La terracota como expresión artística a lo largo del tiempo en Colnaghi Londres
Mañana se abre al público una exquisita muestra en Colnaghi Londres, Bautismo de fuego: Obras Maestras de Terracota que abarcan tres milenios, un material que ha servido como expresión artística desde la Antigüedad hasta nuestros días. En la exposición, que se podrá ver hasta el 17 de enero, se han reunido 11 obras, desde el siglo V a. C hasta 1964 en una obra de Picasso, pasando por una imagen de San Lorenzo de Donatello o un retrato de Sarah Bernhardt como Hermione, realizado por Prosper d’Épinay.
La terracota -literalmente «tierra cocida»- ha sido un medio importante desde tiempos pretéritos, tanto en su relación con la vida cotidiana como para reflejar la pulsión artística de diferentes culturas. Esta exposición de Colnaghi pone de manifiesto que con sus manos los artistas sabían extraer formas de animales, formas de la naturaleza, expresar sentimientos religiosos en torno a santos o bien homenajear a creadores de otras disciplinas como el teatro, la danza o la pintura.
A veces los amantes de las artes plásticas piensan que estas obras de arte se dieron fundamentalmente entre los siglos XVI y XVIII. Sin embargo este tipo de esculturas han un hilo que ha perdurado en el tiempo desde hace casi tres milenios. Sus características como material maleable y durable, que permite que el artista extraiga múltiples matices y registre numerosos detalles, que son mucho más difíciles que cuando trabajan la piedra, el hierro o el bronce, entre otros materiales.
Las dos piezas más antiguas presentes en la muestra de Colnaghi son una cabeza fragmentaria de pantera, datada en el siglo V a.C y otra cabeza del dios Beardez, fechada un siglo después, probablemente griegas del sur de Italia, que tienen un buen estado de conservación. Tanto la expresión fiera del animal como el rostro vigoroso de la deidad revelan una exquisita factura. Una cabeza de mujer, de finales del siglo IV y principios del III a.C , del arte etrusco complementa este período de la antigüedad.
Una de las obras más conmovedoras de la exposición quizá sea San Lorenzo, terracota de Donatello (Florencia, 1386-1466), uno de los grandes genios del renacimiento florentino. Este busto está datado hacia 1440 y estaba originalmente pintado. Refleja el gusto por el detalle del escultor en su modo de perfilar la expresión del rostro y el lenguaje de las manos sujetando un libro, siempre representando el ideal clásico que impregnaba sus piezas.
Otra pieza sorprendente es La Virgen de la Inmaculada Concepción, terracota policromada de Luisa Roldán (1652-1706), sobre una base octogonal, con las manos que expresan elegancia e inocencia y siguen en gran medida la estela iconográfica de las Inmaculadas de Murillo.
Del siglo XVIII vemos una pareja de ángeles igualmente emotiva de la Roma barroca tardía, atribuida al artista Francesco Moratti (hacia 1669-1719). Y del siglo posterior un galgo levrier, una terracota de Jean-Antoine Houdon. Y ya en el siglo XX, un retrato de Sarah Bernhardt como Hermione, datado en 1903, y modelado por Prosper D’Épinay; La Fuente de la Sirena, 1920, de Vincenzo Gemito; y ese singular homenaje que hizo Picasso a Manet en Desayuno sobre la hierba, que el genio malagueño hizo en 1964 cuando tenía 83 años.