EL MUNDO MAYA EN EL MARQ DE ALICANTE
El mundo maya fue una civilización mesoamericana que se desarrolló en una amplia área geográfica que abarca varios estados del sureste de México: Campeche, el oriente de Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, así como una gran parte de Guatemala, Belice y una porción de Honduras y El Salvador. Varias han sido las características de esta civilización milenaria, con cerca de tres milenios de antigüedad: la escritura glífica, único sistema desarrollado de escritura de las culturas precolombinas; la arquitectura, el arte, los conocimientos de matemática, la astronomía y una preocupación por el medio ambiente.
Ahora el Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ) presenta en sus salas la exposición Mayas. El enigma de las ciudades perdidas, un proyecto organizado por la Diputación de Alicante, varios museos alemanes, el Gobierno de Guatemala, la Fundación La Ruta Maya, y que ha contado con la colaboración de la Fundación CajaMurcia, la Fundación Asisa, la Obra Social “la Caixa” y la revista National Geographic. Con esta muestra, el MARQ, que acaba de cumplir 85 años, continúa desarrollando proyectos artísticos y científicos de gran envergadura como la dedicada a los Vikingos, Ermitage. Tesoros de la Arqueología Rusa o La belleza del cuerpo. Arte y pensamiento en la Grecia Antigua, entre otras, para dar a conocer culturas antiguas cuya influencia todavía perdura en la actualidad y que están presentadas de un modo didáctico para todo tipo de aficionados a la historia y el arte.
La exhibición dedicada al mundo maya, que permanecerá abierta hasta enero de 2018, supone una inmersión en la selva, verdadera cuna de esa cultura, y está dividida en las tres grandes salas del Museo. En la selección de objetos procedentes de numerosos países americanos y de museos europeos, hay un latido enigmático de cómo fueron capaces los mayas de construir esos inmensos templos y palacios. Una civilización que levantó ciudades que en algún momento se dieron por perdidas, pero de la que se conservan numerosos vestigios a partir del interés que despertaron entre los arqueólogos británicos y alemanes, fundamentalmente, durante el siglo XIX, aunque hubo algunas expediciones durante el siglo XVIII, como la que impulsó el rey Carlos III en Palenque.
Esta civilización que alcanzó su momento más álgido en el primer milenio antes de Cristo cuando los reyes mayas fueron convertidos en divinidades y gobernaban ciudades como Calakmul, Palenque o Tikal, por citar tres importantes enclaves del universo maya. Cronológicamente la civilización maya se estructura en tres períodos: el preclásico, desde el año 2000 a.C al 250 d. C; el clásico desde el año 250 al 900; y el posclásico, que se extiende desde el año 950 al 1539. Luego vendría un largo período de conquista española, aunque muchos mayas siguieron viviendo con su acervo particular.
En la primera sala, se reúnen objetos que nos ilustran sobre la creación del mundo maya, con el mito de la creación simbolizado por el Popol Vuh. Del silencio y el vacío, los dioses mayas crearon montañas, valles, ríos y lagos, y los poblaron de animales. Sorprende en el recorrido por la muestra la monumental arquitectura de las pirámides mayas que se evocan en un montaje audiovisual de gran potencia, junto a su escritura jeroglífica que sugiere secretos a través de esa serie de altares, dinteles, estelas o bien en los objetos de cerámica, que revelan una gran destreza como artesanos. Fueron un pueblo agrícola y comercial, que cultivaron la calabaza, el maíz, valoraron mucho el cacao y supieron realizar construcciones hidráulicas y destacaron por su habilidad para las matemáticas y la astronomía. Tras esa gran introducción nos adentramos en la segunda sala en el esplendor y colapso de la cultura maya, que quizá tiene como metáfora las “bóvedas”, que solían caracterizar el interior de los templos mayas. Fue un período donde florecieron ciudades como Calakmul y Tikal, llenas de grandes palacios, el rey elevado a deidad y junto a él ese grupo de nobles, escribas, músicos y todo tipo de sirvientes que le acompañaban. Los soberanos establecían alianzas e iniciaban conflictos armados y eso quedó representado a través de un mundo simbólico y de rituales, que supusieron ofrendas, danzas y también sacrificios de sangre. Tras el mejor momento de la civilización maya, las sucesivas guerras trajeron consigo un período de colapso y el abandono de esas grandes ciudades, que se fueron transformando cuando espacios arquitectónicos como Chichen Itzá y otros se convirtieron en centros de comercio.
En la última sala, los hombres y mujeres del maíz, se vislumbra muy bien cómo los dioses crearon a los primeros seres humanos a partir del maíz. En este espacio el azul del cielo y las construcciones mayas evocan un ambiente nuevo en el que sobresalen esa serie de estelas, paneles y esculturas que nos aproximan a las creencias profundas de esa cultura. Y ahí destacan esa escultura de un hombre con atributos de jaguar, propiedad de la Fundación La Ruta Maya de Guatemala; estelas con rituales de Ceibal o de Dos Pilas que muestra al joven Rey en pleno ritual de sacrificio de sangre; el rey jugador de pelota y el de Lacanha como Dios del Maíz, que revelan la importancia del soberano en el ecosistema social maya; así como imágenes que contrastan como ese cautivo atado de rodillas y despojado de su estatus, a punto de ser sacrificado, un ejemplo del perdedor en la batalla. Julián H. Miranda