El ‘Ganges’ de Bernini y su intrincada historia hasta llegar a Barcelona
Nuevo capítulo sobre la Fuente de los Cuatro Ríos de Gian Lorenzo Bernini. El Doctor en Historia del Arte especializado en escultura Miguel Àngel Fumanal Pagès reconstruye la historia de la pieza, desde que Felipe IV la recibió como regalo hasta su posible salida de las Colecciones Reales en el siglo XIX por voluntad de Isabel II y su posterior llegada a una colección barcelonesa decorada por Domènec Carles.
TEXTO: Miguel Àngel Fumanal Pagès
La Fuente de los Cuatro Ríos, encargada a Gian Lorenzo Bernini a instancias del Papa Inocencio X para que el cardenal Girolamo Colonna se la regalase a Felipe IV en 1664, debió ingresar en las Colecciones Reales hispánicas entre 1666 y 1668, cuando Cosme de Médicis visitó la corte madrileña. A partir de entonces y hasta la muerte de Carlos III la maqueta aparece descrita en los inventarios, testamentarías y registros con todas las figuras, incluidas las del río Ganges y el León de la Colección Darío del Búfalo (este último expuesto en Las Ánimas de Bernini. Arte en Roma para la Corte española organizada por el Prado en 2014).
Con posterioridad, la Fuente fue ensalzada con un nuevo pedestal de madera en la Biblioteca Particular de Isabel II, tal como se ve en un dibujo anónimo de 1849. Esta ilustración confirma que, al menos hasta 1849, el conjunto escultórico de Bernini conservaba todas sus figuras en el Palacio Real de Madrid. Se trata del documento gráfico más antiguo donde encontramos la fuente completa, ya que en uno de los inventarios de ese mismo año y posteriores solamente se describe la estructura principal de la misma (escollo y obelisco).
Desde mediados del siglo XIX, coincidiendo con un periodo convulso de la monarquía española tras la muerte de Fernando VII y durante el reinado de Isabel II, la fuente ya carece de las figuras desmontables: los cuatro ríos, el león, el caballo y los escudos.
La historiografía dice que las figuras desparecieron o se perdieron, sin especificar cómo ni cuándo sucedió. Y aquí reside el interés de poder relatar en este texto el proceso por el cual la personificación del río Ganges llegó a Barcelona.
Es bien sabido que los problemas económicos de Isabel II la obligaron a poner a la venta pinturas, muebles, bronces y otros objetos suntuarios. El caso más mediático fue la subasta en el Hotel Drôuot de París en el año 1905.
No obstante, no estaba previsto que todos los objetos se vendieran en subasta pública; los herederos de la fallecida debían retirar aquellos que sirvieran para obsequiar a otras personas de confianza de la monarca, o bien venderlos en privado, evitando así manchar la reputación de la Casa Real española con la publicidad embarazosa que podía significar una subasta pública en Francia.
El contexto abre la puerta a creer que la figura del río Ganges, así como otras piezas de la fuente, fueron objeto de obsequio, intercambio o liquidación para hacer frente a las deudas contraídas. De esta forma habría sido introducida en el mercado del arte, junto a otras piezas.
Cabe señalar que la posibilidad de que cualquiera de estas piezas se enajenara del patrimonio real fue por voluntad –u orden– expresa de la monarca o de las personas autorizadas de la familia real. En ningún caso se trató de sustracción u robo, sino del libre albedrío de la realeza. Ello propició la adquisición de obras, entre muchas otras, del artista Domènec Carles, probablemente a raíz de sus numerosos viajes a París, para luego transportarlas a Barcelona. ¿Con qué fin?
Sabemos con seguridad que la alegoría del río Ganges fue localizada dentro de un inmueble de Barcelona decorado por el citado pintor, crítico de arte, marchante, coleccionista e interiorista. Incluso algunos de los objetos que definían el estilo de la vivienda provenían de su casa o taller. En este sentido, el artista fue reclamado durante décadas por la aristocracia y la burguesía catalanas –Casa Santa Clotilde o Mas Castell– para diseñar sus interiores, comprando piezas de arte, mobiliario de época y tejidos cuidadosamente seleccionados, como prueba el fondo fotográfico del Archivo Mas, conservado en el Instituto Amatller de Arte Hispánico de Barcelona.
Carles alcanzó un gran prestigio impulsando grandes colecciones, entre las que se encuentran la del Marqués de Roviralta y la de Josep Sala Ardiz. Además, cabe destacar que muchas instituciones de la ciudad condal –Museo Nacional de Arte de Cataluña, Museo Marés o Museo del Diseño de Barcelona– tienen piezas notables procedentes de su colección particular.