Imagen y palabra, ‘Poetas en el Prado’
Acaban de publicarse cinco plaquettes (obras literarias de corta extensión ideales para poemarios o breves ensayos), coeditadas por la editorial Acantilado y el Museo Nacional del Prado, de otras tantas conferencias del ciclo Poetas en el Prado que vienen celebrándose desde el otoño de 2022. En esta ocasión se recogen creaciones de siete poetas, escritores y artistas como Antonia Castaño y Gonzalo Escarpa; Mariano Peyrou; Benito del Pliego; Isidoro Valcárcel y Jaime Vallaure; y Maja Vasiljevic, que aúnan su palabra con muchas de las obras maestras que el Prado atesora. Una iniciativa editorial innovadora que ofrece una conversación enriquecedora entre dos disciplinas que convergen: la poesía y la pintura.
Benito del Pliego (Madrid, 1970) en su conferencia y edición Rebeca o la traducción poética como extranjería, abordaba a partir de un óleo de José de Ribera, Isaac y Jacob (1637) y establecía “una relación metafórica con la traducción, especialmente con traducción de poesía, y más en concreto con las relaciones que esta mantiene con lo extranjero” para sugerir la idea de suplantación, algo que desprende para él ese cuadro que, a su vez enlaza con la traducción literaria, aunque en ambos la complejidad está presente.
Del Pliego cita como ejemplo unos versos del poeta norteamericano Lew Welch, cercano al movimiento beat, lo que le llevó a preguntarse “de qué manera su lectura, una vez inscrita en la tradición española, transforma o desplaza esa misma obra; o viceversa: qué implicaciones tiene para esta tradición la presencia de la obra de Lew Welch en castellano”.
Y más adelante lo hace con Blues castellano de la escalera de Antonio Gamoneda que le llevó a escribir al poeta leonés sobre su fascinación musical de los cantantes norteamericanos, de una tradición ajena. Y en esa línea Del Pliego toca un tema tan actual como la migración o extranjería, incluso dentro de una lengua compartida y la extrañeza como percepción tanto en la escritura como nos recuerda a través de los versos de José Miguel Ullán en Razón del tacto, que reflejan cierto misterio que, como en la obra de José de Ribera, nos evoca ”lo imposible del ser”.
Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), poeta, ensayista y músico, en su plaquette Perro que no hay, menciona que escribió un poema del mismo nombre al contemplar Perro semihundido, una obra maestra de Francisco de Goya en la que entreteje una reflexión sobre la representación ambigua de la realidad.
Más adelante cita a dos filósofos como Spinoza y Hegel y nos recuerda que «toda determinación es una negación» y va introduciendo frases de Simone Weil, Schlegel y Virginia Woolf en torno a la imaginación y la ficción para desembocar en un poema de Wallace Stevens, Té en el palacio de Hoon (1923) sobre la construcción de la realidad y la subjetividad para sugerir que la poesía permite pensar, hablar y sentir de otro modo. Y por último en los versos de Las escaleras impares están presentes el eclecticismo, la perplejidad y esas escaleras son un microcosmos que lo contienen todo.
Maja Vasiljevic (Belgrado, 1962), filóloga y responsable de Poetas en el Prado, en su emocionante conferencia Un hogar en la belleza como homenaje a las obras maestra que nuestra primera pinacoteca contiene. En su personal recorrido van apareciendo Las hilanderas de Velázquez, que desprende la complicidad femenina de esas mujeres tejiendo que le sirven de conexión reflexiva con la guerra civil de Yugoslavia a finales de los años 80 y primeros 90, con esos odios extremos que le llevan a recoger un poema de Chantal de Maillard, Conjuro para decir mentiras y construir verdades, que incluyó en su poemario Conjuros, publicado en España en 2001.
Y a partir de ahí ntroduce conceptos como el desarraigo, tanto del paisaje, la lengua, el olor y el sabor y te van llevando a profundizar en la idea del exilio, llevándonos de nuevo a El triunfo de la Muerte de Brueghel El Viejo que evoca de nuevo la tragedia de los Balcanes.
Y en su regreso al Prado Maja encontró hospitalidad cuando admiraba el Cristo crucificado de Velázquez para abrazar su credo religioso: el Arte, aunque también dos pinturas de Goya: Duelo a garrotazos y Los fusilamientos nuevamente despertaban su pesadilla. Pero al contemplar Perro semihundido del genio aragonés, en esa actitud resignada del animal le ayudaban a vivir el Prado como refugio y seguir adelante culminado con un verso de Chantal Maillard: ¡canta!.
Antonia Castaño (Madrid, 1969) y Gonzalo Escarpa, ambos filólogos, en su conferencia No me lo expliques han elegido como génesis de su texto una frase de Lezama Lima: «La luz es el primer animal visible de lo invisible» para colegir que la poesía no se explica aunque nos invite a dudar porque las palabras convocan la realidad y apelan al azar como binomio fantástico.
Y en ese diálogo van dando la palabra a Paul Celan, Emily Dickinson, a la luz de José Ángel Valente cuando habla de Tàpies e incluso unas reflexiones en torno a Matisse y Hopper cuando decían que la pintura no puede explicarse en palabras, y más tarde los certeros pensamientos de Paul Valéry o la agudeza de Cesare Pavese cuando escribió «finge ante sí mismo no saber lo que ya sabe»
Y por último, Castaño y Escarpa, reparan en ese perro semihundido de Goya que parece estar mirando pájaros o quizás al cielo, quién sabe, y nuevas citas a Borges, Hugo Mujica, Derrida, Dobry, Anne Carson y Roland Barthes. sin dejar de mencionar un pensamiento de Pessoa: «la poesía y el amor se parecen porque ambos son urgentes», y un ponderado verso de Zzymborska, Derecho al misterio, un encendido canto a la esperanza y la posibilidad que nos brinda.
Y en la quinta plaquette, Aires comparados, una sutil conversación entre Isidoro Valcárcel ( Murcia, 1937) y Jaime Vallaure (Oviedo, 1965), dos artistas conceptuales multidisciplinares que van desgranando en ese genero epistolar poético de historias compartidas, en torno al arte y la estética con interpretaciones de El Tránsito de la Virgen de Mantegna y la presencia de la pintura en sus visitas al Prado y a la observación de los visitantes al museo porque como afirma Isidoro Valcárcel «El aire en el ate no se respira, se vive a ultranza», mientras Vallaure detiene su mirada en la pintura del siglo XIX español.
Y así continúa la original perspectiva de Valcárcel Medina cuando detiene sus pasos ante El Lavatorio de Tintoretto y analiza el aire que lo habita, aunque Vallaure retiene en su retina La Anunciación de Fra Angelico, el Jardín de las Delicias de El Bosco. Y casi sin descanso cómo Valcárcel vuelve a ver no solo ‘el aire’ en Chicos en la playa de Sorolla, mientras el artista ovetense nos convoca ante la pasión de El Greco y la violencia certera de Caravaggio o esa visión final de Valcárcel cuando vslora la atmósfera de Paisaje en ruinas de Nicolás Poussin, que desprende quietud con esas nubes solidas que parecen detenidas.