Una revisión de la obra de Rafael por su 500 aniversario
La muestra del Quirinale, comisariada por Marzia Faietti y Matteo Lafranconi, ha proporcionado la ocasión perfecta para estudiar de nuevo al maestro y ahondar en asuntos como el funcionamiento de su taller y su relación con León X como Prefecto de Antigüedades para la Roma papal. Varios autores aportan novedades sobre el plan de reconstrucción de la ciudad concebido por el maestro, así como descubrimientos técnicos obtenidos tras recientes restauraciones en una docena de ensayos del catálogo editado por Skira que completan este ambicioso proyecto del V centenario.
“Da Vinci nos ha prometido el cielo, pero Rafael nos lo ha dado”. Esta frase pronunciada por Pablo Picasso es la elegida por Sylvia Ferino-Pagden, presidenta del comité científico de este proyecto, para introducirnos en la figura de Rafael (1483-1520), maestro polifacético cuya obra se desgrana en una completa exposición italiana que ajusta atribuciones y presenta restauraciones recientes; además de presentar 14 estudios inéditos reunidos en el volumen Raffaello. Si Leonardo es reconocido mundialmente como el gran hombre del Renacimiento, ¿por qué Rafael solo es “el divino pintor”?
El grupo de investigadores internacionales que ha participado en la conmemoración de los 500 años del nacimiento del autor de Urbino ha concebido la mayor exposición homenaje dedicada al maestro hasta la fecha, pero también ha aprovechado para hacer una revisión sobre su figura. Porque Rafael no solo fue pintor y dibujante, también fue arquitecto, diseñador, coleccionista apasionado, arqueólogo e incluso inventor de artefactos, como escribe Arnold Nesselrath en su ensayo del catálogo, escrito en italiano.
Los comisarios/editores Marzia Faietti y Matteo Lafranconi son la parte visible de un equipo de académicos que ha trabajado conjuntamente durante años. Un comité científico encabezado por Ferino-Pagden, en el que también han participado Francesco P. Di Teodoro, Alessandro Viscogliosi, Vincenzo Farinella, Lucia Bertolini y Achim Gnann, entre otros.
Todos ellos ofrecen una visión de Rafael como uomo del Rinascimento consumado, comprometido con la belleza y la armonía en todas las actividades que llevó a cabo, incluida la de Prefecto de Antigüedades de la Roma papal.
El catálogo de la muestra, editado por Skira, ofrece precisamente documentación para profundizar en este último cargo, que el artista ostentó desde 1515 hasta su fallecimiento. El profesor Di Teodoro alude en su estudio a la carta que el artista escribió a León X, donde formula una vehemente defensa del patrimonio, además de plantear lo que podría ser considerado como un tratado de arquitectura.
Se conservan muy pocos escritos de la mano del maestro, por eso es tan interesante esta carta, escrita con la ayuda de su amigo Baldassarre de Castiglione y fechada hacia 1519. En ella el artista habla de restauración, de respeto por el patrimonio y responsabilidad “por preservar el pasado para mantenerlo en el futuro” e incluso de paz entre naciones. Como escribe Di Teodoro en su ensayo, “Rafael fue un visionario que concibió todo un plan de reconstrucción de Roma”, aunque nunca llegase a desarrollarlo.
Alessandro Viscogliosi, profesor de la Università di Sapienza, incide también en el contenido de esta famosa carta papal y en ese “Plan de la Roma antigua” que preveía la remodelación de la Ciudad Eterna por parte de Rafael. Desgraciadamente, esta Pianta di Roma antica no ha llegado hasta nuestros días y, como el autor de Urbino no pudo llevar a cabo dicha reconstrucción, debemos conformarnos con la información incluida en la misiva dirigida a León X.
En ella se describe una exposición de motivos, la estructura y metodología de ese futuro plan, que bien podría entenderse como el boceto de un innovador tratado arquitectónico diseñado por Rafael. Quizá este proyecto era parte de un programa para vincular la antigua ciudad de los emperadores con la nueva Roma de los papas; tal vez el papel manuscrito fuese acompañado con planos y dibujos.
La realidad, lamenta Viscogliosi, es que de este proyecto que podría haber sido uno de los grandes trabajos del maestro, apenas se conservan un par de documentos bibliográficos. A los que se suman varios dibujos sobre foros imperiales conservados en las Gallerie degli Uffizi y atribuidos a Antonio da Sangallo el Joven, ya que los expertos acaban de confirmar que poseían una finalidad topográfica, y no didáctica como se pensaba.
El trabajo coral desarrollado para conmemorar el V centenario de Rafael ha servido también para devolver al maestro algunas pinturas y dibujos que durante el siglo XX se habían atribuido a sus colaboradores, principalmente Giovan Francesco Penni y Giulio Romano.
De igual modo, se ha aprovechado para estudiar el funcionamiento de la bottega del maestro. En ese sentido, las investigaciones recientes atestiguan que en casi todos los trabajos de época “leonina” los procesos de producción fueron mucho menos metódicos de lo que cabría esperar en un taller bien organizado. Las composiciones se prepararon de las formas más dispares, como demuestran los dibujos subyacentes encontrados en la Madonna del Amor Divino y los casi inexplicablemente complejos de la Madonna de la Perla. Esto sucede porque el maestro de Urbino afrontaba cada obra como un experimento en sí mismo.
Una ocasión excepcional como esta también ha llevado consigo labores de restauración y estudios técnicos, como en el caso del Retrato del papa León X con los cardenales Julio de Medici y Luis de Rossi en el Opificio delle Pietre Dure, bajo la dirección de Cecilia Frosinini. Aunque la última restauración se acometió hace apenas 24 años (Alfo del Serra en 1996), la intervención actual se había vuelto necesaria y urgente, debido a que el alabeamiento del soporte estaba produciendo ya en 2017 signos de sufrimiento sobre la capa pictórica.
Se ha procedido a la limpieza de la tabla y a eliminar retoques de trabajos anteriores, que habían alterado ligeramente el aspecto de los personajes. En esta ocasión, además, se han centrado especialmente en la silla sobre la que se sienta el papa y el vestido del cardenal De Rossi (a la derecha), que parece haber ganado en volumen. Como en otros trabajos del maestro, este triple retrato posee una imprimación de varias capas a base de plomo blanco con un poco de negro carbón y polvo de vidrio.
“Rafael murió en Roma el 6 de abril de 1520, Viernes Santo, justo el mismo día que nació. En su perfección circular y fuerza simbólica, la cronología de la muerte de Rafael difícilmente podría haber parecido más artificial”, escribe Matteo Lafranconi en su estudio. Y sin embargo, las fuentes documentales corroboran esta curiosa coincidencia biográfica.
1520, el año en que murió uno de los más grandes maestros de la Historia del Arte, y el año, también, en el que acabó la edad de oro que había florecido en Roma. Dejó en suspenso el proyecto de reconstrucción de una ciudad que aspiraba a recuperar toda su gloria pasada. Esa que ahora solo podemos disfrutar desde nuestras casas. Sol G. Moreno