Edward Weston: elogio del objeto cotidiano
Más de 200 imágenes de paisajes –urbanos o salvajes–, desnudos, retratos y naturalezas muertas recorren en el KBr de Fundación MAPFRE el legado de este autor norteamericano, que comenzó por abrazar el pictorialismo para, más tarde, emancipar a la fotografía del resto de disciplinas. Un pimiento o un inodoro, inmortalizados en primer plano, le valieron para convertirla en una propuesta artística con entidad propia.
¿Cuánta belleza cabe en un pimiento? Pues toda la que quiera darle el artista. Edward Weston, por ejemplo, encontró en él la forma perfecta para ilustrar su naturaleza vegetal, su tamaño, su aspecto orgánico… Despojado de todo elemento anecdótico y visto en macrodetalle, el objeto se presenta a nuestros ojos como algo abstracto; hay que mirarlo dos veces para descubrir lo que realmente representa.
Se trata, en palabras del comisario Sérgio Mah, de “lo extraordinario de lo banal”, esa capacidad innata del fotógrafo norteamericano que le llevó a inmortalizar frutas, conchas y vegetales hasta convertirlos en auténticas obras de arte. Porque eso es lo que hizo el autor durante la primera mitad del siglo XX: demostrar que la fotografía tenía sus propias cualidades artísticas y las mismas capacidades estéticas que la pintura o la escultura.
Su obra puede descubrirse ahora, y de manera amplia, en el KBr de Barcelona de Fundación MAPFRE, gracias a la muestra Edward Weston. La materia de las formas. Organizada con el apoyo del Center for Creative Photography de la Universidad de Arizona, recoge cerca de 200 imágenes que recorren cinco décadas de trayectoria.
Pionero en el uso de un estilo fotográfico moderno ya durante los primeros años del 1900, fue un firme defensor –junto a Alfred Stieglitz o Paul Strand– de que la disciplina merecía un lugar propio en la historia del arte. Quizá por eso cultivó todos los géneros, desde la naturaleza muerta y el paisaje, al desnudo, las escenas de interiores o el retrato. Una diversidad que está muy presente en esta retrospectiva de Barcelona, que podrá visitarse hasta el 31 de agosto.
Como muchos grandes fotógrafos, Edward Weston comenzó su carrera cuando su padre le regaló una cámara a los 16 años. Entonces se dedicó a captar la belleza cotidiana de la granja de su tía y de los parques de Chicago donde pasó su infancia (aunque había nacido en Illionis).
He estado fotografiando nuestro escusado (…) hasta que no contemplé su imagen en el vidrio esmerilado de mi visor, no me di cuenta de las posibilidades que tenía ante mí”
Más tarde, descubriría que la cámara en gran formato le permitía tomar imágenes en blanco y negro de objetos con una nitidez extraordinaria, por eso fijó su mirada en los pequeños detalles que habitualmente pasan inadvertidos pero que, delante de su objetivo, se convirtieron en protagonistas absolutos: los alimentos que llenan una mesa, las raíces que aún perduran en las dunas de Death Valley, los tejados de un pueblo mexicano y hasta un inodoro, “ese brillante receptáculo esmaltado de extraordinaria belleza”. Según el propio Weston, su entusiasmo por él “era una respuesta estética absoluta a la forma”.
Y es que esta última siempre fue el principal motivo de su trabajo. De ahí el título de la muestra –La materia de las formas–, que se ha planteado como una antológica del autor. Los centenares de fotografías que ha seleccionado Mah para la ocasión, se dividen en siete secciones, que además se completan con material de documentación que ayuda a entender la figura de este artista fundamental de la fotografía moderna norteamericana.
Lo primero que encontramos en el recorrido son sus trabajos tempranos, donde se dejó seducir por el pictorialismo. Hasta que se dio cuenta de que la disciplina le permitía muchas más cosas que simular una pintura y comenzó a desarrollar su propio estilo, basado en la cámara en gran formato y en una mirada sensible a los pequeños detalles.
“La cámara debe usarse para registrar la vida, para representar la sustancia misma y la quintaesencia del motivo en sí, ya sea acero pulido o carne palpitante”, dijo Weston en una ocasión. Por eso captó con la misma fruición un cuerpo desnudo –a menudo carente de sensualidad–, una pieza de la planta siderúrgica ARMCO o las dunas Océano en California.
La exposición presenta algunas imágenes de cuando estuvo en México junto a sus hijos y Tina Modotti en los años veinte, pero también sus investigaciones en torno al desierto cerca de Palms Springs o los retratos que ilustran el American way of life del Estados Unidos de entreguerras. Nada escapó al objetivo de Edward Weston, el autor que supo fijar en nuestra retina la singularidad de los objetos más mundanos. Sol G. Moreno