‘BBKateak’, un nuevo encuentro con la colección permanente del Museo de Bilbao
Hoy se abre al público una exposición rotatoria en forma de serie (kateak), una original propuesta impulsada por el Museo de Bellas Artes de Bilbao y BBK que propicia un ‘cara a cara’ inédito entre artistas de la colección permanente del museo bilbaíno. Es un proyecto vivo, dirigido por Miguel Zugaza, en el que participan muchos de los profesionales del museo. En esta primera fase se han reabierto 21 salas y posteriormente se irán abriendo otras en un programa en progreso que durará hasta que finalicen las obras de ampliación del Museo.
En cada una de las 21 salas del edificio antiguo del Museo de Bellas Artes de Bilbao los visitantes pueden observar un encuentro inesperado entre dos artistas de la colección, a veces muy lejano en el tiempo o bien en su procedencia cultural o geográfica, con el objetivo de provocar a quién mira tras observar la visión de maestros antiguos y modernos, de estilos diferentes y de variadas disciplinas.
Este modo nuevo de acercarnos a un museo con tan rico patrimonio artístico como tiene el Museo de Bellas Artes de Bilbao permite enriquecer nuestra mirada y apostar por el desarrollo de nuevas narrativas, algo que ya se comenzó a hacer a través del proyecto expositivo ABC. El alfabeto del Museo de Bilbao, comisariado por Kirmen Uribe, apoyándose en la fuerza de las palabras.
El programa contempla que se hagan más de medio centenar de montajes diferentes, en los que van a participar más de un centenar de artistas y cerca de 300 piezas de la colección. Ahora se pueden contemplar 43 artistas, 15 todavía en activo, donde no faltan algunos de los artistas clásicos punteros de la colección del Museo de Bilbao: Durero, van Dyck, Goya, Ribera, Orazio Gentislechi, El Greco, Zurbarán, Gauguin, Cézanne o Mary Cassatt, entre otros, ni de los del siglo XX o XXI como Chillida, Zumeta, Bados, Palazuelo, Oteiza, Bacon, Isabel Baquedano, Andrés Nagel, Lazcano, Txomin Badiola o Gabriel Cualladó por citar algunos de ellos.
En la sala 1 converge el trazo profundo de Alberto Durero en sus estampas con la rotundidad de la caligrafía de Chillida, mientras en la 2 una extraordinaria obra de Anton van Dyck, Lamentación sobre Cristo muerto al lado de una pintura gestual de José Luis Zumeta, antes de pasar a ver un retrato de Goya frente a una composición de Ana Isabel Román, sin dejar de mencionar el san Sebastián de Ribera con la sencillez de una obra de Ángel Bados.
En la sala 5 un capricho arquitectónico de Vredeman de Vries frente a una arquitectura clásica de Darío Urzay, para pasar a la interacción cubista entre María Blanchard y Palazuelo. La sorpresa de ver una obra maestra de Orazio Gentislechi junto a una pieza de Ibon Aranberri y la influencia que tuvo El Greco en la obra de Ignacio Zuloaga; y la conversación entre el retrato en yeso que Oteiza le dedicó a su mujer y el video de Itziar Okariz que vuelve a plantearnos nuevos interrogantes.
Y qué decir de las formas geométricas de Pello Irazu que conversa con una composición de Bacon o del modo de interpretar la naturaleza muerta de Zurbarán y de Isabel Baquedano. Y el paisaje y paisanaje de Darío de Regoyos con el abigarrado mundo objetual de Daniel Tamayo y en otra línea ese modo de encarar el espacio paisajístico y la representación en la obra de Ucelay o del más reciente Jesús Mari Lazcano.
Y en las últimas salas las lavanderas de Gauguin con una obra de Gema Intxausti; un desnudo de Martin de Vos con una forma escultórica de Lipchitz; la arcadia feliz en los desnudos de Cézanne con la inspiración clásica de Aquerreta; la maternidad de Mary Cassatt vista con otro prisma por Cualladó; y el arquetipo escultórico de Quintín de Torre junto a una escultura colgada en la pared de Txomin Badiola.