Se vendieron también las tablas de Hoesacker por 36.000 euros; como curiosidad, el Hirst por 8.500 euros
Benjamín Palencia (1894-1980) es uno de esos autores cuyos precios han sufrido notablemente la crisis. Con su innegable calidad y su peculiar aplicación del color ha ido sorteando los escollos con más lucidez que otros autores de la Escuela de Vallecas, y más extensamente de la mal llamada escuela de Madrid. A pesar de estos sabidos y difíciles condicionantes, Segre vendió ayer los dos lienzos de su mano que presentaba. El más importante, Villafranca de la Sierra, 1953 (O/L, 71 x 90 cm; 116) fue pujado por un teléfono por los 35.000 euros de la salida; el otro, Piedras de Villafranca, 1978 (O/L, 55 x 46 cm; 115), más tardío, deshecho y con menos interés desde el punto de vista formal, salía por 12.000 euros, y en eso se adjudicó a la oferta previa que defendía la mesa. Estamos lejos aún de los precios que alcanzaban estas obras antes de la crisis, pero su venta demuestra que es autor de calidad, que interesa a los coleccionistas y, muy previsiblemente, que volverá a subir, aunque eso sí, ya sólo ligeramente.
De todas formas, no deja de ser curioso que por el muy tardío lienzo de las Piedras de Palencia se pagasen 12.000 euros y, en cambio, por la exquisita tabla con El pozo, 1976 (22 x 35 cm; 133) de una más que consolidada y afamada Carmen Laffón, apenas se ofreciesen 7.500 euros ligeramente por encima de los 6.000 euros iniciales. Acaso el problema sea, más que una cuestión de tamaño, de una cierta miopía que impide apreciar con cierta objetividad la calidad de las piezas. El lienzo de Palencia es transitar por caminos no ya recorridos hace años sino muy trillados ya, lejos de sus investigaciones pero con la libertad que dan los 86 años; la tabla de Laffón respira intensidad y afecto, primor y esfuerzo, ganas de mostrar con 42 años la valía y calidad de la que uno se sabe poseedor.
En este sentido, sorprenden los 8.500 euros pagados por Spin (Ø 32 cm; 179) de Damien Hirst. Firmado por detrás y con sello del taller, dijimos en los previos (leer) que los 2.000 euros de la salida eran una oportunidad, pero pa
gar finalmente 10.248,45 euros por la pieza parece hablar más de fetichismo que de la calidad objetiva de esta pieza, por mucho que sea Damien Hirst y por un mucho que en un futuro más o menos lejano esta pieza pueda llegar a valer más.
Por cierto, es el mismo precio que se pagó por Voyeur, 1965 (O/L, 108 x 106 cm; 143) de Juan Barjola, una pieza densa, tremenda incluso, pero con una autenticidad que se echa de menos en piezas suyas posteriores. Buen remate obtuvo, aunque dentro de lo previsible, el Huevo de Pascua, 1969 (cartón piedra, 105 x 70 x 45 cm; 151) del Equipo Crónica, al subir de 14.000 a 17.000 euros. Más sorpresa causó sin embargo, por lo no habitual, la venta por 3.800 euros de la pintura sobre piezas de madera Sin título, 1993 (112 x 112 x 4 cm; 155) del japonés Mitsuo Miura, y la del lápiz sobre papel Olas, 1996 (70 x 100 cm) de Soledad Sevilla por 2.200 euros.
Los 82.000 euros pedidos por el lienzo de Miquel Barceló, Semences du Paysagge nº 8, 1990 (O/L, 46 x 55 cm; 156), se demostraron excesivos, lo mismo que los 18.000 euros por el delicado y atípico Saki, 1990 (198 x 132 cm; 159) de Juan Uslé; quizá sea ésta la razón principal, además del tamaño…
Por último, las dos ventas de Eduardo Úrculo, cuyos precios continúan bajando: 9.500 euros, la salida, se dieron por La vaca final, 1976 (A/L, 162 x 140 cm; 205), y unos sorprendentes 3.200 euros por el gouache con pastel Sin título, 2002 (56,5 x 76 cm; 206).
En pintura antigua, la otra gran alegría de la tarde fue la venta de las tablas de Johannes Hoesacker. Un teléfono terminó llevándose por 36.000 euros las parejas de las puertas laterales de un tríptico representando a san Andrés, Santiago, la Virgen y santa Isabel (143 x 39,5 cm c/u; 19), unas pujas por encima de los 30.000 iniciales. La Magdalena penitente (O/L, 107 x 93 cm; 26) de la escuela de El Greco, subió de 4.000 a 5.500 euros, adjudicados a otro teléfono.
Los 25.000 euros pedidos por cada uno de los lienzos con los Mártires de Córdoba (138 x 210 cm; 20) y el Martirio de san Andrés (166 x 208 cm; 21), atribuidos según la casa a Antonio del Castillo, se demostraron excesivos pues no hubo interesados que pujasen por ellos. Más tardío ya, el Retrato de María Amalia de Borbón (O/L, 39 x 30 cm; 45), atribuido a François Gerard, se vendió en sala a un francés por la salida, 4.000 euros.
Por último, la obra gráfica, donde el triunfador fue Manolo Valdés: nada menos que 9.000 euros –insisto, más incluso que lo dado por la tabla de Laffón y por el lienzo de Barjola- se dieron por el ejemplar 24 de los 51 editados de Retrato de una dama, 1991 (aguafuerte y collage, 165,5 x 98 cm; 344), y 6.500 euros, la salida, por Reina Mariana IV, 2001 (aguafuerte y collage, 11/50, 168 x 97 cm; 345)… Como dato curioso en estos tiempos tan de autonomías, la litografía de Ubu en las Baleares, 1971 (58/120, 50,5 x 66 cm; 339) de Joan Miró subió de 1.200 a 2.200 euros. Daniel Díaz @Invertirenarte