BRUSELAS ACOGE UNA EXPOSIÓN ANTOLÓGICA SOBRE EL BODEGÓN ESPAÑOL
Ayer se inauguró en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas (BOZAR) la muestra Spanish Still Life. Velázquez, Goya, Picasso, Miró,…, una ocasión única para ver reunidas algunas de las mejores piezas del género. Las expectativas sobre ella eran muchas. No en vano, suponía una nueva revisión del tema después de las célebres exposiciones celebradas en 1983 en el Museo del Prado y en el de Bellas Artes de Bilbao de 1999. La primera novedad, el marco cronológico que ha propuesto su comisario, Ángel Aterido Fernández, pues, a diferencia de las anteriores, que finalizaban en Goya y Picasso respectivamente, aquí la panorámica se prolonga hasta la actualidad con Antonio López y Miquel Barceló. Otro de sus aciertos, la selección de pinturas mostradas y la inteligente disposición de las mismas, planteando diálogos que, más que establecer conclusiones, permiten abrir nuevos horizontes en la investigación sobre el género del bodegón en España.
El inicio de la muestra es ya toda una declaración de intenciones. Preside el acceso el impactante Bodegón con membrillo, repollo, melón y pepino del Museo de San Diego de 1602. Tras el, el visitante no puede más que asombrarse al ver reunidos el Bodegón de frutas, verduras y hortalizas de Cotán de la Colección Abelló (recién restaurado), Cristo en casa de Marta y María de Velázquez (Londres, National Gallery) y el Bodegón de frutas y dulces de Van der Hamen propiedad del Banco de España. Todas ellas se enmarcan desde el poético título “Desde la ventana” y vienen a mostrar el origen intelectual del bodegón en nuestro país y sus primeras y mejores manifestaciones desde la sencillez de Cotán a la opulencia de Van der Hammen.
El siguiente apartado merece la pena en tanto en cuanto el visitante puede ver, de un lado, el retorno al naturalismo del género en el Madrid de las décadas de 1620-1630. Más interesante es la nueva propuesta de atribución de los Racimos de uvas del Museo Cerralbo a Miguel de Pret (antes considerados de mano de Ferández Labrador) al colgar junto a una obra segura de éste, el Bodegón con cesta de frutas de la Colección Abelló. Frente a ellos, el Bodegón con frutos secos de Burgos Mantilla de la Yale University y dos pinturas de compleja atribución: el Bodegón con libros y reloj de los Museos Estatales de Berlín y la Escena de cocina del Museo Boijmans de Rotterdam que en su momento se vinculó a Velázquez. Toda una oportunidad –y todo un acierto– para que los especialistas puedan contemplarlas juntas y sacar sus propias conclusiones.
Siguen dos espacios de singular belleza y que vienen a mostrar el esplendor del género con el sugerente título “Entre la vida y la muerte” y “Los desengaños de la vida”. En ellas conviven piezas de Pereda, Espinosa, los Zurbarán, Francisco de Palacios o las poco vistas –de hecho no se exhibían desde 1935– Vanitas de Andrés de Leito de la Colección Infantado. La ocasión permite también contemplar enfrentadas la Vanitas de Antonio Pereda de los Uffizi y en controvertido Sueño del caballero de la Academia de San Fernando. La antigua atribución a Pereda no parece convincente, pero tampoco a Francisco de Palacios como propuso el profesor Enrique Valdivieso. La proximidad, en las salas contiguas, de bodegones seguros de su mano (colección Harrach) no deja demasiadas dudas al respecto.
“Flores y cocinas” nos introduce en otro de los subgéneros del bodegón, con resultados brillantes como los de Juan de Arellano, Tomás Hiepes o Bartolomé Pérez. También están presentes obras de interés para los especialistas, que habrán de afinar el ojo y sacar conclusiones.
Y tras ello la exposición pasa al siglo XVIII. Interesante la colocación de los tres trampantojos de Bernardo Lorente Germán, dos propiedad del Louvre y el tercero en la Academia de San Fernando. Sorprende ver la adaptación del estilo del artista a los gustos de la clientela, pues si no supiéramos que todos ellos son obras seguras de su pincel, podríamos pensar en dos artistas diferentes. El mundo académico se presenta a través de las deliciosas Ramas de membrillo de Benito Espinós y sobre todo con los cinco bodegones de Meléndez del Prado, pintados hacia 1772 para el Gabinete de Historia Natural del futuro Carlos IV en su Casita de El Escorial.
Los dos bodegones de Goya, ejecutados para uso privado hacia 1808-1813 mientras componía los Desastres de la Guerra, sobrecogen por su dramatismo emocional. Aislados en un espacio reservado para ellos, dan paso a la gran novedad de la exposición: el paso por los siglos XIX y XX. El primero tiene como punto de partida la Vanitas –más conocida como El cráneo de Goya– de Dionisio Fierros de 1849 y es el nexo de unión entre ambas secciones. De las obras propuestas, merece sobre todo la pena ver la evolución de la técnica, dentro del género, de Joaquín Sorolla, gracias a la feliz unión de su Bodegón de uvas, granadas y manzanas del Museo de Bellas Artes de Valencia de 1878 con el Jarro de rosas (Colección particular) de 1920, donde ya se han diluido las formas.
Y con ello se llega al final de la exposición, con una interesantísima confrontación entre la vanguardia y la abstracción, con Dalí, Miró o Benjamín Palencia; ante a la pervivencia de las formas y del naturalismo de Anglada Camarasa, Isidre Nonell o el propio Gutiérrez Solana. Préstamos únicos son, por ejemplo, la Naturaleza muerta con frutas y vaso de Picasso o la Naturaleza muerta con zapato de Miró, ambas propiedad del MoMA de Nueva York. Esta misma dualidad preside la última sala de la exposición, que culmina con La alacena de Antonio López (1963. Colección particular) al lado de La gran cena española (1985) de Miguel Barceló del Reina Sofía.
Estamos por tanto ante una oportunidad única para admirar, discutir y renovar algunos conceptos sobre el bodegón español. La exposición permanecerá abierta hasta el 27 de mayo de 2018 y luego viajará a los Museos Reales de Turín.