Ana Palacios: «Me interesa captar el momento decisivo de la emoción»
La fotógrafa Ana Palacios (Zaragoza, 1972) exhibe hasta el 15 de febrero junto a otras cuatro mujeres fotógrafas (Ouka Lele, Isabel Muñoz, Rosa Muñoz y Concha Pérez) cinco fotografías en la muestra Cinco miradas. Cinco mujeres, organizada por la Galería Ansorena (Alcalá, 52. Madrid). Licenciada en Periodismo, Ana Palacios estudió cine en Los Ángeles, trabajó con algunos de los grandes directores y actores de las últimas décadas, pero transformó su afición por la fotografía en una pasión cuando entendió su importancia como herramienta de transformación social. En los últimos años ha publicado tres libros, de otros tantos proyectos en África, y aunque parezca una paradoja sabe escuchar y hacerse ‘invisible’ en las comunidades africanas en las que ha vivido para visibilizar cómo viven y sienten las personas sin invadir la intimidad de los seres que capta con su cámara.
- ¿Cómo surgió su vocación por las artes visuales: cine y fotografía?
Desde muy joven quise dedicarme a dirigir películas, sin ni siquiera saber muy bien qué era eso. Me licencié en Periodismo porque mis padres querían que hiciera una carrera ‘seria’ y pensaban que lo del cine se me acabaría pasando, pero no fue así. Cuando terminé la carrera estudié cine en Los Ángeles y aunque solo he dirigido un documental recientemente… a la producción cinematográfica he dedicado 17 años de mi vida. En 2010 viajé con mi cámara tres meses a India a documentar proyectos de cooperación. La fotografía como afición siempre había estado presente pero no fue hasta ese año que entendí su importancia como herramienta para el cambio y me enganché a su poder de transformación social. Se difuminó mi adicción al cine y estalló la de documentar proyectos sociales.
- ¿No echa de menos sus colaboraciones con algunos directores y actores tan conocidos como Ridley Scott, Liam Neeson, Sean Penn o Roman Polanski?
Fue una época trepidante de mi vida, viajé mucho y conocí a gente muy interesante pero hubo un momento en el que me di cuenta que eso no me llenaba, ya no sentía la ilusión del principio. Por eso, un día decidí cambiar mi vida y viajar a India como voluntaria con mi cámara. Cuando volví y vi que mis fotografías gustaban y sensibilizaban a la gente sentí y entendí que eso era lo que quería hacer. Estuve varios años compaginando el cine con la fotografía social, pero actualmente dedico todo mi tiempo y energía a la fotografía.
- ¿Cuáles son los artistas visuales y fotógrafos nacionales e internacionales que más han influido en su carrera como fotoperiodista?
No tengo un claro referente y a la vez creo que tengo muchas influencias. Mi “intención” fotográfica es similar a la que aglutinó a Jacob Riis, Lewis Hine y posteriormente a los fotógrafos de la Farm Security Administration americana como Dorothea Lange: la búsqueda de un cambio social. Mi estética es “clásica” y una gran inspiración han sido Sebastiao Salgado, Cristina García Rodero e Isabel Muñoz. Mi estructura narrativa es cinematográfica en cuanto a que busco un planteamiento, nudo y desenlace al contar las historias con imágenes y contar dramas humanos sin incidir en el dramatismo, aquí entrarían muchos directores de cine que admiro como Lars Von Trier, Haneke o Ken Loach. Y, por supuesto, sigo los trabajos de compañeros y compañeras que están en activo de los que aprendo todos los días.
- En los últimos años ha colaborado con varias ONGs internacionales. ¿Cómo ha sido la experiencia como fotógrafa y con las personas que ha encontrado en África?
Es difícil abarcar todas las problemáticas en todos los lugares del mundo. Creo que es importante poner el foco en algo en concreto y trabajar sobre ello y por ese motivo decidí centrarme en el continente africano. Aunque tengo que decir que África es un continente extenso, con una gran diversidad, culturas y sociedades distintas. Yo solo me he acercado a algunas historias muy concretas de la mano de diferentes ONG. Mi experiencia siempre ha sido positiva. Aunque ha habido directrices, en general he tenido mucha libertad para fotografiar lo que yo encontraba más interesante. Las personas que me he encontrado en este camino, los protagonistas de mis proyectos, siempre han sido muy generosos conmigo, permitiéndome entrar en sus vidas y contar su realidad.
- En sus fotografías hay una honda preocupación por las personas en los agujeros negros del mundo, sobre todo África
Me cuesta imaginar mis fotografías sin personas. Los protagonistas de mis proyectos son ellos, yo soy solo el vehículo que intenta contar su historia, sus inquietudes y las vulneraciones que viven.
- Sus imágenes conectan con el espectador y reducen la distancia entre éste y las personas fotografiadas. ¿Son una puerta a la esperanza para disminuir la intransigencia hacia los otros y avanzar hacia un mundo más justo?
Para mí la fotografía es un camino, no un fin en sí mismo. A través de las imágenes puedo documentar realidades invisibles y sensibilizar a quien quiera mirar a este lado. Con esas instantáneas podemos llegar a mucha gente y gracias a que a veces se genera una reacción, se desencadena un impulso para transformar esas vidas, porque sí creo que otro mundo es posible. Siempre me he centrado en proyectos en los que pudiera encontrar esa luz esperanzadora, trato de ser honesta y trasmitirlo así en mis proyectos.
- ¿Cómo prepara sus trabajos? ¿Hay una elaboración previa de lo que va a fotografiar o deja que la espontaneidad fluya en lo cotidiano?
Siempre hay un proceso previo al viaje, una etapa de documentación que es muy necesaria para empezar a entender la vulneración que quiero documentar. Una vez en terreno, para mí el primer paso, antes de sacar la cámara, es hablar con las personas a las que vas a fotografiar, preguntarles qué les preocupa, cómo se sienten… Tratar de entender su situación y su sufrimiento. Esa es la base para crear empatía y que no te vean como a una extraña que solo va a hacerles fotografías y a invadir su intimidad. No me gusta ser una fotógrafa ‘paracaidista’, de esos que llegan, hacen las fotografías en un par de días y se van. En todos mis proyectos estoy mucho tiempo en el mismo lugar, conviviendo con ellos, para que llegue un momento en el que sea una más de la comunidad y sea invisible con mi cámara. Cuando me ignoran es el momento perfecto para empezar a trabajar.
- En los tres libros editados centra su mirada en niños, niñas y jóvenes, casi siempre personas que sufren, aunque nunca con dramatismo. ¿Qué importancia tienen la luz y el cromatismo para lograrlo?
Me gusta que mis fotografías transmitan las emociones que están sintiendo sus protagonistas. Busco mostrar que detrás de una situación complicada también hay esperanza e ilusión, y eso es lo que intento hacer, dar luz a esos aspectos de esa misma realidad. Esa es mi primera búsqueda al fotografiar, el “momento decisivo” de la emoción, y si tengo suerte también tendré una buena luz. El cromatismo está suavizado porque me interesa diluir la viveza de los colores y la saturación para mostrar imágenes menos contrastadas y obtener así una paleta cromática menos agresiva que pase más desapercibida y te permita centrarte mejor y más pausadamente en la escena.
- ¿En qué está trabajando ahora?
Hace pocos meses presentamos el proyecto Niños esclavos. La puerta de atrás que consistió en un libro, una gran exposición y un documental, y con él sigo trabajando para que llegue a la máxima audiencia posible. Pronto empiezo un nuevo proyecto relacionado con la infancia y la educación pero no puedo contar mucho aún. Sigue interesándome mucho África como territorio pero no descarto trabajar en otras zonas, por supuesto.
- Ahora expone con otras mujeres fotógrafas en una galería madrileña. ¿Cómo surgió la idea y si cree que la sensibilidad femenina define un modo diferente de contemplar el mundo?
La verdad es que no sé cómo surgió esta maravillosa idea de juntarnos, pero estoy encantada de que la Galería Ansorena haya querido incluirme en sus cinco elegidas. Para mi todas ellas son una gran inspiración, grandes mujeres que llevan muchos años dedicadas al arte y a transmitir su personal visión del mundo a través de la fotografía. Poder exponer mi trabajo junto al suyo es un gran honor. Creo que cada fotógrafo o fotógrafa tiene una manera diferente de aproximarse a la fotografía independientemente de su género, una sensibilidad única. Cada una de nosotras tenemos una forma distinta de mirar y también muchos puntos en común, pero no creo que haya una “mirada femenina” como tal.
- Por último, y dadas las diferencias temáticas y estilísticas con Isabel Muñoz, Ouka Lele, Concha Pérez y Rosa Muñoz, compañeras en esta exposición. ¿No crees que a veces se acentúa la diferencia entre la fotografía artística y la documental que caracteriza al fotoperiodismo y la frontera no siempre está muy clara?
Personalmente no me gusta encasillar las cosas y ponerles excesivas etiquetas. Lo que sí que creo es que la fotografía artística te permite crear o recrear una realidad, jugar con ella y moldearla de una manera u otra, pero la fotografía documental, en la que incluimos el fotoperiodismo, es claro con eso, hay que mostrar las cosas tal y como son, con rigor, y también contando con otros elementos como la ética y la responsabilidad. Estos conceptos que definen la fotografía documental no tienen porqué estar enfrentados a una búsqueda estética en su forma. Julián H. Miranda