En su licitación de los días 4 y 5, la casa madrileña repite grandes ventas en pintura antigua como el dibujo de Juliá, un bodegón del círculo de Camprobín o un grabado mexicano.
Las expectativas por las santas de Artemisia Gentileschi quedaron pronto despejadas. Santa Lucía y Santa Apolonia (O/L, 74 x 57 cm; 573A) destilaban su calidad colgadas en la pared detrás del subastador, pero los compradores estaban tras la línea telefónica; el primero, igualó la salida y el segundo ofreció una puja más, 300.000 euros, y se hizo con los lienzos. Buena compra, sin duda, especialmente por la calidad de la Santa Apolonia.
La gran sorpresa de la tarde fue un grabado coloreado de la Vista de la plaza de México nuevamente adornada por la estatua equestre de nuestro augusto monarca reinante Carlos IV (45 x 67 cm; 519), dibujado por Rafael Ximeno y grabado por Joaquín Fabregat en México en 1797; salía a pujas por 400 euros, pero ya conocemos cómo funciona el mercado mexicano en estos últimos tiempos, y tras pujar varios coleccionistas interesados, la cosa quedó entre dos teléfonos (mexicanos, suponemos) que dispararon la obra hasta nada menos que 9.500 euros, en lo que probablemente debamos calificar de capricho de coleccionistas.
Mucho más sentido tuvo la fantástica puja por la sátira de Asensio Juliá titulada Fernando VII en la cuerda floja (aguadas y lápiz, 33,5 x 26 cm; 564); aunque la referencia a Goya era innegable, el espíritu socarrón y crítico de Juliá plasmó con acierto y personalidad propios la situación política de la monarquía y, quizá también de la Iglesia. Y así no fue extraño que subiese de 5.000 hasta adjudicarse por 30.000 euros, que muy probablemente sea su mejor venta hasta el momento; enhorabuena, por cierto, al comprador.
Casi de esta misma época, las seis buenas aguadas con pluma que representan Seis escenas de la Batalla de Trafalgar, de Escuela española realizadas hacia 1805, también se vendieron, esta vez por 27.500 euros.
Si retrocedemos ligeramente en el tiempo, nos encontramos con el Bodegón: Cestas y platos de frutas sobre una mesa enmarcada por un cortinaje; al fondo aves delante de una arquitectura (O/L, 87 x 139 cm; 556) del círculo de Pedro Camprobín, que subió también de 20.000 a 40.000 euros, con interesados en sala y al teléfono.
De principios del siglo XVII y de Escuela sevillana era La vocación de San Luis Gonzaga (O/L, 298 x 191 cm; 189) con evidentes recuerdos de Roelas, Pacheco e incluso del mismo Zurbarán; lienzo con calidad y con la inscripción de ‘Hijo, entra en la Compañía de Jesús’, se adjudicó por la salida, 12.000 euros. También por la salida, 6.000 euros en este caso, se vendió el Martirio de Santa Bárbara en un óvalo fingido rodeada de ángeles portando una custodia e instrumentos militares (O/L, 138 x 197,5 cm; 176), de Escuela sevillana o colonial, S. XVII. En cambio, el Sueño de José (O/L, 192 x 149 cm; 209) de Escuela italiana S. XVII pasó de 1.500 a 6.000 euros.
Llamaron especialmente la atención las buenas ventas que obtuvieron las copias antiguas con importantes marcos de época. Dos ejemplos: San Juan Bautista (O/L, 157 x 214 cm; 172) de Esc. italiana S. XVII pasó de 800 a 3.000, y el Martirio de Santa Juliana (O/L, 128 x 180 cm; 168) de 1.000 a 3.250 euros.
Hacia 1500 y de Escuela sevillana, Cristo presentado ante Pilatos (O/T, 43 x 33 cm; 551) fue también objeto de gran interés, y de 9.000 euros pasó a rematarse por 16.000, viendo quizá la mano de Pedro Sánchez I.
Del siglo XIX había pocas piezas, pero destacaron. La primera, un exquisito Boceto para la muerte de Lucrecia (O/L, 37,3 x 46,5 cm; 574), del gran Eduardo Rosales, que falleció sin terminar la obra definitiva, expuesta en el Museo del Prado. De los temerosos 3.000 euros de la salida –dado que salen piezas menores de su mano al mercado y apenas se venden-, se pasó pronto en una lucha intensa a los 20.000 euros del remate, que ya comienzan a hacer justicia a su calidad, truncada con apenas 37 años, pero con una madurez y calidad como muy pocos en ese siglo. Y por el preciosista El barbero en el zoco (O/L, 32 x 50 cm; 586) de Enrique Simonet, realizado probablemente como consecuencia de su estancia en 1893/4 en Marruecos -y posterior, por tanto, a su conocido y premiado ¡Y tenía corazón!-, subió de 6.000 a 10.000 euros.
El siglo XX, en cambio, obtuvo ventas de menor entidad. Destacó la previsible de la flor roja de José María Sicilia, La luz que se apaga, 2002 (Tm/L, 100 x 100 cm; 668), que pasó de 10.000 a 12.000 euros. Más espectaculares fueron la del soberbio estudio de Gerardo Rueda, Pintura gris, 1960 (O/L, 81,5 x 65 cm; 648), que pasó de 1.500 a 3.000 euros, quedándose aún lejos de los que debería pagarse por estas telas; la del Nº 245, 2006 (laca/aluminio, 143 x 171 cm) de Markus Weggenmann, de 2.000 a 4.250 euros; y las de Alfonso Albacete: la acuarela Bodegón, 1986 (70 x 100 cm; 603), de 800 a 1.600 euros, y el tríptico del Mar de la China. Sombra, 2003/5 (O/L, 120 x 33 cm; 663) de 800 a 1.500 euros. Por la salida, 5.750 euros se vendió el interesante papel a tinta de Antoni Tàpies, Sin título, 1954 (26 x 22 cm; 654). Daniel Díaz @Invertienarte