normalmente religiosa o política.
Es una realidad innegable, que las obras de un museo están descontextualizadas y «frustradas» al no encontrarse en su contexto espacial y funcional. Por ejemplo, el Cristo de Velázquez hasta principios del siglo XIX, descansaba en el silencio del convento de monjas de clausura de San Plácido (Madrid), donde su funcionalidad respondía a la piedad de las religiosas y únicamente era contemplado por ellas. Hoy, situado en una de las salas más frecuentadas del Prado, «ha perdido su razón de ser» por así decirlo, con cierta exageración. Lo mismo ocurre con las obras de Tiziano. Estas eran solamente para el disfrute del rey, y los desnudos se reservaban para su dormitorio, existiendo la hipótesis de que su función era provocar al rey a engendrar muchos hijos. Los trabajos de Hércules de Zurbarán, hoy colgados juntos en la misma zona, se pensaron para rellenar huecos entre cuadros de batallas y retratos ecuestres de los reyes. Otro ejemplo que resaltó Muñoz Molina fue el cuadro de Rafael (y taller) de Caída en el camino del Calvario. Se tiene que conocer la historia de esta pieza para saber valorarla. Esta pintura se consideró milagrosa, ya que se salvó de un naufragio y del incendio del Alcázar. Además, en su origen, en la Capilla Real del palacio, custodiaba a sus pies una reliquia de la cruz de Cristo. Todos estos datos y anécdotas históricas son las que dotan al cuadro de su importancia y valor.
El visitante debería mirar un cuadro sabiendo estos contextos para que no se pierda su esencia y origen en la memoria de unos pocos. La mirada del espectador debe sintonizarse con la obra y toda su historia y funcionalidad para ser bien entendida. Así es el correcto paseo por un museo. Muñoz Molina lo explicaba con un ejemplo muy gráfico: «no es lo mismo abrir un diccionario y leer una palabra detrás de otra, que leer una palabra y después verla escrita en una frase». Una obra no se mira, sino que se descifra y se lee. «Como se plantean hoy en día las instalaciones de arte contemporáneo, site specific, así también lo fueron las pinturas que ahora habitan el Prado», explicó el nuevo director de la Cátedra, «cuando sacamos de su sitio a una obra de arte, la mirada no es la misma, es estética y contemporánea, por lo que se pierde gran parte de la misma obra» añadió. Por eso, los alumnos matriculados este año reflexionarán sobre los sentidos diversos y la naturaleza particular de las obras de arte a lo largo de la historia, descubrirán historias más o menos ocultas en la pintura, accederán a visiones de mundos desaparecidos y se acercarán a la consistencia material de la obra y al oficio de pintor con un aire de crónica.