ANNI ALBERS, UNA MIRADA INNOVADORA EN EL GUGGENHEIM BILBAO
Hoy se abre al público en el Museo Guggenheim Bilbao la exposición Anni Albers: tocar la vista, que reúne un conjunto de obras de esta creadora alemana, nacida en Berlín en 1899 y fallecida en Connecticut en 1994, seleccionadas por Manuel Cirauqui, comisario de esta muestra producida por el museo bilbaíno, que permanecerá abierta hasta el 14 de enero. Anni Albers supo incorporar el lenguaje gráfico moderno de la Bauhaus y fue una de las figuras más decisivas del Black Mountain College, junto a su pareja Josef Albers, que impulsó la modernidad artística en Norteamérica, trasladando todos esos conocimientos sólidos del arte moderno para renovar el arte textil, y apoyándose en los grabados supo crear motivos sutiles y de gran complejidad, en una cadencia musical de quien investiga sola pero sabe compartir la partitura del arte con otros colectivos.
Juan Ignacio Vidarte, director del Museo Guggenheim, dijo que esta exposición continúa la línea de presentar los fundamentos del arte contemporáneo porque «Anni Albers tenía esa capacidad para desarrollar la investigación y la pedagogía como artista y diseñadora. Por su parte, Nicholas Fox, director de la Fundación Josef y Anni Albers, destacó que la artista alemana «tenía una belleza delicada en su modo de hacer las cosas» y añadióque muy probablemente a ella le hubiera gustado comprobar cómo los espectadores de sus creaciones se involucran al adentrarse en un mundo nuevo.
Su experimentación para desarrollar un ideario estético singular que solía apoyarse en el dominio de dos disciplinas complementarias como eran el textil y las técnicas de impresión: aguatintas, litografías y serigrafías, entre otras, le ayudaron a ir creando esa serie de tejidos pictóricos, que sabía plasmar con una gran perfección formal en esas tramas que incorporaba a sus tejidos, donde puede verse la evolución de la pintura moderna y abstracta que Anni Albers conoció durante su etapa de formación y sus primeras décadas en Estados Unidos. Siempre le interesó proyectar el ideal de la Bauhaus para que cualquier tipo de arte fuera difundido de forma mayoritaria y llegara a muchos públicos: la democratización del arte, tanto en los telares como en la producción masiva.
Anni Albers fue pionera en el arte textil y desarrolló durante casi 70 años una investigación visual sostenida, que a veces se inspiró en la cultura precolombina o en la industria moderna, pero que a partir de la década de los años 60 del pasado siglo, gracias a su dominio de las diferentes formas de impresión supo reemplazar su trabajo directo con los tejidos en la década siguiente por la aplicación de dichas técnicas a los mismos, trascendiendo la noción clásica de artesanía y poniendo en marcha variaciones infinitas en dichos tejidos.
El recorrido propuesto por el comisario comienza en la sala 305 del Museo Guggenheim y en ella encontramos trabajos de su período en la Bauhaus, con dibujos preparatorios para aplicarlos en textiles y también la investigación desarrollada de nuevas tramas en tejidos que fueran sencillos y funcionales, desde esquemas ortogonales de las décadas de 1920 y 1930, claramente influida por la abstracción geométrica. Y también piezas de su etapa en el Black Mountain College, inspirándose en temas precolombinos y su investigación por la abstracción, ya sea evocando paisajes como en La luz o representaciones esquemáticas en Con verticales. Este período en Norteamérica fue de una gran libertad creativa para Anni Albers y ese grupo de artistas.
En la siguiente sala, la 306, se exhiben obras de madurez de la artista cuando, junto a su marido Josep, se trasladaron a New Haven en Connecticut y empezó a teorizar sobre el Fiber Art. En los bocetos, diagramas y fotografías se puede ver la evolución de los desarrollos conceptuales de Anni Albers, con una obra tan destacadas como Del tejer, una edición de 1965, que con motivo de esta exposición han reeditado el Museo Guggenheim y la Universidad de Princeton. Junto a esa edición, se muestran tejidos pictóricos que buscan la perfección formal, trasladando a estas telas la preocupación por la pintura moderna y abstracta, tan definida en Epitafio, su última producción de un textil.
La última sala de la exposición, centrada en los últimos años de la década de los 60, recogen un conjunto de obras en los que Anni Albers llegó a experimentar con las diferentes técnicas de la impresión gráfica en series como Domberger, con formas triángulares y romboidales, mientras que en otras piezas optó por formas curvas, levemente laberínticas. Fueron años donde se impuso la industrialización del objeto textil y del objeto gráfico con las enormes posibilidades que esto suponía para superar las barreras entre el arte y el diseño. Su serie de grabados Conexiones quizá sea una buen resumen de los grandes hitos visuales que caracterizaron la mirada innovadora y poética de Anni Albers.
El comisario de la exposición, Manuel Cirauqui, durante la presentación y la visita por la exposición subrayó que la obra de Anni Albers permite una mirada transversal a través de la abastracción del siglo XX porque esta restrospectiva gira en torno a dos ejes principales; del arte al diseño, y del texto al textil en un diálogo permanente. Recorriendo las tres salas, gracias a un montaje elegante y muy didáctico, se pueden ver cómo el dibujo es el punto de partida de muchas de las creaciones de Anni Albers; cómo se apoyaba en la máquina de escribir para hacer experimentos y esa capacidad lúdica para seguir innovando y retomando ideas anteriores era capaz de desarrollar conceptos nuevos.
Nicholas Fox Weber durante la visita resaltó también cómo el sentido de lo lúdico de Anni y Josef Albers fue una constante motivación para ellos y mencionó obras como Al sur de la frontera, un homenaje a México y el amor que ambos sentían por la cultura latina; o Carta abierta, un entramado reticular en el que aparentemente sólo vemos blancos, negros y grises, pero si nos fijamos se intuyen algunos reflejos naranjas. Esta obra fue un cálido homenaje de Anni Albers a su vida compartida con Josef durante medio siglo. Hay un espacio de quietud y belleza en el universo de Anni Albers. Julián H, Miranda