UN PAPEL DE MILLARES DE 1955 ALCANZA LOS 20.000 EUROS EN FERNANDO DURÁN
Además de las sorprendentes compras del Estado, destacaron las buenas compras de dos importantes piezas de 1959 de Rafael Canogar y Manuel Rivera
Debo reconocer que la venta en Fernando Durán por nada menos que 20.000 euros del gouache y tinta del aún joven Manolo Millares, Sin título, 1955 (67,5 x 46 cm; lote 39) me cogió por sorpresa. Son unos años que me parecen interesantísimos, los posteriores al breve y buscado Millares surrealista y los previos al gran salto de las arpilleras, entre las pictografías pseudoabstractas tan buscadas y este inicio de abstracción, de purificación de la figura y de la línea. De esos años, su papel mejor pagado en este último tiempo fue el Dibujo nº 3, 1954 (47,8 x 57,5 cm) por el que ofrecieron en Segre en febrero de 2012, 5.000 euros, a gran distancia de uno similar, Dibujo nº 7, Castañera (53 x 45 cm) de ese mismo 1954, comprado en Segre también pero antes de la crisis, en julio de 2008, por el que se pagaron nada menos que 13.000 euros. Por eso, la salida por 12.000 euros me parecía excesiva y opté –tras el descarte final de selección- por no mencionarlo en el artículo de previos (ver). La puja por escrito, defendida por la mesa contra los teléfonos y los coleccionistas en sala, terminó venciendo y en 20.000 euros le fue adjudicado el gouache.
Estábamos en 1955. Nos trasladamos en apenas unos breves años a El Paso, donde Millares ya se peleaba en combate desigual contra las arpilleras. De sus compañeros de viaje se ofrecían varias piezas. Un lienzo de Rafael Canogar, con sus típicos trazos expresionistas, esta vez sólo en blancos y negros, una especie de sima: Pintura, 1959 (O/L, 60,5 x 73,5 cm; 14), ofrecida por apenas 25.000 euros y comprada en ese precio de salida por una atenta María de Corral en la sala. Y la dura pero ligera malla de Manuel Rivera, Metamorfosis, 1959 (óleo, malla metálica y alambre sobre bastidor de aluminio; 70 x 47 cm; 51), presente en importantes muestras del granadino; era lógico que subiese de 12.000 a 19.000 euros, aunque me sigue sabiendo a poco, todo sea dicho. Buenas compras, sin duda, pero no deja de sorprender que obras que esas se queden en estos precios. Y de Antonio Lorenzo, su Pintura 204, 1959 (O/táblex, 69,5 x 109,7 cm; 52) se adjudicó por la salida, 15.000 euros.
De El Paso, falló en cambio Luis Feito. De él se ofrecía un óleo de calidad y dimensiones de 1964, Nº 469 (Tm/L, 115 x 146,3 cm; 17) por 22.000 euros, otro de 1969, Nº 695 (Tm/L, 165,5 x 170,5 cm; 30) por el que se pedían otros 22.000 euros, y un papel de cierto tamaño de 1965, Sin título(A/papel, 49,5 x 69,5 cm; 146), pero por 10.000 euros. Siendo piezas buenas, aunque no de su época más buscada –justo los años anteriores, vinculado a El Paso-, los precios se demostraron altos.
En cambio, de Juan Genovés, La calle, 1969 (O/L, 55 x 100 cm; 20), se vendió a un pujador en el teléfono por 25.000 euros, claro contraste con los mucho más altos precios actuales que pide su galería, la Marlborough, y que vende por doquier (sus actuales grabados terminados a mano se venden por 12.000 euros). De Pablo Palazuelo, no hubo interesados por su escultura en acero oxidado y bruñido, Les Rives I, 1987 (6/6, 21 x 53 x 29 cm; 10), por la que se pedían 28.000 euros, pero sí por su atractivo papel de 1999, Sinensis V (gouache, 51 x 36 cm; 33), vendido en la postventa por los 19.000 euros de la salida. Pare a cerrar esta sección, mencionemos otro papel, esta vez de Roberto Matta, Cuando la Luz no sabía si el mar nacería niño o niña, 1990 (acrílico, tinta y ceras/papel, 70 x 50 cm; 128), que se vendió por la salida también, 8.000 euros.
Hecho el repaso de los clásicos, vayamos con la generación de los nacidos en los años sesenta, grosso modo. Destacó, como era previsible, el lienzo de la alemana nacida en 1961 en Friburgo, Katharina Grosse; se esperaba quizá algo más por su 1009 L, 2004 (A/L, 178 x 300 cm; 43), pero su venta por la salida, 35.000 euros, a un teléfono, habla de un coleccionismo diferente. En esa línea internacional –aviso para navegantes-, aunque en pieza menor en este caso, podemos situar a la coruñesa afincada en Londres desde hace años, Ángela de la Cruz (1965); por su pequeño Square, 2002 (O/L deformado, rasgado y ensamblado, 41 x 40,5 cm; 49), procedente de la Anna Schwartz de Melbourne, se pagaron 6.000 euros. En cambio, el lienzo Roteros, 1995 (41 x 56 x 5 cm; 36) de Juan Uslé, debió encontrar en la postventa a quien pagase los 13.000 euros pedidos. Y me temo que José María Sicilia sigue sin levantar el vuelo en los años previos a sus ceras, los que hasta hace unos años fueron considerados sus mejores; no hubo interesados por 25.000 euros por su nada condescendiente Black Flower, 1986 (Tm/L, 196,2 x 135,5 cm; 25).
El Estado hizo su aparición en tres momentos menores, si se permite la expresión. Las dos primeras, para hacerse con sendos platos de porcelana de Limoges diseñados por Sonia Delaunay: Signal (28,7 cm diámetro, 501/900, editado por Artcurial; 86) por 325 euros, y Windsor (24,8 cm diámetro, 166/900, editado por Artcurial; 89) por 275 euros. Y, el tercero, Rebelión anarquista, 1932 (O/cartón/T, 74 x 51,5 cm; 101) de Luis Castellanos, que al no ser pujada por nadie, se lo adjudicó por la salida, 2.000 euros.
El siglo XIX obtuvo tres ventas significativas, debido no tanto a la cantidad final desembolsada sino más bien a los atractivos precios desde las que partían. Me refiero, en primer lugar, al brillante paisaje de Aureliano de Beruete cuya Vista de la sierra de Guadarrama (O/L, 26 x 49 cm; 882) subió desde los 12.000 hasta los 15.000 euros, el justo medio respecto a los 18.000 euros pedidos en octubre pasado en esta misma sala; buena compra, sin duda. Las otras dos eran los dos lienzos (O/L, 50 x 79 cm, lotes 885 y 886) fechados en 1877 del belga Carlos de Haes, que partían desde unos sorprendentes 7.500 euros cada uno: Paisaje con embarcación (Holanda) subió hasta los 11.000 euros mientras su compañero, Paisaje costero con campesinos (Mallorca), menos poético se frenó en los 10.000 euros. Una pena que, en cambio, no hubiese interesados que dieran los 12.000 euros pedidos por el atractivo Retrato de D. Manuel de la Pezuela y Ceballos, II Marqués de Viluma, 1837 (O/L, 86 x 72 cm; 1111), de Federico de Madrazo; está claro que no son buenos tiempos para compras de este estilo, a pesar de su evidente calidad.
Con la pintura antigua, me temo que sucedió lo previsible: los 135.000 euros pretendidos por el Paisaje con bodegón de frutas y el mito de Perseo y Andrómeda (O/L, 110,2 x 157,2 cm; 878) de Tomás Yepes se quedaron en eso, una pretensión extraña; su reciente ofrecimiento en Christie’s Londres en abril de 2014 con una, a la postre, alta estimación de 50,000 a 80,000 GBP debió dejar zanjada la cuestión… Desgraciadamente sucedió lo mismo con varias piezas: con la atractiva Virgen de los Dolores (O/L, 163 x 124 cm; 863), que la casa atribuía a Francisco Herrero el Mozo y por la que se pedían nada menos que 40.000 euros, con el Abrazo de san Joaquín y santa Ana en la Puerta Dorada (O/L, 202 x 155 cm; 866) de Luis de Morales, ofrecida por 70.000 euros ligeramente rebajada de los 80.000 pedidos en Isbilya, con el decorativo Capricho arquitectónico con fuente monumental y naturalezas muertas (O/L, 66 x 180 cm; 869), de Escuela colonial S. XVII, ofrecido por 25.000 euros, etc. No son tiempos fáciles para la pintura antigua, y hay que ajustar muy mucho. Bueno, no sólo para la antigua, como ha quedado demostrado una vez más. Daniel Díaz @Invertirenarte