Casi 355.000 euros por los dos óleos de Zóbel en Ansorena
Adjudicados por 180.000 y 110.000 euros, fueron los mejor vendidos junto a las obras de Anglada Camarasa y Carlos Nadal en la licitación de los días 18 y 19 de julio
Subastar algo de Fernando Zóbel es casi sinónimo de buena venta. A día de hoy, casi cualquier obra de su mano, con que tenga un precio de salida razonable, es querida por dos o tres coleccionistas, ya sea aquí, en nuestro país, o más allá de nuestras fronteras, especialmente en el mercado asiático y filipino, dado su nacimiento en Manila. Esa demanda parece no tener límite ni agotamiento, aunque muy probablemente una visión más cuidadosa procuraría una cierta restricción en las ventas… Pero las casas de subastas –como Ansorena– no están para eso, sino para vender lo que les ofrecen sus proveedores,.
En nuestro artículo de previos (ver), ya comentamos quelas dos piezas de su mano serían lo más importante de la licitación, augurando subidas razonables. Y así ha sido. Su Sevilla diez de enero, 1983 (O/L, 80 x 100 cm; lote 118), trabajo de última época, pintado en Sevilla y anotado como de la Serie Blanca con el número 83-2, se ofrecía al público desde 120.000 euros. Dado el tamaño y esa visión simplificada, a base de blancos con pequeñas incursiones de negro, no fue extraño que fuera pujado repetidamente hasta adjudicarse, pocos segundos después, por 180.000 euros. Con el 22% del premium de la sala, su comisión y los impuestos, queda un precio final de 219.600 euros (quizá incluso más transporte y aduana, si va fuera de la UE, como parece razonable pensar).
En menor medida, con su Orilla 53, 1981 (O/L, 70 x 70 cm; 119), pintado en Cuenca con el número 81-73, y que comenzaba las pujas desde los 100.000 euros, sucedió algo similar, pero a menor escala pues se adjudicó tras apenas dos pujas, el precio de salida y una siguiente, 110.000 euros. Con el 22% añadido, queda en 134.200 euros. Buenas ventas, en cualquier caso.
De enero de 1993 era la tela metálica, con alambre, tejidos y metacrilato, además de óleo en el bastidor de aluminio, de Estorzuelo 4 (51 x 45 cm; 117), de Manolo Rivera. Ofrecido por 18.000 euros, lamentablemente no hubo interesados en la subasta, pero sí uno en postventa, que lo debió comprar por 20.000 euros (24.400 euros precio final). Lo cual es curioso, pero es que en postventa, una vez pasada la oportunidad de la subasta, la propiedad puede decir que su precio es otro, y por tanto que no lo vende por debajo de…, en este caso 20.000 euros.
La otra venta importante de ese primer día fue la pareja de óleos de Carlos Nadal, especialmente interesantes por luminosos, coloridos y con vistas al mar, como comentamos ya. No fueron grandes subidas, la verdad, pero no dejan de ser dos ventas por un cierto precio ya, que muestran una vez más el interés creciente de una parte del coleccionismo. Y su Le Printemps (O/L, 73 x 93 cm; 169), subió de 24.000 a 26.000 euros, mientras Interieur, 1982 (O/L, 60 x 73 cm; 170), que comenzaba por 20.000 euros, terminó en los 22.000 euros de martillo.
Si retrocedemos un poco, de Hermenegildo Anglada- Camarasa, se ofrecía por 42.000 euros su Paisaje con olivos en Mallorca, c. 1936 (O/L, 33 x 44 cm; 474), publicado por Fontbona y Miralles en su catálogo de la Polígrafa (1981, nº D140, pág. 278). Un único comprador ofreció esa cifra y, sin más, en esa misma se adjudicó. Y de Santiago Rusiñol, se ofrecía una muy buena acuarela titulada Paisaje (57 x 91 cm; 740), por 12.000 euros, y su temprano lienzo El señor rector. Beatitud, 1888 (O/L, 67 x 139 cm; 745), una amplia pintura de corte social y religioso, por 40.000 euros; la primera, se adjudicó por la salida, pero lamentablemente no hubo interesados en el lienzo.
Ya que estamos en la pintura catalana de cambio de siglo, debo reconocer mi alegría por la subida de 6.000 a 10.000 euros de un lienzo singular de Joaquín Sunyer: Niño de Sitges (O/L, 58 x 47 cm; 174), publicado por Jardí en la monografía de Polígrafa (pág. 205, nº 460), porque este tipo de piezas de calidad suele pasar desapercibida, sin pena ni gloria, como quien dice. Y en este caso fue adjudicada a una puja previa por escrito que había dejado una oferta de, al menos, los 10.000 euros finales, que fueron defendidas por la mesa, frente a otras pujas desde la sala y el teléfono, desde los 6.000 del inicio.
Curiosa me parece la comparativa que podemos hacer entre las obras que se ofrecían de Juan Genovés y José Manuel Broto, comercio y calidad, simplificando mucho. Del valenciano se ofrecía por 4.000 euros Acecho, 2016, una estampación digital (glicée) retocada a mano (5/10, 74 x 60 cm; 107). En su momento, los cinco primeros números de la edición se ofrecían, sino recuerdo mal, por 6.000 euros, mientras los cincos siguientes, ya por 12.000 euros. Lo habitual es que toda la serie se venda al mismo precio, pero esta otra posibilidad incentiva la compra de los primeros, por ofrecerse a un precio considerablemente menor, como se hace en el mercado americano con cierta frecuencia con las fotografías, cuyo precio va subiendo paulatinamente en cada copia… Con sello por detrás de la galería Aurora Vigil de Gijón, donde probablemente se adquirió durante Estampa 2017, subió hasta adjudicarse por 11.000 euros que, sumado el 22% de la sala, queda en 13.420 euros definitivos. Por su parte, de Broto, zaragozano de origen, se ofrecía un buen Sin título, 1984 (O/L, 160 x 195 cm; 116), pintura a medio camino entre el gesto y lo lírico, pintado en esos años donde brilló con luz propia y en los que cimentó su fama y carrera posterior. Los 7.500 euros en que se ofrecía sólo animaron a un coleccionista a pujar por él, y en ese precio se adjudicó. Quizá su gran tamaño ayudaba poco… Enhorabuena al comprador, la verdad.
Retrocedamos. En el siglo XIX, sobresalieron los 14.000 euros ofrecidos, los pedidos, por una buena tabla del gran paisajista romántico Jenaro Pérez Villaamil: Paisaje orientalista de Egipto con ruinas clásicas (O/T, 34 x 43 cm; 741). La firma que aparece es «Robbe/ Villia-am»; para el especialista Arias Anglés, que firma el certificado de autenticidad de la obra, debió ser un regalo de Villamil a Louis Robbe (1806-1887) -pintor que conoció en su estancia en Bélgica y que vino a España a instancias de Villamil para postularse como académico de la Real de San Fernando-, que puso su nombre como prueba y recuerdo de su amistad con el pintor español.
Y, por último, el inédito retablo del aún poco valorado, Onofre Falcó: Retablo del Ecce-Homo (O/T, 112,5 x 96,5 cm; 638), de la última etapa de su producción, que apenas subió de 13.000 a 14.000 euros. Una pena, dada la calidad, pero es que cada vez es más complicado encontrar coleccionistas de este tipo de pintura… ¡Buen verano! Daniel Díaz @Invertirenarte