El talento de los aguafortistas españoles en la Academia de San Fernando
Los artistas españoles del último tercio del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX, atraídos por la técnica del aguafuerte, forjaron una nueva era para la estampa. Ahora la sala de exposiciones de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando presenta Aguafortistas, comisariada por Javier de Blas, subdelegado de Calcografía Nacional, y que ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid. La excepcional muestra, que se abre mañana, reúne 66 obras representativas de 17 destacados pintores-grabadores y permanecerá abierta hasta el 18 de mayo.
Tomás Marco, director de la Real Academia de San Fernando, subrayó la importancia de la muestra para los aficionados a la estampa y la pintura, mientras Marta Rivera de la Cruz, delegada de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, destacó la calidad de las piezas y la conexión que muchos de ellos tuvieron con Goya y añadió que es una ocasión inmejorable para observar con calma las creaciones de estos artistas.
Por su parte, Javier de Blas, subdelegado de Calcografía Nacional, mencionó que cada época tiene su propio lenguaje y en ese sentido dijo que el aguafuerte ofrecía la posibilidad de un lenguaje propio y fue desgranando de un modo didáctico la relevancia de los artistas presentes en la exposición, subrayando las diferencias entre el grabado de interpretación respecto al de creación y citando una frase de Théophile Gautier “todo aguafuerte es un cuadro original”, que sintetizaba su ideario y sobre todo la libertad creativa de artista. Por último, el comisario apostilló que estas obras maestras conforman la generación de aguafortistas más importantes del arte español.
El recorrido ayuda a comprender cómo el grabado académico en talla dulce perdió su hegemonía a partir de la segunda mitad del siglo XIX como procedimiento de reproducción ante el empuje y avance de la litografía, la xilografía y la fotografía. Y es ahí donde radica la importancia de una exquisita exposición como esta. Un fresco de época, variado en los temas y con voces diversas, aunque con un marcado acento personal.
En la primera sala observamos algunos ejemplos de los Fortuny, representantes de los aguafortistas de creación. Tanto Mariano Fortuny Marsal, muerto prematuramente, como su hijo Mariano Fortuny Madrazo nos han dejado un legado escaso en número de obras pero que poseían una calidad extraordinaria en el dominio de la técnica y en el contenido como se ve en sus composiciones de familias marroquíes o en El anacoreta (1869) en el caso del padre; y en el misterio de personajes como Veneciana. Chal al viento o de exteriores de la Serenissima, sin olvidar esas vías romanas de Fortuny Madrazo.
En la difusión del aguafuerte de creación en España tuvo una participación determinante el paisajista de origen belga Carlos de Haes, del que se exhiben ocho aguafuertes en esa unión entre esa técnica y el paisaje con esa mirada precisa sobre el río o los Picos de Europa. A Haes le siguieron tres discípulos como Agustín Lhardy, Juan Espina y Tomás Campuzano, con esas vistas de puertos y marinas.
Dentro del grabado del grabado de interpretación, que no buscaba una copia exacta de la pintura, lo que evitaba entrar en competencia directa con la fotografía. Las figuras principales de esta corriente fueron Ricardo de los Ríos y, sobre todo, Bartolomé Maura, promotor de la sociedad de artistas que publicó la colección de estampas titulada El grabador al aguafuerte.
Un caso muy radical y singular que apostó por el aguafuerte de creación fue Ricardo Baroja, que apostó por una transformación profunda de la estampa y que, en buena medida, preludió por dónde iba a transitar el grabado contemporáneo. Ricardo Baroja, artista plástico y literato, entró en contacto con la Calcografía Nacional y puede considerarse el grabador más importante de la Generación del 98, además de un prolífico escritor que fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura.
Ricardo Baroja fue muy activo en las agrupaciones de artistas gráficos de las dos primeras décadas del siglo XX. En sus aguafuertes opta por reflejar paisajes urbanos en El café o la cupletista y los chulos (1906); personajes errantes, algunos tan conocidos como Pío Baroja paseando (1907); juegos como Salto de pértiga (1908); suburbios como Interior de una posada o La Taberna (1908), realidades inquietantes o festivas como Carnaval en Madrid (1908) o Gente del 98 con cierto aire parisino, entre otros. En 1910 Baroja publicó, con el título Cómo se graba un aguafuerte, un artículo de gran belleza literaria en el que define el estilo de grabar de toda una época.
Y ese mismo año, bajo el amparo de la Calcografía Nacional, con el deseo de extender el aprecio colectivo por la estampa como primer paso para el fomento del coleccionismo, se constituyó la Sociedad de Grabadores Españoles. En ella estuvieron muchos de los presentes en la exposición los veteranos Agustín Lhardy, Juan Espina, Tomás Campuzano, Manuel Alcázar, y los más jóvenes, Ricardo Baroja, José Pedraza Ostos, Leandro Oroz, Eduardo Navarro y Fernando Labrada, entre otros. Los artistas de la Sociedad crearon en 1928 el grupo Los Veinticuatro, que tres años después modificó su nombre por el de Agrupación Española de Artistas Grabadores.
Y en esa conexión con la España negra encontramos la figura de un pintor grabador como José Gutiérrez Solana, que nos dejó un legado muy rico para la posteridad. Enlazó con el regeneracionismo que estaba tan arraigado en la esencia española. De Solana cuelgan cinco aguafuertes que desprenden un profundo pesimismo, ya sea para reflejar un día de domingo en las afueras, Casa de dormir y chozas de la Alhóndiga, El comedor de los pobres y Máscaras en las afueras, todos ellos de 1932, casi todos impregnados de un tono sórdido y desgarrador que él reflejaba con brutal realismo. No se pierdan la exposición por la selección, montaje muy cuidado y por la calidad deslumbrante de las obras expuestas.