EL ESPLENDOR DE LA PINTURA RENACENTISTA VENECIANA

EL ESPLENDOR DE LA PINTURA RENACENTISTA VENECIANA

 

Como en Marca de agua, un libro bellísimo de Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura, que fijó en Venecia su mirada y esos reflejos que la Serenissima proyecta en todos los que viven o han visitado una ciudad única como la capital del Veneto, ahora el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid acoge desde hoy en sus salas la exposición El Renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura, comisariada por Fernando Checa, catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los grandes especialistas de este período artístico. La muestra, que permanecerá abierta hasta el 24 de septiembre, incluye cerca de noventa piezas, la mayoría pinturas de artistas tan relevantes como Jacopo Bassano, Carpaccio, Giorgione, Lotto, Palma el Viejo, Tintoretto, Tiziano o Veronés, todos ellos grandes maestros del siglo XVI.

Gentile Bellini. Retrato del Dux Giovanni Mocenigo. Hacia 1478-1483. Venecia. Fondazione Musei Civici, Museo Correr.
Gentile Bellini. Retrato del Dux Giovanni Mocenigo. Hacia 1478-1483. Venecia. Fondazione Musei Civici, Museo Correr.

En la presentación de la exposición, Guillermo Solana y Mar Borobia, director artístico  y jefe de Área de Pintura Antigua del Museo Thyssen, respectivamente, subrayaron que la muestra parte de las obras venecianas que atesora la colección del Museo- se exhiben 15 pinturas del Thyssen-  y destacó que esos autores tuvieron una importancia capital en el desarrollo de la pintura occidental posterior. Por su parte, Fernando Checa, dijo que a finales del siglo XV Venecia entró en una especie de auto-reflexión, que no sólo les hizo afirmar que era la ciudad más bella del mundo, sino también en convertir el color en mancha, en borrón, algo muy valorado por Velázquez, Rubens, Rembrandt, pero cuyo influjo resultó indudable en Rothko o Bacon, por citar un par de maestros del siglo XX.

A través de la selección de obras maestras, que además de pinturas también exhibe esculturas, grabados y libros, procedentes de los grandes museos europeos, sobre todo italianos, pero también de Estados Unidos, el comisario va revelando cómo este elenco de grandes creadores  plantearon una representación de la belleza diferente, pero de la misma calidad al menos, a la que se hacía en Florencia y Roma, con genios tan importantes como Miguel Ángel o Rafael. Frente a la corriente más clásica que se hacía en Toscana y Roma, basada en el dibujo, la escuela veneciana optó por el manejo del color y los valores sensuales de la pintura, aunque poco a poco sus artistas viraron hacia una pincelada suelta, casi manchando el soporte, dotando de mayor expresividad a las figuras e incluso a los paisajes, quizá un preludio del Barroco, hasta llegar a ensalzar el dramatismo de algunas escenas como se ve en el Cristo crucificado de Tiziano, pintado en 1565.

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Tiziano. Cristo crucificado. h.1565. Madrid. Patrimonio Nacional. Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

La exposición se divide en ocho secciones, que responden a una evolución temática más que cronológica, aunque algunas de las obras están fechadas a finales del siglo XV. La primera, Entre Oriente y Occidente: la ciudad más bella del mundo, que reúne una xilografía con una vista de Venecia de Jacopo Barbari, los  retratos del dux Mocenigo, de Gentile Bellini, o los de los procuradores Gritti y Soranzo, ambos de Tintoretto, o dos terracotas policromadas de Sansovino que dan paso a la siguiente sección con el sueño del clasicismo bien representado en el retrato de Scamozzi, arquitecto veneciano, captada por la paleta certera de Veronés. En la belleza y melancolía del sueño veneciano late el anhelo de la juventud en Retrato de un joven en su estudio, de Lorenzo Lotto, pero también en las composiciones de Giorgione, o la evocación de una Antigüedad, bastante utópica y también soñada, que observamos en el libro impreso de Francesco Colonna, Hipnerotomachia Poliphili (1499), muy probablemente el libro impreso de mayor belleza del Renacimiento. También destacan los libros de Vitrubio y de Palladio.

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Lorenzo Lotto. Retrato de un joven en un estudio. Hacia 1528/1530. Venecia. Galleria dell’Accademia.

La imagen de la mujer fue un tema recurrente para Sebastiano del Piombo, Palma el Viejo, Tiziano, o Veronés con su Rapto de Europa, que es la primera vez que sale del Palacio Ducal de Venecia, junto a esa serie con la iconografía de la Magdalena, tan cultivada por Tiziano, donde conviven la devoción y la belleza de la mujer, tan visibles en tres composiciones maestras que tienen como eje a la Magdalena y que son buenos ejemplos del período tardío del pintor veneciano, con esos tres ejemplos procedentes del Ermitage, de Capodimonte y de una colección privada española. Sin embargo, fue el brillo del poder, algo que ha caracterizado a los grandes imperios en su proyección hacia la posteridad, un foco muy relevante en el siglo XVI veneciano. Y eso se hizo patente bajo dos puntos de vista. Por un lado, la representación del poder militar, a través del reflejo pintado en as armaduras como en vestimenta propia del soldado, con algunas joyas como Joven caballero en un paisaje de Carpaccio, y los retratos de Giulio Romano y de Francesco Maria della Rovere, duque de Urbino, ambos con la impecable factura de Tiziano. Y por otro lado en el modo de representar el palacio del noble, apoyado en la arquitectura y decoración con ejemplos también de Tiziano y Veronés.

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Tiziano. Retrato de una mujer («La Bella»). Hacia 1536. Florencia. Gallerie degli Uffizi en Palazzo Pitti.

La sexta sección está dedicada al mundo pastoral, con la representación idealizada de la naturaleza, a veces con contenido mitológico, como se observa en las composiciones de Sebastiano del Piombo, Bassano y Palma el Viejo, aunque siempre encontramos cuadros devocionales de Dosso Dossi, o la singular Virgen con el niño, santa Catalina y un pastor, pintada por Tiziano por encargo del duque Alfonso I d’Este.

En las dos últimas secciones: El ocaso del Renacimiento y en Destrucción de la pintura se puede ver muy bien como en el germen diferenciador de la pintura veneciana, centrada en el color y en las manchas ya latía un germen de autodestrucción. Poco a poco, muchos de estos genios venecianos optaron por violentos claroscuros o potentes borrones en sus obras últimas que incluso en el caso de Tiziano se llegó a cuestionar si dichas obras estaban acabadas o no.  Y lo mismo se podría decir de las obras últimas de Bassano- que ya preludian la atmósfera de Caravaggio-, Tintoretto y Veronés. En estas pinturas tardías y quizá en la mencionada de Cristo crucificado de Tiziano, late el fin de una época y en cierto modo de la destrucción de la pintura. Julián H. Miranda

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Veronés. Júpiter y un desnudo. 1560. Boston. Museum of Fine Arts. Photogrqph c Museum of Fine Arts. Boston.