«The Anonymous Project»: cómo convertir fotografías domésticas en obras de arte

«The Anonymous Project»: cómo convertir fotografías domésticas en obras de arte

Lo que empezó como un hallazgo casual del cineasta canadiense Lee Shulman ha acabado como un proyecto en el que rescatar imágenes olvidadas e invitar a otros artistas a reinterpretarlas.

Actualmente consumimos, en un solo día, miles de imágenes de personas a las que no conocemos: haciendo scroll en las redes sociales, en las imágenes de stock que ilustran las noticias que leemos online o en los vídeos que nos enviamos unos a otros sin conocer a quienes aparecen en ellos.

Lo habitual es que no nos cuestionemos nada sobre las personas que producen o aparecen en ese contenido y, de hecho, en muchas ocasiones ni siquiera caemos en la cuenta de que son individuos reales –y no solo pixeles en nuestra pantalla– con problemas, sueños, anhelos, logros y miedos propios, al igual que nosotros. 

No es que esto tenga nada de malo, por supuesto, y de hecho nuestros cerebros serían incapaces de procesar toda esa información aunque pudieran conocerla. Pero, ¿qué pasaría si utilizáramos todas esas imágenes para crear historias, para hacernos preguntas o para asomarnos a lo que ocurre en las vidas ajenas?

©Lee Shulman. "The Anonymous Project".
©Lee Shulman. "The Anonymous Project".

Eso es precisamente lo que hace el cineasta canadiense Lee Shulman con The Anonymous Project, una colección de fotografías que se ha acabado convirtiendo en mucho más que eso.

Sin embargo, las escenas que la componen no son las que cada día vemos en las pantallas de nuestros teléfonos, sino que tienen un halo mucho más romántico, puesto que se trata de diapositivas de los últimos 70 años.

Además del encanto de que sean fotografías, en algunos casos, con más de medio siglo y del de la propia fotografía analógica –en la que se disparaban muchas menos tomas y, a menudo, solo en ocasiones especiales–, las imágenes de The Anonymous Project tienen un atractivo añadido: al ser diapositivas a color, los químicos que las componen terminan desapareciendo con el paso del tiempo si no se intervienen y conservan adecuadamente.

Es decir, Shulman rescata imágenes en peligro de extinción que podrían no solo quedar huérfanas de contexto, sino también de color, convirtiéndose en placas transparentes sin información.

©Lee Shulman. "The Anonymous Project".
©Lee Shulman. "The Anonymous Project".

Todo comenzó cuando encontró por casualidad una caja repleta de negativos de personas a las que no conocía, pero de las que se enamoró al instante.

Provenían de la década de los 50, época en la que se democratizó la fotografía y pasó de ser un lujo que las familias podían permitirse en muchos casos solo un par de veces en la vida, a una práctica doméstica de registro y documentación de la vida. A partir de esta primera caja, Shulman continuó coleccionando este tipo de obras, dando así lugar a The Anonymous Project.

Entre sus imágenes hay fotografías de mujeres con vestidos cortos bebiendo y riendo juntas, de niños luciendo el uniforme de su equipo de béisbol, jóvenes patinando en bañador, familias posando en medio de fiestas de cumpleaños…

Y también instantáneas tan divertidas e insólitas que parece imposible que no fueran creadas a propósito para sacar una sonrisa a un futuro público anónimo: una anciana tirada en el suelo a la que se le ven las ligas y la ropa interior mientras sonríe con una copa en la mano y los labios pintados de rojo, un joven enterrado en la arena del que solo vemos la cabeza o una pareja bailando con una pantalla de lámpara colocada en la cabeza de cada uno a modo de sombrero.

Son imágenes que, en definitiva, despiertan nuestra ternura, pero a la vez nostalgia y cierto desasosiego, porque en muchos casos los retratados no vivirán ya y, en caso de hacerlo, quizá hayan perdido estos recuerdos del pasado mientras que, paradójicamente y sin que ellos lo sepan, millones de personas acceden a ellos online.

©Lee Shulman. "The Anonymous Project".
©Lee Shulman. "The Anonymous Project".

Esta sensación ha llevado incluso a que usuarios de redes sociales como TikTok compartan imágenes de The Anonymous Project en busca de sus protagonistas, lo que a su vez despertó el interés de otros que, a pequeña escala, quisieron hacer una colección al estilo Shulman, y empezaron a adquirir fotografías anónimas en ventas de garaje, mercadillos o en portales online para después buscar a sus dueños originales en redes sociales.

No obstante, el fin de la colección de Shulman no es encontrar a los propietarios o protagonistas de las instantáneas, ni tampoco coleccionar sin más, sino que se plantea cómo se puede hacer arte a través de un archivo descontextualizado del que no conocemos nada, tal y como ya hacen otros artistas contemporáneos como Angela Deane, que interviene también fotografías anónimas incluyendo en ellas imágenes de brujas, fantasmas y alienígenas.

Para ello, Shulman realiza varias labores con su archivo, entre las que se encuentra colaborar con distintas editoriales para publicar libros que recojan algunas de estas fotografías, mostrando así un retrato coral y anónimo de la cotidianidad del siglo pasado.

El más conocido de estos volúmenes es Midcentury Memories, editado por Taschen, pero hay otros que recogen fotografías más específicas con una temática específica.

Es el caso de When we were Young, que se dedica exclusivamente a instantáneas que reflejen la infancia en Reino Unido u On the road, que trata únicamente sobre coches y sus dueños.

Por otro lado, Shulman invita a fotógrafos profesionales actuales a dialogar con este archivo de obra amateur, creando nuevos trabajos a partir de su insólita colección, que posteriormente se editan también en libros.

El primero fue Dejà View, de Martin Parr, en el que se combinan imágenes anónimas con fotografías tomadas por el británico durante toda su carrera, trazándose paralelismos entre ellas que parece imposible que sean fruto de la casualidad.

Su última colaboración junto a un fotógrafo, lanzada este mismo año, es con el autorretratista senegalés Omar Victor Diop, en la que el creador va un paso más allá, alterando las fotografías del proyecto para incluirse a sí mismo en las imágenes del archivo, dando como resultado unas fotografías imposibles, mezcla de pasado y presente, que pudieron verse en la Edwin Houk Gallery de Nueva York hasta el pasado 13 de junio, y que recoge el libro Being There.

Sin embargo, Shulman ha abierto el rango de colaboración con otros artistas, lanzando recientemente un libro junto a Thomas Lélu, un artista que triunfa en redes sociales por compartir frases divertidas, nostálgicas o ingeniosas escritas a mano.

Para su trabajo conjunto, denominado I couldn’t care less, ha escogido muchas de estas citas y las ha escrito en etiquetas blancas que se venden junto al libro, que incluye instantáneas del proyecto y recuadros en blanco, pensados para pegar los mensajes sobre ellos, de modo que cada lector pueda dar a las obras escogidas nuevos significados.

Por ejemplo se puede pegar, en el retrato de una adolescente junto a su tarta de cumpleaños, una frase en la que ponga I WILL GROW UP LATER [Ya creceré después], inventando la historia de los retratados anónimos, o quizá incluso proyectando la propia vida en la fotografía ajena.

Con todo esto, Shulman demuestra que, aunque en el arte normalmente el contexto parece vital para poder disfrutar de la obra, hay otras opciones para rescatar imágenes del olvido y convertirlas en piezas con nuevos significados y narrativas, a pesar de que la historia que las liga a la realidad se haya perdido, en muchos casos, para siempre. Sofía Guardiola