A VUELTAS CON VELÁZQUEZ

A VUELTAS CON VELÁZQUEZ

A VUELTAS CON VELÁZQUEZ

Diego Velázquez. Retrato de niña o Joven Inmaculada.

La reciente aparición del Retrato de niña o Joven Inmaculada, atribuido por unanimidad a Velázquez, el más insigne de los pintores de nuestro siglo de oro, evidencia hasta qué punto estamos ante un verdadero furor por encontrar nuevas pinturas salidas de sus pinceles. No en balde, desde el año 2010 hasta éste 2017, se han sumado a la nómina de su corpus casi una decena de piezas con desigual suerte en cuanto a la crítica especializada. Todo un éxito que ha tenido además su vertiente literaria con la aparición en 2016 del libro Velázquez desaparecido a cargo de la escritora Laura Cumming.

Inauguraba el 2010 La educación de la Virgen de Yale, un cuadro no exento de cierta polémica pero que venía a rellenar un hueco importante en los primeros años del joven Velázquez en su Sevilla natal. La obra, fechada en torno a 1617-1618, es por tanto contemporánea del sonado Retrato de niña o Joven Inmaculada vendido antes de ayer en Abalarte y que ha alcanzado la asombrosa cifra de 9,7 millones de euros (ver aquí). Cantidad similar por cierto en la que se ha valorado en los últimos años el Retrato de hombre que dio a conocer Peter Cherry en el año 2011 en el número 12 de nuestra revista (ver aquí). Éste fue adquirido entonces en la casa de subastas Bonhams por el coleccionista y galerista estadounidense Alfred Bader por 3,45 millones de euros.

En el año 2011 también se legitimó, con gran rigor científico y en la revista Archivo Español de Arte, la procedencia de la Última Cena de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (ver aquí). El cuadro es sin lugar a dudas el que figuraba en el inventario del Alcázar de Madrid de 1666 con atribución a Velázquez. Pese a que en principio la crítica no aceptó de manera unánime la atribución del lienzo al sevillano, la presencia de éste en la exposición del Louvre del año 2015 parece haber inclinado definitivamente la balanza hacia los que la consideran autógrafa del maestro y por tanto pintada en Venecia en 1629.

En 2013 le tocó el turno al Retrato de don Sebastián de Huerta, fechado en 1628 y también publicado en Ars Magazine (nº 17) por Carmen Garrido. En este caso y al igual que la Última Cena, se trata de un cuadro conocido desde antiguo –había sido publicado por José López Rey– felizmente reaparecido y obra indudable de Velázquez.

Diego Velázquez. Última Cena. 1629. Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Diego Velázquez. Don Sebastián de Huerta. Hacia 1628. Colección Particular.
Diego Velázquez. Retrato de anciano. Galería A. Bader.
Diego Velázquez. Dama de perfil. Hacia 1629. Colección Delgado.

También dentro del ámbito de lo científico, a finales de 2016 se presentaba en el Museo del Prado el Retrato de Felipe III, obra como saben perteneciente al hispanista William B. Jordan y legada por él al Prado. Vinculado de manera inequívoca con la desaparecida Expulsión de los moriscos del Salón Nuevo del Alcázar de Madrid (ver aquí), el cuadro ha generado algunas dudas que, a pesar de todo, enriquecen el debate sobre existencia de lienzos inéditos que esperan a ser descubiertos.

Precisamente es en ese contexto –el del debate sobre la aparición de nuevos Velázquez–donde cobra singular importancia el Retrato de niña o Joven Inmaculada, con todos los datos, aún por analizar en profundidad, que ofrece su radiografía; o la Dama de perfil de la Colección Delgado que acaba de atribuirle Carmen Garrido en el último número de Ars (ver aquí). Quién sabe si aparecerá también el supuesto retrato del Príncipe de Gales que novela L. Cumming. Real o no, es posible que en los próximos meses asistamos a la aparición de nuevas pinturas salidas de los pinceles del genial Velázquez. ARR.